No más que un baile sin baile. Una acción sin destino. Un relato sin conflicto. También un tedio de niños inflamados por la edad. Jean-Paul Sartre y Peter Pan. Jóvenes al descubierto, en la noche, oscuros y sombríos, pero actores en la interpretación de una desesperanza. Aunque incapacitados para la desesperación. Abandonados, idos, lejos...
Jóvenes sin ambición, sin rabia; quizás sin futuro. También sin presente. Sin crítica, con la ilusión de la no-ideología, pero hasta los dientes de ella. Sin tiempo, en la irrealidad: un juego absurdo. Eugen Ionescu y Peter Pan. Humor sin risa, sin carcajada. Humor frío, de media sonrisa. Vida de media vida y muerte de media muerte... Jóvenes en la vida y con el dinero de sus padres...
No más que una ideología detrás de una emotividad de superficie, sin percances, sin rozamiento. Una apuesta por lo seguro. Ultraconservadurismo de un sonido crepuscular, donde la ideología de verdad, detrás de un disfraz de invisible. Y sin miedo, niños sin miedo, pero niños tristes, con sus juegos a medias. Y mucho ego... Sigmund Freud y Peter Pan. La pureza, donde el amor como refugio, nunca como elección.
Jóvenes sin angustia, sin trauma, sin protagonismo. Imposible su salvación; secundarios de su propia vida. La belleza como último velo del horror. Rainer Maria Rilke y Peter Pan. El juego incesante. La repetición castrante. Artificio sin alegría, sin destino, sin conflicto. A veces, jóvenes actores en la interpretación de otra cosa que la desesperanza, aunque incapacitados para la alegría.
No más que una desorientación sin fin. En el mundo. En la vida. En el tiempo. En la broma. Su broma infinita. Su broma macabra. David Foster Wallence y Peter Pan. El paro. El desempleo. Jóvenes donde el paro. Jóvenes donde el hastío y el aburrimiento. Un juego sin salida. Jóvenes sin verbo. A vosotros, gracias por vuestro baile, por vuestra música, por vuestra belleza y por vuestra emoción, a pesar de los pesares... Nosotros, todos, nosotros, vosotros, capitalistas todos, culpables.