miércoles, 8 de agosto de 2012

Canciones para antes de una guerra (3) / "Sweet love for planet earth" (Fuck Buttons, 2008)


domingo, 5 de agosto de 2012

Una mendicidad espectacular

Le he visto llegar a la puerta de la sucursal que tiene Barclays Bank en la calle Postas de Vitoria-Gasteiz, junto a la Plaza de Virgen Blanca. Yo estaba tomando el café de mediodía de los domingos, en el Marañón, que no está enfrente pero casi... Cuando ha sacado la pancarta todavía no sabía que era un mendigo; a decir verdad, de primeras le he tomado por un artista callejero que está preparando su actuación. 

Hoy es 5 de agosto, día grande de las fiestas patronales de la capital alavesa,
y decenas de artistas callejeros animan el paseo a los gasteiztarras que celebran sus fiestas patronales; esto me ha despistado, unido a las primeras palabras que el mendigo me dejaba leer en la pancarta mientras la fijaba en el escaparate del banco, "Querido público...". Porque donde hay un público hay un espectáculo...

He querido leer las palabras que el artista callejero tenía escritas en la pancarta, pero su acción me ha llevado al cubo de basura azul que ha dejado delante de la pancarta. ¿Qué será? Acto seguido se ha sentado a esperar... ¿a esperar el qué? Entonces es cuando he leído el texto íntegramente:

Mi querido publico, es triste tener que pedir y además muy bergonzoso pero más triste es que mis hijos me pidan pan y no tenerle para dárselo. Estoy viviendo en la calle con mucha miseria y hambre y mis hijos come un cacho de panes grasias a ustedes. Antes todos teníamos trabajo y ahora pocos lo tiene. Quiera Dios que nunca les pase ni a ustedes ni a sus hijos lo que a mi me esta pasando. Ayundanme. Muchas gracias.

Ahora el artista ya es un mendigo; pero es un mendigo peculiar, pienso. Le miro: por su aspecto podría pasar por el artista callejero por el que le he confundido al principio. Me fijo en el cubo de basura azul y me percato de la ranura que tiene para introducir el dinero. Ahora me fijo en la puesta en escena (puesta en escena sí, así lo he pensado) en conjunto. Varios paseantes se han detenido y han leído el mensaje verbal; dos han echado algo de dinero; y uno incluso se ha puesto a la altura del mendigo para cruzar unas palabras con él.

Una mendicidad espectacular pienso, vista desde aquí; y de ficción, en comparación a la podría considerarse una mendicidad documental, la del mensaje corto y mal escrito en un cartón mal cortado, vestimenta zarrapastrosa del mendigo y posición de pedir digamos, muchas veces de rodillas incluso... Una mendicidad de ficción, para entendernos, sería la de aquel mendigo que vi en Sevilla, que había escrito en un cartón "Necesito ayuda: no me llega para un Ferrari". Esta forma de pedir dinero con uno de los recursos del entretenimiento espectacular, el humor, seguro que da más "beneficios" que la tristeza (y la invitación a la compasión) que pretende proyectar la mendicidad documental...

Volvamos a nuestro mendigo. Varios elementos convierten su mendicidad en un algo espectacular (en comparación, no lo olvidemos, con la mendicidad documental). Nuestro mendigo espera la limosna en posición contemplativa; ha flexionado las piernas para abrazárselas por debajo de las rodillas. No pide; espera a que le den. La diferencia no es baladí. 

Además, nuestro mendigo ha elegido la puerta de un banco en cuyo escaparate hay una hermosa postal en tonos azules, que vende un estilo de vida ideal, con un eslogan que habla de la suerte de sentirse único... ¿Casualidad esta ubicación? Las casualidades solamente existen en las películas de Almodóvar.

Pero lo que más llama la atención, es el tamaño de la pancarta y, en consecuencia, el tamaño del texto. Muy lejos del laconismo de los textos mendigo-documentales, que los lees sobre la marcha, lo que aquí nos encontramos es un texto muy largo, que busca, al menos, dos efectos. El primero, que te detengas enfrente del mendigo. Recordamos la estrategia de nuestro mendigo para enganchar a los potenciales dadores de limosna, refiriéndose a ellos como su querido público. El segundo, como suele decirse, es llegar al corazón... El texto largo, en un formato tan grande, de pancarta en vez de cartón, funciona, porque pararse delante de un mendigo obliga más, bastante más, a echarse la mano al bolsillo, que si lees sobre la marcha y ni siquiera te paras. Es el mismo mecanismo de venta que usa un artista callejero... 

Entonces ahora el mendigo vuelve a ser un artista. Me levanto y le hago una fotografía, de la misma forma que se la haría a un mimo. Esta:


sábado, 4 de agosto de 2012

Berlín: sinfonía de una gran ciudad (Walter Ruttmann, 1927)

La tercera década del siglo pasado terminó con el crack bursátil, guinda dramática y documental que puso fin a esa ficción que ha pasado a la historia denominada como los felices 20.

La burbuja financiera mundial había provocado, entre otras cosas, una industrialización brutal en las urbes, algunas de las cuales no tuvieron por menos que crecer exponencialmente en muy pocos años. Fue un fenómeno social sin precedentes...

Muchos directores de cine pusieron sus ojos sobre este surgimiento de lo urbano, y nos regalaron su mirada en forma de películas. Son filmes donde la única protagonista es la ciudad y donde los ciudadanos [quizás por primera vez en el cine] fueron retratados en su verdadera magnitud, esto es, como personajes anónimos, miembros de una masa, hormigas al fin y al cabo...

Jean Vigo retrató Niza en 1930 [Ver A Propósito de Niza]; lo mismo hizo un año antes Dziga Vertoz con Moscú [Ver El hombre de la cámara]; y lo mismo Walter Ruttman con Berlín, en 1927. Ya en la década siguiente, en 1931, el cineasta portugués Manoel de Oliveira [todavía entre nosotros, con 103 años], retrató Oporto [Ver Douro: Faina Fluvial]. Se les llamó sinfonías urbanas.

He aquí "Berlín, sinfonía de una gran ciudad" (Walter Ruttman, 1927):


jueves, 2 de agosto de 2012

Canciones para antes de una guerra (2) / Ben Frost Live Performance - Visual Notfromearth (2012)