En la fotografía, Ratzinger comparte encuadre con una estatua del niño Jesús, autodenominado por el mundo cristiano como Salvador y Redentor. El fotógrafo ha querido meter en foco a la estatua, en detrimento del jefe de la iglesia católica, autodenominado Benedicto XVI. De esta forma, el Papa parece estar sumido en la confusión y la perplejidad frente al esplendor siniestro de la figura con las astillas clavadas en su cráneo. Esta representación del niño ensalza su cuerpo desnudo, en fuera de campo en esta fotografía; también la entrepierna del Pontífice se mantiene, siempre, en fuera de campo, sobre todo cuando se le pone la moral tiesa.
La confusión y la perplejidad de este hombre pueden venir de la imposibilidad de perpetrar su deseo, en tanto que el artista que hizo la estatua, con buen criterio, obvió el detalle realista del ano para construir un agujero ciego a ras de piel.
La fotografía corresponde a la tradicional Misa del Gallo, lugar tradicional de reunión de pervertidos. En un momento de la orgía religiosa, B16 dijo que los no creyentes solamente se aman a sí mismos. Las ovejas aplaudieron, y, todas, sin excepción, miraron al objeto de su deseo, al niño.
25 de diciembre: ¡fun, fun, fun...!