Salvador Sostres ha vuelto gruñir: ha justificado el asesinato de una mujer por su ingratitud con el macho dominante que terminó matándola. La opinión pública pide su cabeza, en esta época en el que se pide la cabeza de los cerdos a la mínima. Sostienen que, además de todas los gruñidos que han terminado por construir al puerco-personaje mediático que hoy es Salvador Sostres, esta vez ha ido demasiado lejos, porque, dicen, ha incurrido en un delito de apología de la violencia de género.
No entiendo porque se le pide a Pedro J., el cerdo más lustroso de la piara, que despida a Salvador Sostres. Porque considero que los cerdos no están capacitados para ofender a los que no hablan su propia lengua, el gruñido, y no digamos ya para elaborar un complejo sistema comunicativo que, basado en simples gruñidos, logren tejer una estructura gramatical compleja susceptible de parecerse cualquier tipo de apología.
Sí entiendo, no obstante, la carta que los trabajadores de "El Mundo" han remitido al cerdo lustroso para que se expulse al cerdo hasta las cejas rebozado de mierda, tan gustoso de retozarse en sus propias heces una y otra vez, y entre gruñidos cada vez más onanistas, porque la presencia de un cerdo así en su piara seguramente les haga ser conscientes de la verdadera naturaleza de la pocilga en la que se desenvuelven a diario.
A nadie le gusta ser consciente de su miseria: por eso, los trabajadores de "El Mundo" no es que quieran hacerle el vacío al cerdo más cerdo de todos sus cerdos, sino que solamente quieren salvar su propia dignidad. Me solidarizo con ellos, porque si el cerdo más lustroso de su pocilga no expulsara al cerdo más guarro, el resto de cerdos se replantearía su función dentro de la pocilga, un trabajo siempre demasiado ingrato [y sucio] cuando se ejecuta sobre uno mismo.
Y no entiendo, tampoco, cómo los cerdos de una de las pocilgas contiguas han logrado emitir una suerte de gruñidos con los que han construido una compleja estructura gramatical susceptible de parecerse a una apología de la defensa de la libertad de expresión. No, eso tampoco lo entiendo... Ni cómo los cerdos de la otra de las pocilgas contiguas han logrado emitir una suerte de gruñidos con los que han construido una compleja estructura gramatical susceptible de parecerse a una apología de la lapidación.
En fin.
En fin.