jueves, 1 de diciembre de 2011

Portishead: 7 songs from Third (2007)

El guión de nuestro amo y señor

¿Qué puedo esperar así, desnudo y atado a esas cuatro estacas clavadas en el suelo? Apenas la descarga furiosa de múltiples latigazos contra mi cuerpo. 

Tengo más miedo que nunca porque nunca he visto tan enfadado al verdugo que yo mismo elegí para morir. Al tiempo, sé que está sobreactuando, porque la exageración le pone la polla tiesa a nuestro amo y señor.

No conozco a nuestro amo y señor. Tú tampoco. No lo he visto nunca. Tú tampoco. Pero sé que mi cuerpo le pertenece. Y todo el placer y todo el dolor que experimento a través de él.

Mi sangre también es suya. Y mis heridas, que nuestro señor no dará tiempo a que cicatricen porque ordenará mi ejecución antes, son sus marcas también.

Ya solamente espero a que nuestro amo y señor me dé muerte desde la atalaya desde la que siempre me ha observado. Pero antes quiero sentir el dolor de la tortura. Exageraré los gestos, porque sé que la sobreactuación excita a nuestro amo y señor.



Mi verdugo baila. Baila con los verdugos que te torturarán a ti antes de matarte. Los tres enlentecen caprichosamente el tempo de la ejecución; son los entreactos que tanto gustan a nuestro amo y señor.

Yo conozco el guión que tiene en la cabeza nuestro amo y señor. Tú también. Sabemos que todo va a ir bien. La interpretación calculada de nuestros papeles, en cada momento...: la acción de mi muerte, tu complicidad en los hechos, las posiciones de los personajes ayudantes, esos actores como tú y como yo... En definitiva, la escena coral tal y como la soñó nuestro amo y señor.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ametralladora II

¿Os habíais olvidado ya de la Ametralladora? Pues aquí está la segunda parte. La acabo de descubrir y todavía no tengo palabras... Solamente adelanto que el recurso audiovisual que se emplea cuando se rompe la canción es una minucia formal sí, pero de una carga significativa abrumadora, y cuya invitación a la ruptura narrativa está a la altura de la misma canción que se pone en escena. ¡Qué joya...!


martes, 8 de noviembre de 2011

La primavera árabe y el otoño europeo

Berlusconi ya está subiendo al patíbulo. En la misma guillotina, hace una semana, rodó la cabeza de Papandreu. En marzo se ejecutó a Sócrates. Es el resultado de lo que nadie ha llamado otoño europeo.

Sin embargo, cuando Ben Alí primero, Hosni Mubarak acto seguido y hace unas semanas, Muamar Gadafi [ejecutado sin apenas simbolismo] hicieron sus paseíllos particulares por el corredor de la muerte, enseguida le buscamos una marca, la primavera árabe. 

A los árabes, por lógica natural, les espera el verano. Quizás no sea un verano con la climatología que han deseado en su primavera, con su sol, su cielo azul, sus noches agradables, etcétera, pero es un verano al fin y al cabo, un verano en el que todavía guardan la esperanza que sembraron en las calles primaverales. Les vendrán tormentas, sí, pero esperarán con alegría las claridades venideras.

A los europeos, sin embargo, se nos viene encima el crudo invierno, que además de la penosa predicción meteorológica que nos han augurado tenemos que añadir la derrota que hemos ido acumulando en nuestros hogares otoñales. Muchos de nosotros sin trabajo, sin dinero, sin verbos y sin esperanza. El crudo invierno.

Eso decía, que cuando en su momento nos contamos a nosotros mismos las que no tardamos en llamar revoluciones árabes, identificamos de primeras una oración gramatical de simple recorrido, de sujeto, verbo y predicado: "los pueblos árabes derrocan a sus líderes". Pero la gramática, aplicada a lo nuestro, nos escuece, y solamente a lágrima viva podemos farfullar una construcción del tipo "los mercados están derrocando a nuestros gobiernos".

Repetimos, aunque nos duela, la primavera árabe: sujeto, el pueblo; verbo, derroca; predicado, a sus líderes. Repetimos, aunque nos mate, el otoño europeo, el nuestro: sujeto, los mercados; verbo, derrocan; predicado; a nuestros gobiernos. La primavera árabe y el otoño europeo.

Los sujetos pueblo y mercado son, a priori, diferentes. Pero una cosa..., nuestros medios de comunicación masivos, los que nos atiborraron hasta la nausea con el atributo revolucionario aplicado a los pueblos árabes que se rebelaron contra sus tiranos, omiten el término aplicado a nuestro mercados. Cabría preguntarse si la acción de los mercados tiene o no características revolucionarias. Quizás preferimos denominarlas reaccionarias, pero el matiz en lo gramatical no traspasa la superficie. La revolución transforma lo social, y eso es, más o menos, lo que está ocurriendo, una transformación social quizás sin precedentes. Paradójicamente, a algunos nos gusta hinchar el sujeto mercado hasta decir la tiranía de los mercados. Entonces, ¿los árabes vuelven de la tiranía y nosotros vamos a ella?

Y más. Los que gustan de decir que no estamos en crisis sino que nosotros somos la crisis  suelen acompañar sus argumentos con que nosotros somos el mercado, porque cada uno de nosotros hemos invertido, hemos especulado, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos practicado fraude fiscal, etcétera. Desde esa lógica apologética del capitalismo, si nosotros somos el mercado, nosotros estamos derrocando a nuestros gobiernos. La diferencia, entonces, entre la primavera árabe y el otoño europeo, estaría, a bote pronto, en ser o no ser consciente, o en responsabilizarnos o no de nuestros propios actos y de nuestras propias construcciones, entre ellas, el mercado.

De cualquier forma y de ser así, nuestro mecanismo revolucionario sería perverso. Nos indignamos con nuestros gobiernos, soñamos un cambio, imaginamos un mundo en el que no estamos sometidos al poder económico y financiero, y es, precisamente, ese poder, el que aniquila el poder que emana del propio pueblo. Nuestros sueños se cumplen, pero no somos dueños del cambio. La desgracia es descomunal, se mire por donde se mire.

Despojados de la revolución, acción que habríamos delegado a los mercados, la lógica ha devenido en endiabladamente abstracta. La Unión Europea intermedia entre el poder económico-financiero [un poder al que siempre, desde su fundación, ha obedecido], y los gobiernos. Europa es la voz de su amo y exige a los gobiernos las políticas que deben salvar el sistema financiero surgido del euro. Y gobierno que no cumple, al patíbulo. Relato de la desolación.

Estados, bancos, entidades financieras, especuladores, agencias de calificación, y un sinfín de sustantivos, que todos juntos se amontonan sin distinción de forma y fondo bajo el genérico mercado. Son sustantivos que también se escenifican como sujetos omitidos de los titulares de nuestros periódicos, también servidores fieles de su amo. No dicen "el mercado está aniquilando a las democracias". No lo dicen. Tampoco nos lo decimos nosotros a nosotros mismos, porque no nos atrevemos a escucharlo.

¿Ya no nos acordamos de los gobiernos de transición que se se formaron en la primavera árabe? Gobierno de transición, la misma suma de palabras, es el nombre con el que asignamos a los gobiernos que han sucedido a los gabinetes de Papandreu en Grecia y, pronto, al que sucederá al de Berlusconi en Italia. Gobiernos de transición, a la espera de nuevas elecciones democráticas. Tiene cojones pero eso dicen, democráticas. Aunque la democracia, todos lo sabemos, después de haber sido violada por el mercado, será un algo parecido a la democracia pero sin llegar a serlo.

Otra forma de decirlo sería que el amo está eligiendo a dedo a los gobernantes de los países que deben respetar sus reglas para mantener el juego abierto. Esos gobernantes [de transición] son tecnócratas, gestores, economistas... Esto es, que el amo no quiere políticos, no quiere que se realice el ejercicio de la política; el amo no quiere, sobre todo, ideologías. ¿Os suena? El fascismo que viene. ¿Es lo que queríamos...? Podríamos decir que en cualquier caso no es la revolución que habíamos soñado, aunque en nuestros sueños tampoco hubiera políticos. Historia de la vergüenza, cada vez más nuestra.

El referéndum que planteó Papandreu funcionó como funciona lo que en ficción se llama falso final. El falso final le da una pista clave al espectador de lo que será el final verdadero, siempre de valor opuesto al falso. Con el referéndum, el gobernante que había elegido el pueblo quería devolverle la palabra al mismo pueblo, en un ejercicio democrático que aumentó el miedo de los mercados. Estos, a través de su sierva delegada, Europa y sus instituciones, invirtieron la ecuación: los mercados terminaron decapitando al gobernante con el cinturón del euro, por haber confiado la palabra en un pueblo que el amo estaba convencido que no sabría responder correctamente en el referéndum. Esto es lo que aquí y ahora obedece a la lógica revolucionaria de los mercados, nos guste o no. 

En nuestro caso, la democracia violada permanentemente por el mercado seguirá existiendo, pero en forma de ficción. Y los pocos políticos que vayan quedando tendrán bien aprendida la moraleja extraída de las ejecuciones de Sócrates, Papandreu y Berlusconi.  Solamente sobrevivirá el político que sea capaz de travestirse de economista, gestor y tecnócrata. Porque es eso lo que le pone tontorrón al amo, y el que le calma el miedo que le viene aquejando.

Y así termina la película, nos guste o no. La primavera árabe espera su verano con gobiernos militares, mientras que el otoño europeo espera su invierno con gobiernos de transición. Y militares y tecnócratas no soportan el juego de las 7 diferencias.

La crisis y el miedo [el de nuestro amo y el nuestro propio] nos están dejando sin trabajo, sin dinero y sin palabras. Mejor dicho, sin verbos, porque palabras hay muchas, escritas unas encima de otras, pisándose, enturbiándose. Ruido exponencial que nos tiene a todos entumecidos en la parálisis. Entonces, parálisis de la palabra y del verbo. El verbo es acción, transformación y cambio, y la crisis nos está dejando sin eso, construyendo un mundo lleno de sujetos incapaces y omitidos. Pero hablaba de la primavera árabe y del otoño europeo, todavía con verbos en el texto. Son acciones que me cuesta describir, porque el ruido sustantivo empieza a ser abrumador. 

Después de todo, ¿sabremos reconquistar los verbos para transformar esta historia?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Inmersión abisal 9 / No summer or winter (Agnes Szelag, 2008)

jueves, 27 de octubre de 2011

Joy Division (Grant Gee, 2007)







ESPACIO NO COMERCIAL











ESPACIO NO COMERCIAL






miércoles, 26 de octubre de 2011

Inmersión abisal 8 / Live at Sint​-​Elisabethkerk (Balmorhea, 2011)

martes, 25 de octubre de 2011

La oración de Slavoj Zizek en Wall Street




Parte de la oración en castellano (copiada textualmente de Multitud):


En el crack de 2008 se destruyó más propiedad privada, conseguida con gran esfuerzo, que si todos los presentes se pusieran a destruir día y noche durante semanas. Nos dicen que somos soñadores. Los verdaderos soñadores son aquellos que piensan que las cosas seguirán siendo como son indefinidamente. Nosotros no somos soñadores, sino los que estamos despertando de un sueño que se ha convertido en pesadilla. No estamos destruyendo nada, sino siendo testigos de cómo el sistema se destruye a sí mismo.

Todos hemos visto la clásica escena de los dibujos animados en la que un coche se acerca a un precipicio y sigue rodando ignorando que está sobre el vacío, y sólo cae cuando el conductor mira hacia abajo y se da cuenta de ello. Esto es lo que estamos haciendo aquí. Estamos diciendo a los chicos de Wall Street “¡eh, mirad abajo!”

En abril de 2011 el gobierno chino prohibió que apareciesen en TV, películas o novelas todas aquellas historias que hiciesen referencia a realidades alternativas o viajes en el tiempo. Esta es una buena señal para China, puesto que significa que la gente aún sueña con alternativas, así que hay que prohibir este sueño. Aquí no se piensa prohibir nada de eso, porque el sistema en el poder incluso ha suprimido nuestra capacidad para soñar. Fijaos en las películas que vemos todo el tiempo. Es fácil imaginar el fin del mundo, un asteroide que destruya el planeta y ese tipo de cosas. Pero no se puede imaginar el fin del capitalismo. Así que, qué es lo que hacemos aquí? Dejadme que os cuente un viejo chiste muy bueno de los tiempos del comunismo…

Un tipo de Alemania del Este fue enviado a trabajar en Siberia. Sabía que su correo sería supervisado por los censores, así que propuso a sus amigos establecer un código. Si la carta que enviase estaba escrita con tinta azul, entonces lo que en ella se dijera sería cierto y si estaba escrita con tinta roja sería falso. Transcurrido un mes sus amigos recibieron su primera carta. Estaba escrita por entero en azul y decía: todo es maravilloso aquí. Las tiendas están repletas de buena comida. Los cines pasan buenas películas occidentales. Los apartamentos son grandes y lujosos. La única cosa que no se puede comprar es tinta roja.

Así es como vivimos. Tenemos todas las libertades que queremos, pero nos falta tinta roja, el lenguaje con el que expresar nuestra no-libertad. La manera en que se nos enseña a hablar acerca de la libertad, la guerra, el terrorismo y demás falsifica la libertad. Y esto es lo que estáis haciendo aquí: nos estáis dando tinta roja a todos.

Pero hay un peligro. No os enamoréis de vosotros mismos. Lo estamos pasando bien aquí, pero recordad: los carnavales son baratos, lo que importa es el día siguiente. Cuando volvamos a nuestra vida normal, habrá cambios entonces? No quiero que alguna vez recordéis estos días como, “oh, éramos jóvenes y fue muy bonito”. Tened en cuenta cual es nuestro mensaje fundamental: que tenemos derecho a pensar alternativas. La regla se ha roto. No vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero hay un largo camino por delante. Nos enfrentamos a cuestiones ciertamente difíciles. Sabemos lo que no queremos, pero, ¿sabemos lo que queremos? ¿Qué organización social puede reemplazar al capitalismo? ¿Qué nuevo tipo de líderes queremos?

Recordad: el problema no es la corrupción o la codicia. El problema es el sistema que os empuja a rendiros. Estad atentos no sólo a los enemigos, sino a los falsos amigos que ya están actuando para diluir este proceso. De la misma manera en que os dan café sin cafeína, cerveza sin alcohol o helado sin nata, tratarán de convertir esto en una protesta moral inofensiva.

La razón por la que estamos aquí es que estamos hartos del mundo que recicla latas de Coca-Cola, del mundo del capuccino Starbucks, del mundo que destina un 1% de la riqueza a los niños que pasan hambre. Ya no es suficiente para que estemos a gusto, después de que se hayan subcontratado la guerra y la tortura e incluso después de que las agencias matrimoniales subcontraten a diario hasta nuestra vida amorosa.

Podemos ver que durante un largo tiempo permitimos que nuestro compromiso político también fuera subcontratado. Lo queremos recuperar. No somos comunistas. Si el comunismo significa el sistema que colapsó en 1990, recordad que hoy esos comunistas son los capitalistas más eficientes y desarraigados. En China hoy tenemos un capitalismo que es aun más dinámico que vuestro capitalismo americano pero que no necesita democracia. Esto significa que cuando critiquéis el capitalismo, no os permitáis que os chantajeen con la idea de que estáis en contra de la democracia. El matrimonio entre la democracia y el capitalismo se ha acabado.

El cambio es posible. Así que, ¿qué es lo que consideramos posible hoy? Sólo hace falta seguir los medios. Por un lado, en lo que respecta a tecnología y sexualidad, todo parece ser posible. Puedes viajar a la luna. Puedes ser inmortal con la ayuda de la biogenética. Puedes tener relaciones sexuales con animales o lo que sea. Pero mirad el campo de la sociedad y de la economía. En ambos, casi todo se considera imposible. Quieres subir un poco los impuestos para los ricos, te dirán que es imposible, perdemos competitividad. Quieres más dinero para sanidad: te dicen, imposible; esto significa un estado totalitario. Algo falla en un mundo donde se te promete la inmortalidad pero en donde no se puede gastar un poco más para sanidad. Puede que debamos marcar nuestras prioridades directamente aquí. No queremos niveles de vida más altos. Queremos niveles de vida mejores. El único sentido en el que somos comunistas radica en que nos importan los bienes comunes. El bien común de la naturaleza. El bien común de lo que es privatizado por la ley de propiedad intelectual. El bien común de la biogenética. Por esto y sólo por esto debemos luchar.

El comunismo fracasó absolutamente. Pero los problemas de los bienes comunes están aquí. Te están diciendo que aquí no somos americanos. Pero los fundamentalistas conservadores que reivindican ser verdaderamente americanos, necesitan que se les recuerde algo. ¿Qué es el cristianismo? Es el Espíritu Santo. ¿Qué es el espíritu Santo? Es una comunidad igualitaria de creyentes que están conectados por el amor mutuo y que sólo tienen su propia libertad y responsabilidad para hacerlo. En este sentido el Espíritu Santo está aquí ahora. Y allí en Wall Street hay paganos que están adorando ídolos blasfemos. Así que sólo necesitamos paciencia. Lo único que me atemoriza es que un día nos vayamos simplemente a casa y después nos reunamos una vez al año, tomando una cerveza y recordando nostálgicamente el buen rato que pasamos aquí. Prometámonos que este no será el caso.

Sabemos que las personas a menudo desean algo pero no lo quieren realmente. No tengáis miedo a querer realmente lo que deseáis. ¡Muchas gracias!


Nunca sabremos dónde estuvimos vivos [continuación y final]

[Esta entrada es la continuación de otra anterior: Nunca sabremos dónde estuvimos vivos]

La variable espacio siempre me ha parecido más perturbadora que la variable tiempo. Al fin y al cabo, el tiempo es una abstracción que la Ciencia ha logrado someter al dictado de los relojes. Mediante ese ejercicio de simplificación, una cosa tan imposible e inexorable como es el tiempo, se ha logrado traducir a un sistema que asumimos como "verdad". Y es verdad por muy sintética y desnaturalizada que presentemos esa forma [racionalista] bajo la cual asumimos el tiempo como un vector lineal infinito, sin principio y sin final... Pero el espacio, en teoría, es una cosa visible, posible y tangible. Cada uno de nosotros somos un pedazo de espacio arrancado y entregado al vacío, también un pedazo de espacio vacío por dentro sí, pero un espacio donde la vida, aparentemente, ocupa, se ve y se puede señalar. Con el lugar donde tiene lugar esa vida ocurre lo mismo...

Al ser el espacio una cosa digamos, "existente" de por sí, cuando se traduce a otro sistema [que no tiene por menos que ser otro espacio] cuesta muchísimo más asumirlo como "verdad", porque, es obvio, el engaño acompaña a esa representación.

No sé si esto es una paradoja o no, pero lo cierto es que el sistema que representa el tiempo, esa cosa que no se ve, deviene en "verdad", mientras que toda representación del espacio, visible por sí mismo, deviene en "mentira". No obstante, ambas variables, espacio y tiempo, tienen en común que solamente pueden ser racionalizadas a través de sus representaciones.

Una forma asequible y obvia de entender la representación del espacio como "mentira" son los mapas. Es de suponer que cuando el hombre estaba insertado en la naturaleza [lo que llamamos Paleolítico y etapas prehistóricas anteriores] no necesitaba representación alguna del espacio. El hombre entonces vivía en ese espacio irrepresentable donde tenía lugar la vida natural; se movía a partir de la necesidad de la comida que obtenía de las piezas animales cazadas; no había necesidad de abstracción alguna. El único objeto que era capaz de representar tenía que ver con esa acción vital y extrema que era la caza: animales. Solamente a partir de lo que llamamos Neolítico, el hombre empieza a representarse a sí mismo y a su entorno. Y aquí es donde el hombre empieza a perder su condición natural para ganarse un universo abstracto, racional e ideológico, que empezará a representar hasta nuestros días.

Desde que empezamos a representar el espacio en forma de mapas, un mapa ha superado al mapa anterior. A través de lo que llamamos conocimiento científico, el lugar donde hemos estado vivos y que hemos representado en imágenes, ha ido transformándose hasta el mapa que hoy atribuimos como "verdad", la Tierra esférica achatada por los polos, con sus movimientos característicos, insertada en un Sistema Solar que a su vez se mueve por nuestra galaxia, la Vía Láctea. Las cosas así, cada adelanto técnico que ha derivado en la transformación del mapa anterior, ha ubicado a las generaciones inmediatamente anteriores en un error de cálculo o de representación. La pregunta es, entonces, ¿por qué a nosotros no nos van a superar los mapas del futuro? ¿Por qué nosotros sí íbamos a saber el lugar en el que estamos vivos?

Los mapas-fotografía sustituyeron no hace mucho a los mapas-ilustración. Esto nos hizo creer que estábamos en lo cierto; ahora obtenemos una representación del espacio a través de cámaras fotográficas y telescopios, lo cual nos refuerza en la idea de pensar que es "verdad" todo aquello que nuestros aparatos fotografían. Desde que surgió la cámara fotográfica, la "verdad" la ha acompañado como un axioma incuestionable [frase de Godard: "La fotografía es verdad; el cine es verdad 24 veces por segundo"]. Y los hombres y mujeres de ciencia, porque no tienen otra opción, se fían a pies juntillas de sus aparatos de medida. Pero también es cierto que no hay ficción sin la mediación de un aparato al que hemos delegado nuestra mirada...

En este punto es donde entra la tercera de las variables, sin la cual el espacio y el tiempo no significarían nada: la luz, el elemento a través del cual todos nuestros aparatos registradores de imágenes logran representar eso que llamamos realidad. A finales del mes pasado un experimento midió partículas subatómicas que parecían viajar a mayor velocidad que la luz. De ser cierto este experimento, las leyes de la naturaleza, apuntaladas en el siglo anterior por científicos como Einstein, y asumidas hasta hoy como "verdad", quedarían dinamitadas. Después de esto, todo lo que venga después, incluidas las representaciones del espacio en el que vivimos, será nuevo, será la nueva "verdad", hasta que llegue otra y la convierta en otro "error" de cálculo... Es esta lógica la que indica que nunca, nadie, sabrá donde estuvo vivo.

Fue precisamente cuando leí la noticia de las partículas que parecen pulverizar la velocidad de la luz cuando rebrotó el recuerdo de mi abuelo cuando me decía que la Tierra era plana. Él no estaba capacitado para imaginarse una Tierra redonda, de la misma forma que nosotros no estamos capacitados para imaginarnos el nuevo mapa que resultaría de un sistema en el que ya es posible una velocidad superior a la de la luz.

Y nosotros, que llamamos "ignorantes" a aquellos que creían que la Tierra era plana... ¿estamos preparados para cambiar de mapa? ¿De qué manera justificaremos la "mentira" en la que también nosotros hemos estado viviendo? ¿Cómo digeriremos la ignorancia propia, nosotros que creíamos que la Historia se terminaba aquí, en nuestra "verdad"?

martes, 18 de octubre de 2011

Nunca sabremos dónde estuvimos vivos

Estos días he recordado cuando mi abuelo me decía que la Tierra era plana. Cada vez que yo trataba de convencerle de que estaba equivocado, que la tierra era redonda y que eramos nosotros los que nos movíamos alrededor del Sol, me solía llamar tonto por creerme todo lo que decían en la televisión. 

Una vez me atreví a demostrarle con una pelota grande y otra pequeña qué era lo que ocurría realmente, y el porqué de los días y de las noches; le hablé de los movimientos de rotación y de traslación. Pero él contraatacó con otro ejemplo gráfico: su mano recta, quieta, era la Tierra; con su muleta hizo un giro completo y dijo, el Sol arriba es el día, el Sol abajo es de noche. 

¡Cómo olvidar esta creencia medieval de mi abuelo! Yo era un niño entonces y me molestaba sobremanera su cabezonería, su ignorancia y su ceguera ante lo que para mí era una verdad absoluta. Cada verano que yo iba al pueblo la conversación se repetía, pero no tuve ninguna vez ninguna posibilidad de hacerle cambiar su forma de pensar. Y recuerdo, por todo esto, que el día de su entierro [yo ya era un adolescente] sentí una pena doble, por lo que yo perdía por su ausencia y por pensar que él se había muerto sin haber sabido nunca dónde había estado vivo.

A los pocos años, la certeza de saber que mi abuelo se murió sin saber dónde estuvo vivo se volvió en mi contra, en forma de pregunta, ¿y yo? ¿yo sé dónde estoy viviendo? Cuando muera, ¿podré decir que he sabido dónde he estado vivo? De niño habría respondido que sí; de adolescente habría dudado, aunque finalmente la arrogancia me habría empujado al sí; de joven habría dudado igualmente, aunque la pose crítica me habría empujado al no; pero ahora, con 38 años, la respuesta, sin ambages, es un no, un no casi rotundo. 

Afirmo entonces que no sé dónde estoy vivo, y cuando muera nunca habré sabido dónde estuve vivo. Explicar esto va a ser complicado, pero allá voy...

(Continuará...)

jueves, 8 de septiembre de 2011

Ataque-ContraAtaque / Plano-ContraPlano


Título del libro: En la cama con el enemigo
Subtítulo: Contra los políticos untados de petróleo, los empresarios que se benefician de las guerras y los medios de comunicación que los encubren
Autores: Amy Goodman y David Goodman
Texto copiado integramente de la página 34
*El único paréntesis del texto es un añadido mío.


Irónicamente, uno de los temas que estábamos cubriendo [los autores se refieren a un programa de Radio Pacífica, de Democracia Now!] mientras los aviones se estrellaban contra el World Trade Center era la relación que existía entre el 11 de septiembre - en este caso, el 11 de septiembre de 1973 -, y el terror. Fue ese día cuando Salvador Allende, que había sido elegido democráticamente líder de Chile, murió en el palacio presidencial en Santiago mientras el general Augusto Pinochet y el ejército chileno se hacían con el poder. Las fuerzas de Pinochet recibieron el apoyo del entonces presidente Richard Nixon y del secretario de Estado Henry Kissinger, y dispusieron de la ayuda financiera de dos grandes compañías multinacionales que operaban en Chile, Anaconda Copper e ITT, ambas con estrechos vínculos con la Administración republicana. Hacíamos ese programa porque habían salido a la luz documentos desclasificados que implicaban todavía más a Kissinger y Nixon en aquel golpe y en la subida al poder de Pinochet, quien dirigió un reinado de terror que duró diecisiete años.

Kissinger una vez comentó que no veía ninguna razón por la que a Chile debiera permitírsele "volverse marxista" simplemente porque "su gente es irresponsable". ¿El resultado? Como ha contado Peter Kornbluh, del Archivo de Seguridad Nacional, el invitado de nuestro programa aquel día, "Pinochet asesinó a más de tres mil cien chilenos, hizo desaparecer a mil cien y torturó y encarceló a muchos más. Clausuró el Congreso chileno, prohibió los partidos políticos, censuró la prensa y se hizo con el control de las universidades. A fuerza de decreto, pistola y descarga de electrodo, impuso una dictadura de diecisiete años que llegó a ser sinónima de abusos de los derechos humanos en casa y de atrocidades terroristas en el extranjero".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Inmersión abisal 7 / El segon pis (Balago, 2004)

¿En qué clase de animal se está convirtiendo Tele 5?




Tele 5 se nutre a sí misma de sus propios contenidos. Ella misma se fabrica a sus personajes y ella misma los explota, exhibiéndolos como personajes de feria en cada uno de sus programas. La cadena entera ha ido asumiendo el modelo de su programa estrella, Gran Hermano, hasta convertirse en una gran casa donde la mayoría de personajes hacen de su vida una experiencia tele-realizada. No, a la cadena de Basile no le hace falta una realidad [externa] para interpretarla; ella misma se construye la suya [interna] con la que alimentarse a sí misma y dar de comer a su audiencia.

El hecho de no interpretar la realidad para convertirla en contenido, convierte a Tele 5 en otra cosa muy distinta a un medio de comunicación. Una de las funciones principales de un medio de comunicación es la de construir opinión pública; y lo único que hace Tele 5 con la opinión pública es neutralizarla. No se puede obviar que es la cadena de mayor audiencia en España, de la misma forma que no se puede obviar que la inmensa mayoría de españoles vota al PP y al PSOE. ¿Casualidad?, no, las casualidades solamente existen en los guiones de Almodovar.

Una de las excepciones, o cuando Tele 5 sale al exterior a mirar qué pasa y para cazar aquello que va a ofrecer a su audiencia, son sus informativos [por llamarlos de una manera que los identifique]. Aquí es donde nos dibuja una realidad hostil, desagradable, oscura, en un ejercicio innegable de sensacionalismo. Casi la mitad de las noticias suelen ser de sucesos; casi la otra mitad, de deportes; el resto, de política y de hechos absurdos... Tele 5, cuando fotografía el exterior, invita constantemente a su audiencia hacia el interior, hacia el repliegue, hacia la zona de seguridad, porque todo ahí afuera parece estar descomponiéndose. Y ni que decir tiene qué tipo de voto [conservador] activa ese mensaje sostenido de miedo...

Tele 5 es ya la viva imagen de su mentor Berlusconi, ese señor atrapado en su falla narcisista, incapaz de dejar de mirarse a sí mismo. Monumento al onanismo patológico, Berlusconi no puede fantasear con otro objeto que no sea él mismo. No hay vida más allá de Berlusconi, de la misma forma que cada vez hay menos vida más allá de Tele 5. Y no deberíamos olvidar que un país no se berlusconiza si previamente no se han berlusconizado sus medios.

Lo dicho, Tele 5 es una escolopendra comiéndose a sí misma...

domingo, 4 de septiembre de 2011

Spam y circo

La semana pasada vi los "MTV Video Music Awards 2011". Nunca antes los había visto, así que, cuando me topé con ellos en un ejercicio de zapping, me quedé, por curiosidad. Del espectáculo [porque, me guste o no, la cosa es espectacular] dos cosas me llamaron la atención: la religión y el racismo que emanaba de cada una de los hechos que tenían lugar en el show

La religión estaba presente en la mayoría de los discursos de los premiados [las gracias a Dios, a Jesús, a la familia, etcétera] y, también, en la descomunal puesta en escena, con un "altar" principal y con varias "capillas" auxiliares, donde se alternaban las actuaciones y las entregas de premios. Para más "inri", cuando Beyonce anunció su embarazo, parecía la mismísima virgen, que se señalaba la barriga sin presencia de macho alguno. No hay duda, Dios ve la MTV...

Admito que leer la MTV en parámetros religiosos pueda no ser más que un derrape subjetivo, pero con lo del racismo la cosa cambia. Y esto es precisamente lo que voy a tratar de explicar a continuación. Buena parte de las actuaciones estuvieron protagonizadas por negros, por negros raperos, para ser más exactos. Lo mismo podría decirse de los planos de los artistas invitados al evento, muchas veces compuestos por grupos de negros, de negros raperos, con sus gorras, sus cadenas de oro, sus gestos, y con su extroversión y "naturalidad" frente a las cámaras.

Aquí es preciso pararse a discernir qué tipos de negros salen en la televisión americana. Son muy pocos; un tipo es el ya citado, negros que salen en los shows de la MTV; otro, los jugadores de la NBA. Antes de citar el tercero y cuarto tipos de negros, habría que decir que estos dos primeros grupos corresponderían a un mismo estereoripo, el del negro que entretiene, de forma positiva, digamos. En el tercero entramos en el tipo negativo, el delincuente, el asesino y el habitante de cárceles y corredores de la muerte. Este tipo de negro es, quizás, el que más se consume en los hogares norteamericanos, a través de sus televisiones, y en formatos tanto de ficción como de información. El cuarto tipo de negro que se consume en los Estados Unidos es, desde 2008, Barack Obama, que sustituyó a Condoleezza Rice y Collin Powell.

Que los negros sean los protagonistas de las historias sería un detalle sin importancia de no ser porque el contraplano de esas historias lo conforman, paradójicamente, los blancos. Bastaba con mirar los planos del público de la gala de la MTV para ver una aplastante mayoría de blancos. Sí que había algún negro, de la misma forma que también había blancos entre los artistas invitados y los protagonistas de las actuaciones, pero en porcentajes muy inferiores. Que la mayoría de invitados al show fueran blancos da una pista más que fiable del espectador-tipo que consume el producto-MTV desde sus casas. Entonces, podría decirse que los negros son un producto de consumo televisivo de los blancos. ¿Sería excesivo llamarlo tele racismo? No sé, lo cierto es que el negro termina siendo consumido por un sujeto blanco. O, dicho de otra forma, la clase media blanca norteamericana quiere a lo negros, pero dentro de sus televisiones, en las imágenes, en condición de objetos...

¿Os habéis fijado en el público asistente a un partido de la NBA? Son en su mayoría blancos, que disfrutan del espectáculo que les regala una mayoría de negros sobre el parquet. Me pregunto si esta distribución que se genera [negros jugando, blancos mirando] únicamente tiene que ver con el filtro económico que provoca el coste de la entrada; también, si esta misma proporción se podría extrapolar a los domicilios particulares de los que ven la televisión en los Estados Unidos. No sé. Lo cierto es que la hegemonía del poder [a pesar de la anécdota del cuarto tipo, Barack Obama] sigue siendo blanca en Norteamérica, lo cual nos indica que la distribución es más un asunto de clases que un asunto económico; el económico derivaría de la supremacía ideológica de unos, los blancos, sobre los otros, los negros. Un clasismo blando si se quiere, pero clasismo al fin, que en el caso yanqui incluye el racismo ideológico en el que ha devenido la [no tan] vieja situación de esclavitud de la población negra por parte de la población blanca.

Un caso similar al de la NBA, pero relacionado al mundo del futbol, me llamó la atención hace unos años. Fue durante el Mundial de Alemania de 2006. La selección de fútbol de Ecuador estaba formada casi integramente por jugadores negros. Cuando la realización de los partidos nos llevaba hasta el público, hasta los seguidores ecuatorianos que se habían desplazado a Alemania para seguir el campeonato de su selección, todos, sin excepción, eran blancos. Entre el público no se encontraba ni siquiera el tipo de ecuatoriano que todos tenemos en el imaginario, el indígena. Después pregunté a un conocido mío, ecuatoriano, del tipo indígena, si sabía por qué ocurría esto. Me respondió que los negros de Ecuador son los más pobres del país, los que se amontonan en las ciudades costeras buscando los trabajos más ingratos. Ellos, los indígenas, conformarían una suerte de clase media, que es la única que tiene opción de desplazarse a otros países para trabajar, en vista de que en su país no pueden. Mientras, los blancos serían los ricos; en el caso de Ecuador, los descendientes de los españoles que no se han mezclado con las poblaciones autóctonas desde hace más de 500 años.

Los casos de Ecuador y de la NBA ejemplifican la distribución del capital a través del espectáculo deportivo, algo que en el caso de los shows de la MTV, se conforma a través del espectáculo musical o del entretenimiento.

Históricamente también el fútbol mundial se ha nutrido de la clase baja para construirse sus mitos. Pelé y Maradona, por ejemplo, provienen de las clases más bajas de sus respectivos países. En general, el fútbol ha sido un deporte de extrarradio, digamos, para entendernos [la excepción sería, curiosamente, Estados Unidos, en donde la mayoría de jugadores de fútbol provienen de la clase media blanca]. Y no sería exagerado afirmar que el fútbol, sobre todo en sus inicios [pero todavía también un poco ahora], fuera un deporte de muchachos que, gracias al futbol escaparon de su porvenir obrero, en el mejor de los casos, o de su porvenir delictivo, en el peor. Este ejemplo casa perfectamente con los negros que juegan en la NBA. ¿Dónde estarían de no haber sido jugadores de élite del baloncesto? O bien en la calle, o bien en la cárcel, o, en el mejor de los casos, rapeando en un show con público blanco.

No hay que olvidar que los antiguos gobernadores de los territorios romanos se intercambiaban a los gladiadores como cromos. También había mucho dinero de por medio, para pagar a las stars-system del momento. Los gladiadores habían sido esclavos y ahora servían como carne de espectáculo que consumían las clases dominantes. Hubieran acabado muertos de no haber sido por que fueron los elegidos para el show del momento. Los gladiadores, también, disfrutaban de la compañia de las mujeres más bellas del lugar, algo que sigue ocurriendo con los jugadores de élite de fútbol en Europa y de baloncesto en Estados Unidos. 

Spam y circo.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Música para un final

Los que me conocen saben que no creo en las historias, sobre todo porque casi siempre habita en todas ellas la imposición narrativa de quien las cuenta. Esta circunstancia me convierte, de una parte, en un lector o escuchador de historias que enseguida desagua la atención bajo la sospecha de estar siendo engañado y maltratado; y de otra, en un escritor o recitador de historias torpe, inseguro, trabado, y siempre disperso. 

Solamente cuando quien me cuenta la historia se antepone como sujeto manipulativo de su propia narración, hago el esfuerzo de mantener una mínima disposición asertiva hacia la historia que me está contando. Por eso me gusta el Godard más impertinente, porque la destrucción previa de la historia gracias a la preeminencia del sujeto que la cuenta es, sobre todo, un trabajo honesto que se hace con el espectador. 

Como ejemplo de esta tara comunicativa valga este mismo texto, que ha surgido de la necesidad misma de contar una pequeña historia y que, tal y como se lee, antes de contarla ya estoy presumiendo de la cautela de anteponerme [como sujeto que la cuenta] a los personajes que no tienen por menos que protagonizarla [como objetos que la sustentan]. 

No sé. Quizás esta dificultad se disfrace precisamente en el ejercicio de dotar de forma a un contenido y, muchas veces, en el eclipse total de la historia por parte de esa búsqueda de la forma; una labor que la mayoría de los contadores de historias realizan previamente a escondidas de los escuchadores; y también un atrevimiento del que, como es obvio, solamente los que no somos contadores de historias podemos presumir.

La historia ocurrió hace unos días, cuando estuve en el hospital visitando a un familiar enfermo. 

En el ascensor pulso el número 3, la planta donde están ingresados todos los enfermos del aparato digestivo. Cuando salgo, busco la habitación 318. Encontrar una habitación de hospital es fácil, más fácil incluso que encontrar una habitación de hotel, pero pocas veces he dejado de sentir ansiedad caminando por un pasillo de hospital. ¿Acaso no es un hospital uno de los peores lugares en los que perderse? Puedo imaginarme pocas situaciones tan embarazosas como introducirme en una habitación equivocada y encontrarme de frente con un enfermo ajeno, tumbado como media res en una cama, o peor aún, toparme con los familiares del enfermo, contagiados ya sin remedio del olor y la tristeza del lugar, sentados en el hastío de las esperas siempre demasiado largas, y listos para escrutarme sin misericordia alguna por haber cometido semejante imprudencia. Sí, en mi caso, toda fantasía localizada en un hospital no puede por menos que ser experimentada como una pesadilla.

Suele ocurrir que la ansiedad oscurece la visión, y enseguida uno se convierte en un sonámbulo ciego cuya única experiencia que le ancla a la realidad es el código de búsqueda que tiene en la cabeza, en mi caso la habitación 318. Seguramente, en el trayecto me cruzo con muchos enfermos, incluidos los dos cuya historia me ha arrancado este texto. Y suele ocurrir también que uno se despierta cuando el código se encuentra. Así ocurre.

A mi tío le han operado unos días atrás, según fuentes familiares, de una hernia que le ha estado estrangulando parte del intestino. Pero no está mejorando tal y como suele ocurrir en estos casos, me dice él mismo. Estamos un rato hablando. Él me pregunta por mi hijo y yo por sus nietos; él por mi trabajo y yo por su tiempo libre de jubilado; y otras cosas que se hablan en familia, hasta que entran un primo [el hijo del enfermo] y su mujer. Hablo también otro rato con ellos. Me preguntan por mi hijo y yo por los suyos; ellos por mi trabajo y yo por los suyos; y otras cosas que se hablan en familia. Después se acercan hasta donde mi tío y se ponen a hablar. Yo me alejo y me ubico justo en el quicio de la puerta. 

Desde allí observo el ir y venir de varios enfermos [el masculino aquí no es genérico] a través del pasillo, caminando con bolsas. El objeto-bolsa es un objeto-terror en el contexto-planta de hospital de enfermos del aparato digestivo. No sé cuanto tiempo estoy allí observándoles, pero como espectador tengo claro que me sitúo como el que observa a los personaje-zombis de "The walking dead". Mirándolos me pregunto dónde queda la dignidad de una persona que tiene una goma enchufada en el culo para echar mierda en el objeto-bolsa. Me imagino yo mismo en esa situación, y me siento entre triste y asqueado de pensarlo e imaginarme enfermo, dolorido, viejo y cansado. Y me acuerdo [porque ya entrado en barrena soy imparable en el drama] de Mario Monicelli, el director de cine que se suicidó hace unos meses, tirándose por la ventana de un hospital, aquejado de un cáncer terminal. Lo dicho, por supuesto que también me pongo en la piel de Monicelli y me pregunto qué habría hecho yo en su lugar, si dejarme morir o matarme yo mismo; aquí no me queda otra que sentir una impotencia indigerible, abismal y nauseabunda entre esas dos alternativas igualmente próximas, apabullantes e irreversibles.

Allí y en ese momento, solamente el drama que sigue, por ajeno, puede sacarme del mío personal. Son una anciana enferma y su compañero, igualmente viejo. Se acercan, a pasos muy cortos, y también muy lentos, desde el fondo del pasillo hacia donde yo estoy. Me fijo en ellos, seguramente porque ella es la primera mujer enferma que veo en esa planta de hombres y porque, además, no lleva el objeto-bolsa con ella. Cuando los tengo más cerca puedo ver que ella viene agarrándose, muy fuerte, a él. El vigor del agarre de esa mano, de ese brazo, al brazo del compañero, contrasta con la debilidad de sus pasos, la extrema delgadez de sus piernas y la fragilidad de su cuerpo. Cuando se ponen a mi altura les oigo hablar..., en alemán u holandés, digo yo, no sé. De primeras pienso que me hubiera gustado saber de qué hablan, pero enseguida sé que no hace falta, porque hay otro lenguaje, universal, cuyos primeros signos ya he entendido: el agarre de la anciana a su compañero y, también, ahora que los tengo a un metro, cuando he visto la mirada grave del anciano a su compañera, y la mirada sonriente y complaciente de la anciana a su compañero. No hace falta ningún lenguaje verbal: la historia, la suya, la que están viviendo en ese momento, ha quedado escrita ya.

Todavía impactado por el relato, me pregunto cómo habría filmado una historia así, tan minúscula como esa, y tan pesada al tiempo en términos dramáticos. Por supuesto que no habría movido la cámara en ningún momento: plano fijo con pasillo y listo. Enfermos yendo y viniendo, como secundarios. La pareja de ancianos, como protagonistas. Mis familiares, en fuera de campo... La luz, la última luz del día, que entra por la ventana del extremo opuesto del pasillo, le da a la escena el contraluz perfecto. Habría que forzar el blanco hasta quemarlo, quizás... Y poco más. 

Cuando la pareja de ancianos se da media vuelta y empieza a alejarse de la cámara imaginaria, el fabuloso contraluz deja en evidencia el pañal de la anciana por debajo de su bata... Y me pregunto si hubiera cabido introducir música a partir de este momento, mientras se alejan... Pero, ¿qué música?, ¿y para qué? Dramática hubiera sido redundante; alegre, patética. ¿Es preciso acompañar ese final con una banda sonora? ¿No es mejor dejar a los personajes solos, alejándose?

La pareja de ancianos se ha metido en su habitación. Ha desaparecido. Vagaron por un lugar de paso; se acercaron hasta la cámara, hasta donde los observaron, allí hicieron constar que estuvieron vivos, y se alejaron hasta desaparecer: un relato mínimo que podría haber sido filmado como la expresión concentrada de una vida entera.

De repente mi primo irrumpirá en la escena. Me costará salir de la película. Me dirá que él piensa que mi tío, su padre, seguramente tiene cáncer de colon, porque no es normal que después de la operación siga así. Yo no sabré qué decirle, porque todavía tendré los títulos de crédito en la cabeza. Después hablaremos de los objetos-bolsa. Él me dirá que no lo soportaría y yo le hablaré del suicidio de Monicelli. Entraré en la habitación, hablaré con mi tío y me despediré, pensando en una música para el final.

Y, de vuelta a casa, me preguntaré: ¿qué música?, ¿para qué?








miércoles, 31 de agosto de 2011

Inmersión abisal 6 / Para entonces habrás muerto, Tannhäuser (2009)

sábado, 27 de agosto de 2011

¿Por qué justo ahora el PNV ondea la bandera de la autodeterminación en Madrid?

Parecía un chiste o una inocentada pero no, el PNV iba en serio: quiere incluir el derecho a la autodeterminación del País Vasco en la Constitución española. El intento sería en forma de enmienda en el debate parlamentario del que saldrá la reforma constitucional que han pactado el PSOE y el PP para incluir el techo de gasto. La perla la soltó Josu Erkoreka, portavoz del Grupo Vasco en Madrid, y la suscribió Iñigo Urkullu, presidente del PNV [léase en el blog de Urkullu La reforma constitucional es posible].

¿Un simple globo sonda? No, porque los globos sonda se caracterizan por ser propuestas más o menos viables [esta no lo es, de momento] que los partidos lanzan a la opinión pública para pulsar como respiran, como se encajan, y qué reacciones suscitan... Y si no es un globo sonda, ¿qué es? Pues sobre todo una tomadura de pelo, o lo que es lo mismo, una forma de reírse en la cara de todos los ciudadanos vascos que se toman muy en serio el derecho de autodeterminación y que lo viven como una de sus prioridades políticas.

El PNV sabe que es imposible colar en la Constitución el derecho a decidir [porque ni PSOE ni PP van a admitirlo] y mucho más, en su reforma creada "ad hoc" para el techo de gasto. Entonces, ¿a qué juega el PNV?  La cosa es que esta maniobra, a pesar de parecer un chiste o una inocentada, se convierte en una broma pesada y muy perversa, en tanto que eso que ahora quieren insertar en la Constitución [el derecho de autodeterminación del pueblo vasco], es, precisamente, el nudo gordiano del conflicto político vasco-español [de alrededor de 200 años de antigüedad] que ha desembocado en un conflicto armado [que se ha alargado durante los últimos 50 años] que ha ocasionado más de 800 muertos y otros tantos presos de ETA dispersados por la cárceles españolas. Y ahora, el PNV, como por arte de magia, dice que es posible meterle a la Constitución española el gol de la autodeterminación vasca. Vamos, que Urkullu y los suyos dicen que pueden terminar, ellos solitos y así de fácil, con el conflicto vasco, de un plumazo... ¿Por qué el PNV toma por gilipollas a los ciudadanos vascos?

La única justificación que podría tener esta propuesta delirante es que sea parte de una estrategia pre-electoral, lo cual no la eximiría de la tomadura de pelo que en realidad es pero que, al menos, la haría susceptible de ser más compresible. Porque una cosa es cierta, el PNV no da una sola puntada sin minucioso cálculo electoral previo.

Aquí entra la variable Bildu y todo lo que ha venido ocurriendo en Euskal Herria en los últimos meses. La agrupación electoral formada por Eusko Alkartasuna, Alternatiba y los independientes abertzales de izquierdas consiguió unos resultados en las elecciones municipales y forales de mayo que la pusieron, en tanto que fuerza electoral, a una altura equiparable al PNV. Dicho de otra forma, la irrupción de Bildu hace tambalear la histórica hegemonía nacionalista del PNV.

Para las próximas elecciones generales del 20-N Bildu podría presentarse con la inclusión de Sortu [si antes el Tribunal Constitucional falla sentencia favorable a su legalización] y de Aralar [partido con el que Bildu está en negociaciones], además de los ya incluidos EA y Alternatiba, lo cual apunta a resultados mejores con respecto a las municipales y forales de mayo. En su afán por sumar fuerzas, Bildu [trad: reunir, juntar] le propuso al PNV acudir juntos a las generales para ejercer mayor fuerza y presión en los asuntos relacionados con el derecho de los vascos a decidir libre y democráticamente su futuro. El PNV reaccionó con pataleta y la respuesta fue que no, pero que si hacía falta se llegarían entre ambos a acuerdos puntuales en lo relacionado con las exigencias autodeterministas; y poco más... excepto esto, que el portavoz peneuvista en Madrid, Josu Erkoreka, se despachó agusto en una entrevista, en la que decía desconfiar de una agrupación [Bildu] que ni ella misma sabía lo que era, por incluir sensibilidades políticas tan dispares como "los opusdeístas de EA y los maoístas independientes". Esto es mi-e-do.

Es en este contexto, y aprovechándose de que se va a reformar la Constitución, en el que el PNV se saca de la txapela la bandera autodeterminista y la ondea, con pose provocadora, en Madrid, unos meses antes de que lo haga Bildu. De esta manera se retrata ante la sociedad vasca como los primeros [antes que Bildu] en reclamar la autodeterminación en el Parlamento español [se obvia la etapa de la transición en la que HB la reclamó]. Está claro: el principal enemigo del PNV en las elecciones del 20-N no son ni el PP ni el PSOE, es Bildu.

En conclusión, que es evidente que el PNV ha sacado ya la artillería pesada para que se pasee a través de sus discursos. Teme que Bildu le adelante por la izquierda y le arrebate el protagonismo "vasquista" que ha tenido en el Parlamento de Vitoria-Gasteiz y, sobre todo, en el de Madrid. Solamente el miedo electoral puede sostener este "giro" autodeterminista, o esta broma de incluir el derecho a decidir en la reforma constitucional que va a incluir el techo de gasto. 

Su táctica, entonces, respondería a la necesidad de querer participar de tú a tú en el campeonato de culturismo abertzale que tendrá lugar el 20-N, pero con la vista puesta ante todo en las autonómicas vascas de dentro de 2 años. En vista de que su máximo contrincante ha demostrado tener unos músculos de aupa, el PNV se ha visto obligado a atajar por el camino de los anabolizantes. O, haciendo uso de otro símil estupefaciente, se podría afirmar que el PNV, con 116 años de historia, partido viejo donde los haya, no ha tenido por menos que ingerir viagra abertzale para ponerse a la altura sexual de ese joven macho llamado Bildu que, en vista de los últimos resultados electorales, ha venido a cortejar a las hembras votantes, quizás insatisfechas con el viejo macho de la manada.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Inmersión abisal 5 / Bu San, Arbol&Fibla (2009)

sábado, 20 de agosto de 2011

¿Qué debe ocurrir para que España supere la Transición?

1. Que Manuel Fraga y Santiago Carrillo se mueran lo antes posible. Paciencia: valdría también una muerte por causas naturales.

2. Que Adolfo Suárez, antes de morir, recupere la memoria..., preferiblemente la memoria histórica. 

3. Que el rey firme una retro-abdicación en favor de su difunto padre Juan de Borbón, para que los derechos sucesorios de la Corona entren en una paradoja espacio-temporal y no quede más remedio que instaurar una República perpetua.

4. Que Felipe González y José María Aznar, en una rueda de prensa conjunta, reconozcan que nunca debieron ser presidentes del gobierno, porque lo suyo era el servicio interesado al sector privado multinacional.

5. Que José Luis Rodríguez Zapatero se vaya a comprar tabaco y no vuelva. Y si es preciso mantener a Paco Lobatón en una celda de aislamiento, procédase.

6. Que Mariano Rajoy, Alfredo Pérez Rubalcaba y Rosa Díez pacten la fundación de un nuevo partido que incluya el ideario común del PP, del PSOE y de UPyD. Sugerencias: el PPT, el Partido de la PostTransición; y Toni Cantó, nuevo presidente del Gobierno.

7. Que los que quedan vivos de Los Secretos y los que quedan vivos de Nacha Pop no saquen más discos recopilatorios.

8. Que evacúen de vivos y cadáveres enterrados el Valle de los Caídos, que acordonen la zona 5 kilómetros a la redonda y que lo vuelen con todo el arsenal que ETA tenga repartido en todos sus zulos.

9. Que el gobierno de turno declare la voladura del Valle de los Caídos como un evento de Interés General, para que los patrocinadores tengan sus beneficios fiscales y TVE pueda emitirlo en prime time.

10. Que el resultado de la explosión se declare MVE (Monumento Vanguardista Español) y que lo inaugure Baltasar Garzón. El documental en blanco y negro correría a cargo de Isabel Coixet con los comentarios de Victoria Prego.

[Punto póstumo: También hubiera sido una buena contribución a la superación de la Transición que Leopoldo Calvo Sotelo, antes de morir, hubiera recuperado el sentido..., preferiblemente el sentido del humor.]

lunes, 15 de agosto de 2011

Inmersión abisal 4 / Truth becomes death, Nadja (2005)

miércoles, 10 de agosto de 2011

Guarida de fieras furiosas por su secuestro (Manuel Delgado)

 
NOTA: Lo que sigue es el texto íntegro de la última entrada que el antropólogo Manuel Delgado ha publicado en su blog El cor de les aparences, titulada "Guarida de fieras furiosas por su secuestro: la revuelta social en Inglaterra y la Nueva Inocencia".
 
En mi tesis doctoral sobre la iconoclastia en la España contemporánea planteaba que la principal dificultad para llevar a cabo mi trabajo había sido la hegemonía absoluta de interpretaciones en clave espasmódica e irracional de las acciones de violencia colectiva, considerándolos estallidos psicótcos del populacho. Esas lecturas son las que los medios de comunicación y los “especialistas” a los que invitan a pronunciarse están empleando en exclusiva para “diagnosticar” las razones de las revueltas sociales de ahora mismo en Inglaterra. He pensado que algún párrafo de la introducción de Luces iconoclastas (Ariel), uno de los libros en que se concretó aquella tesis doctoral, podría ser pertinente aquí.

Lo que de veras produce ansiedad a la hora de explicar las acciones más radicales de masas desde las ciencias sociales o la historia no es su aspecto irracional, sino su inorganicidad. Las masas anticlericales no tienen corazón, en el doble sentido de epicentro orgánico y lugar de la lástima. Tampoco tienen cerebro, en el sentido de núcleo neurálgico o de capacidad para el sentido común. De ahí que se repita por los historiadores más serios que no siempre es posible analizar los disturbios anticlericales por medio de la simplificadora clave de una conspiración interesada, una manipulación hipnótica por parte de líderes carismáticos o la actuación de una minoría de agitadores teledirigidos. Si se me permite el juego de palabras, diríamos que la muchedumbre puede tener «cabecillas», pero no cabeza, no sólo en el sentido de que «la haya perdido» –como suele decirse de las masas enfervorizadas por cualquier causa–, sino también en el de que es políticamente acéfala y exacerba la mecánica básica de la autogestión social. Asusta a todo Estado, puesto que no tiene estado. A las multitudes las guía un impulso al mismo tiempo lúcido y ciego. El problema historiográfico, sociológico y antropológico que plantea la violencia iconoclasta de las masas urbanas en España, su condición de enigma incómodo y desasosegante, es un episodio más de esa otra desazón todavía mayor que le provoca a esas disciplinas –que lo son de lo cristalizado, de lo teleológico, de lo social sensato–, lo que es inorgánico, lo indefinido y ambiguo, pero extraordinariamente expeditivo. No hay lugar en esos saberes todavía para lo inopinado, lo que no está claramente estructurado, a pesar de lo cual –o precisamente por ello– demuestra unas cualidades estructurantes infinitas. Lo incalculable de las sociedades. Lo social salvaje.

Por el contraste que presentan entre la extrema simplicidad de su ideología y la no menos extraordinaria complejidad de su funcionamiento, las masas han asustado epistemológica y metodológicamente, pero sobre todo han asustado políticamente. Son las muchedumbres lo que acaba de desbaratar la ilusión de armonía y equilibrio que todo orden político sostiene en relación con la sociedad que administra y cree dominar. Las multitudes son la materia prima de lo social moderno, al tiempo que su componente diabólico larvado. Los razonamientos de la muchedumbre, sus resoluciones y sus iniciativas no se pueden reducir a una suma de lo que sienten o piensan cada uno de sus componentes individuales. Las multitudes encarnan, mucho mejor que cualquier otra instancia social, lo inmanejable, lo inquietante, lo monstruoso de las sociedades modernas, o acaso de cualquier otra forma de convivencia humana. Desde esa óptica se entiende que el protagonista de «El hombre de la multitud» –el célebre cuento de Edgar Allan Poe– sea un individuo fantasmagórico que va de un lado para otro sin descanso, cargándose de la energía que le prestan las muchedumbres londinenses con las que busca desesperadamente mezclarse. En ese personaje Poe adivinaba «el arquetipo y el genio del profundo crimen», poseedor de un secreto horrible que no se podía expresar, un misterio que no permitía ser revelado. En su rostro se hallaba inscrito todo aquello que por misericordia divina er läst sich nicht lesen, «no se deja leer». 

Recuérdese que era el ejemplo de las muchedumbres lo que le permitía a Durkheim pasar de la naturaleza social del psiquismo a la naturaleza en ultima instancia psíquica de lo social. Es por ello que la acción de las masas vendría a ser algo así como la escritura automática de la sociedad. De ahí esa amoral independencia práctica y cognitiva de las masas, lo sorprendente e imprevisto de sus acciones, y sobre todo su falta de «valores», puesto esa consciencia colectiva excitada raras veces puede experimentar sensaciones tan intrínsecamente privadas como son la piedad o la ética. De ahí el fastidio de quienes se empeñan en reconocer en las multitudes en acción la imagen del inexistente «pueblo», que se indignan cuando esos conglomerados humanos pasan de la fantasía a la mediocridad, del heroísmo a la estampida, de la épica al pánico, de la desobediencia al servilismo. Las masas, en efecto, pueden ir de los furores más inconcebibles a ejecutar las más disciplinadas coreografías, y hacer todo ello en función de criterios que tienen que ver con un automatismo social que el observador individual –ni siquiera en tanto que investigador social– está en condiciones de reconocer en primera instancia. Ajenas a todo «principio superior» que les aleje de los objetivos de su acción, el único estado de ánimo que conocen las muchedumbres históricas en agitación es el entusiasmo, la urgencia. Sólo le interesa lo inmediato. Es comprensible: la muchedumbre activada no existía antes de existir, y desaparecerá luego de su propia epifanía. Vive sólo para el momento en que se reúne. Siempre va con prisas, lo que quiere lo quiere ahora, y lo quiere ahora porqué está convencida de que su poderío no tiene límites. Las masas, como escribía Simmel, «tienen poca cosa qué perder, mientras que creen que pueden ganarlo todo».

En esa bajada a los infiernos en que hierve lo social el espacio tendrá un papel importante. De una preocupación por el territorio que lo ve como el asentamiento lógico de las identidades o como escenario de la buena relación entre actores y sistemas sociales, se pasará a percibir toda territorialización en clave de la violencia que lo fundara en un momento dado y que, larvadamente, no deja en ningún momento de reinstaurarla en sus límites, liberándola por la fuerza de las presencias percibidas como impuras, salvándola de las acechanzas malignas que se habían localizado en su seno.

El espacio social queda delatado ahora como escenario para una crispación multiforme, una sociabilidad inhumana y sucia, que dirige su atención liquidadora hacia lo considerado al mismo tiempo sagrado e inaceptable, lo que ha sido señalado como a suprimir de cuajo. 

Las luces iconoclastas nos han permitido leer lo que está escrito entre líneas en la ciudad y adivinar ese transfondo opaco, la dimensión agonística de la vida colectiva, una desavenencia endémica, un ajuste de cuentas largamente aplazado entre segmentos que viven juntos odiándose a muerte, que mantienen entre sí un disenso constante e irrevocable que, lejos de llevarles a la ruptura, les arrastran a una convivencia obsesiva, hecha de una rueda interminable de agravios y amenazas, cuya culminación –una y otra vez aplazada– sólo puede ser el incendio y la carnicería. En el centro de ese espacio está, permanentemente activado y disponible, lo innombrable, lo que no se puede pensar ni representar, aquel «principio de crueldad» que evoca Clément Rosset, advirtiéndonos cómo no en vano del latín cruor deriva crudelis, «cruel», pero también crudus, «crudo», lo no cocinado, lo sangrante, lo asqueroso. 

¿Será posible alguna vez una ciencia que dé cuenta de ese lado intransparente de las mecánicas sociales, una sociología, una antropología, una historia que se hagan cargo de ese esquema velado que ordena lo social a base de desorganizarlo constantemente, ese desbarajuste que no niega, ante al contrario, que funda y alimenta la vida social? ¿Podrá ser que las disciplinas que se proclaman competentes para hablar de la sociedad osen algún día adentrarse en el espejo que les brindan a las comunidades humanas los hechos más espantosos que ocurren en su seno? Contemplando las grandes ceremonias anticlericales, su espantoso esplendor, su eficacia, lo al tiempo bestial y escrupuloso de su ejecución, puede uno entender a qué se refería Robert Veneigem cuando, en su Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones (Anagrama), hablaba del intermundo y de la nueva inocencia, esa franja de subjetividad turbia, roída por el mal del poder, descampado que contiene la crueldad esencial y primera, un super-espacio-tiempo en el que se prodigan las llamaradas, el sadismo, las obsesiones, «una guarida de fieras, furiosas por su secuestro».