miércoles, 29 de junio de 2011

70 millones de euros a la mierda

Era la época de la felicidad, cuando todavía no se había "indignado" casi nadie [o solamente los de siempre]. La época del progreso, de la prosperidad. El futuro, decían los más apologetas de la especulación. Todas los alcaldes proyectaban áreas residenciales, buena parte de los ciudadanos [algunos de ellos, ahora, "indignados"] hacían cuentas con la inversión de la compra venta de sus casas, y babeaban de satisfacción. Cada ciudad presumía de su Centro de Arte Contemporáneo. Etcétera, etcétera, etcétera. El progreso, la prosperidad, y la felicidad... Había dinero, sobraba dinero. Y había empresas entre las que se podía repartir el bendito excedente, la gloria del capital... También en las infraestructuras, también en la multiplicación de las líneas del TAV [Tren de Alta Velocidad].

Recuerdo a Pepe Blanco haber dicho que España era el país europeo con más kilómetros de alta velocidad entre raíles. Recuerdo haberle oído destacar que la nueva variable era el tiempo, eso es, que las distancias habían dejado de medirse en kilómetros [esa idea obsoleta del pasado] para pasar a medirse en tiempo [esa idea embriagante del futuro], en horas, ¡qué digo en horas...!, en minutos. 

La tontería era tal que quien discrepaba enseguida era tachado de ingratitud con el progreso... Se decía que los que cuestionábamos ese derroche feliz queríamos involucionar poco menos que a la Edad Media; que el futuro era eso y que no se podía decir no al futuro. La comunicación entre dos puntos en el menor tiempo posible, ese era el axioma que, convertido en pregunta [¿quién puede oponerse a que la comunicación entre dos puntos se produzca en el menor tiempo posible?], generaba de forma automática una respuesta: "nadie puede oponerse porque nadie sensato puede decir que no al progreso tecnológico y a las oportunidades que nos ofrece".

Hoy se ha sabido que RENFE va a eliminar el servicio del AVE directo entre Toledo, Cuenca y Albacete. ¿Por qué? Porque tenía una media de 9 viajeros al día; 9 viajeros de un total de 2190 potenciales. ¿Cuánto tiempo ha durado el servicio? Poco más de 6 meses. ¿Cuánta inversión se volcó sobre las obras del TAV que comunicaba entre sí estas tres ciudades manchegas? 70 millones de euros. Entonces, si el futuro era conectar estas ciudades en el menor tiempo posible, la fotografía del postfuturo son esos 70 millones de euros tirados a la mierda.

La fiebre del TAV [AHT en euskera: Abiadura Handiako Trena] también llegó a la Comunidad Autónoma Vasca [CAV]. El proyecto se llamó "la Y [griega] vasca", porque esa es la letra que se forma al conectar las tres capitales vascas:

Desde el principio varios colectivos se opusieron, incluidos los vinculados a la izquierda abertzale, por el derroche, por el impacto medio-ambiental, por lo que fuera... Con esto todo estaba dicho ya: los de siempre diciendo que no, los anti-progreso, los anti-futuro, los anti-todo y los pro-medievales. Además, ETA ensució la causa poniendo un muerto sobre la mesa [Inazio Uria, uno de los constructores de la línea vasca de alta velocidad]. Lo que faltaba: si estabas en contra del TAV, eras de la ETA; además de ser anti-todo y pro-medieval, eras un terrorista.

Sí, yo estoy en contra de la "Y [griega] vasca". Mi oposición no tiene que ver con la conexión de Euskal Herria con Madrid y con París [en las largas distancias, la alta velocidad puede "justificarse"], pero sí con la [falsa] necesidad que nos han vendido, y que tiene que ver con que las distancias entre las tres capitales de la CAV se verán altamente recortadas por el tiempo que se ahorrarán los usuarios en los trayectos.

La CAV en su conjunto es como una gran ciudad. Hay multitud de desplazamientos diarios entre las tres capitales. Pongo el ejemplo de mi lugar de trabajo. Está en San Sebastián, pero la mayoría de los trabajadores se desplaza desde Bizkaia [Santurtzi, Barakaldo, Algorta, Durango, entre otros lugares]; otros tantos lo hace desde otros lugares de Gipuzkoa [Irún, Pasajes, Hondarribia, Zarautz...] y yo desde Álava, concretamente desde Vitoria-Gasteiz. Si continuo con el ejemplo, muy pocos de mis compañeros podrían coger el TAV para desplazarse a su lugar de trabajo porque, evidentemente, no tendrían a mano las estaciones de Bilbao y San Sebastián. El problema es que los territorios de Bizkaia y Gipuzkoa están salpicados de pueblos y ciudades de mediano y gran tamaño, y buena parte de los desplazamientos diarios parten de estos pueblos y ciudades. 

¿Qué tipo de infraestructuras conectan ahora los pueblos y ciudades vascas? Un rápido repaso... si hablamos de coches particulares... La A-8 conecta Bilbao y San Sebastián [casi 10 euros de peaje] y la única vía alternativa es la N-634 [casi 2 horas para recorrer poco más de 100 kilómetros]. La conexión entre Vitoria-Gasteiz y Bilbao puede hacerse por la A-68 [casi 5 euros de peaje], con la N-240 como alternativa [una hora en poco más de 50 kilómetros]. Por último, entre San Sebastián y Vitoria-Gasteiz, la conexión surge de unir la AP-1 más la A-8 [casi 10 euros de peaje], con la N-1 como alternativa gratuita. Si hablamos de trenes convencionales, sí hay oferta, pero no es satisfactoria, al contrario que los autobuses, en donde no faltan viajes con unas frecuencias más que aceptables. 

¿Y qué oferta de transporte ferroviario hay entre las ciudades vascas pequeñas y medianas? En Bizkaia, además de RENFE [desplazamientos largos] está Euskotren, que comunica varias poblaciones vizcaínas con Bilbao; en Gipuzkoa, RENFE, Euskotren y FEVE [otro servicio de cercanías, de vía estrecha]. En Álava solamente opera RENFE, porque no hay apenas poblaciones medianas o grandes en el territorio, exceptuando Vitoria-Gasteiz, Llodio, Agurain, y pocas más. 

Cabe preguntarse: ¿por qué no se invierte más en las infraestructuras ferroviarias ya existentes? En frecuencias, en renovación de la maquinaria, en nuevas líneas, etcétera. Aquí se producen el grueso de los desplazamientos, entre Ordizia y Hernani, entre Arrasate y Eibar, entre Basauri y Durango, entre Agurain y Llodio..., entre todas ellas y las tres capitales vascas, y, también, entre las tres propias capitales vascas.

Las obras del TAV en la CAV tienen un presupuesto, aproximadamente, de 6.000 millones de euros [casi 5.000 euros por ciudadano vasco]. Seguramente, con menos de la cuarta parte de ese desembolso [es una estimación personal, especulativa], las necesidades [digamos reales] quedarían completamente satisfechas. Se podría decir lo mismo con las carreteras, y con la construcción de verdaderas [y gratuitas] alternativas de desplazamiento entre las tres capitales vascas. Con estas necesidades cubiertas [que son las que acercan a los ciudadanos entre sí y a los ciudadanos con sus lugares de trabajo, ocio y turismo], y si hubiera dinero restante, yo diría que sí a la "Y [griega] vasca" y a la "I [latina] española"... 

[No vamos a hablar de los precios del TAV, que terminarán por definir un usuario concreto, seguramente poco aproximado al perfil obrero, o trabajador al uso...]

En fin... Esta mañana, mientras leía lo que ha ocurrido en Toledo, Cuenca y Albacete he pensado que la prisa quizás [nos] apriete, pero que la prisa por el futuro quizás termine ahogándo[nos]. Bildu ha ganado las elecciones en las Juntas Generales de Gipuzkoa; y Martín Garitano es el Diputado General. Históricamente, la izquierda abertzale ha estado en contra del TAV, pero Eusko Alkartasuna [EA], otro de los partidos que componen la agrupación Bildu, en su momento fue uno de los impulsores del proyecto. Por esto,porque pisar "moqueta" cambia [se dice que Bildu quiere cambiar las instituciones, pero antes podría ocurrir que las instituciones y el poder cambien a Bildu], y porque gobernar en minoría supone dejarse muchos pelos en la gatera, creo que Bildu no parará el TAV. Su último mensaje [ferroviario, sin citar el TAV] fue: "abogamos por un tren social", que supongo que será algo parecido a las necesidades que yo he expuesto más arriba. Así todos ganan, las multinacionales con el TAV, y los ciudadanos con el tren de toda la vida, pero mejor.

¿Será que no soy feliz, que no creo en el futuro, y menos en el progreso? ¿Será que soy anti-todo y pro-medieval? No sé...



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sábado, 25 de junio de 2011

Los talibanes de la historia

Los talibanes de la historia suelen escribir la palabra historia con mayúsculas. La distinción mayúscula señalaría, sobre todo, una unicidad [existe una historia y es esta, y no puede ser otra] cuyo significado político sucumbe en la imposición de su [única] lectura. Y la imposición de la historia [con mayúsculas] suele travestirse muchas veces con el arma [siempre cargada] de la objetividad. 

Las cosas así, los talibanes de la historia suelen atribuirle al historiador la marca de un cuerpo sin ideología, capacitado como nadie para expulsar relatos sin sujeto, limpios de polvo [ideológico] y paja [mediática]. Para los talibanes de la historia, los historiadores tienen el deber de ser máquinas expendedoras de objetividad.

¿Y los lectores [talibanes] de la historia con mayúsculas? Ellos solamente se embriagan cayendo en la ilusión de que aquello que les están contando sobre el pasado fue realmente así, con esos pelos [impuestos] y con esas señales [objetivas]. Así son los mapas de los talibanes...

Los talibanes de la historia con mayúsculas aborrecen las historias con minúsculas. Primero porque incluyen la interpretación subjetiva del historiador [que no es más que un pobre sujeto ideológico]; segundo, porque ese ejercicio interpretativo dinamita la unicidad sagrada talibán [cada historiador cuenta una historia diferente sobre un mismo hecho]; y tercero, porque todas las historias con minúsculas que se escriben sobre hechos del pasado suelen exhibir, orgullosas, el hedor del presente [no hay hecho pasado que pueda digerirse sin los ácidos estomacales que habitan en el presente].

Estas tres respuestas desembocan en una sola, y que es la mayor de la blasfemias que puedas proferirle a un talibán: el relativismo.

Esta entrada intenta responder a la polémica surgida en los medios de comunicación españoles después de la publicación de la biografía de Franco [y de otras entradas igualmente polémicas] del Diccionario Biográfico Español. Cuando surgió [la polémica], hace unas semanas, me pregunté quién podría [en esta historia] lucir con mayor lustre el adjetivo "talibán". ¿Quién argumentaba la unicidad de la historia? ¿Quién hablaba de imponer la objetividad? ¿Quien acusaba al biógrafo [en este caso, un tal señor facha de nombre Luis Suárez] de estar "infectado" de ideología? ¿Quién hizo los mayores esfuerzos por remachar una "hache" mayúscula al principio de la palabra "historia"? La respuesta es obvia: fueron los medios de comunicación auto-denominados de izquierdas, que ladraron después de haber leído un relato que no concordaba con el suyo propio.

¿Hace falta señalar que a la inversa también ocurre [quizás más, pero ese es otro tema]: cuando los medios de comunicación de la derecha ideológica ladran [e intentan morder] después de leer los relatos históricos que no concuerdan con los suyos propios? Por si acaso, se señala.

En estos casos de absurda batalla entre talibanes de un signo y de otro, en los que unos tratan de imponer a los otros las unicidades de sus historias con mayúsculas, bastaría con que entre el título y el cuerpo de la historia se insertase la marca ideológica del historiador. De esta manera, todas las historias serían subjetivamente válidas. ¡Para qué más ambición...! Más allá de esto solamente hay ruido, ruido mediático. 

¿O hay algo más?



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viernes, 24 de junio de 2011

Selección 35 / Puedo escuchar las canciones más tristes esta noche

"Tom", Codeine (1994)



"Bedhead", Powder (1994)



"Young and old", Gregor Samsa (2006)



"Piglet", Arab Strap (1998)




"Pico", Labradford (1996)



martes, 21 de junio de 2011

La puta del fascismo

Los portadores de la ideología conservadora llevan un tiempo ganando [pequeñas] batallas, con la mirada puesta en el [gran] mundo feliz apuntado en la ficción de Huxley. La tenacidad y la constancia de los conservadores es insaciable; y su paciencia fasci-rumiante, digna de elogio. Ahora quieren que los uniformes vuelvan a los colegios públicos.

Para ser portador de la ideología conservadora no es necesario que uno se declare abiertamente como votante conservador: los fasci-rumiantes también se camuflan a la perfección en entornos auto-denominados progresistas. En ambos lados de la ilusoria diferencia ideológica [que redunda en el bipartidismo, cuyos dos partidos, no olvidemos, defienden a los mismos intereses económicos] crece el fascismo disfrazado de bastardo pragmático. Entonces, la ideología [dura], que todos sin excepción disfrutamos o sufrimos, aquí y en la mayoría de los casos, se viste de pretextos prácticos [blandos] que terminan justificando lo que uno defiende, por fascista o estalinista que sea esa medida que uno defienda.

¿Y cuáles son los pretextos que se argumentan para defender los uniformes escolares? Uno de ellos es que suprime las diferencias entre los alumnos y alumnas de los colegios. Es decir, que [los conservadores] se aplican el cuento [blando] de la igualdad. Porque si todos los niños van a la escuela vestidos iguales, no hay clases, no hay distinciones entre unos y otros. Tal es su planteamiento pragmático-bastardo: el uniforme uniformiza, plancha y da esplendor a un solo colectivo, orgánico, homogéneo, inquebrantable, de niños y niñas. Todos a una, vestidos iguales, etcétera.

Si nos fijamos en otro colectivo que hace del uniforme uno de sus estandartes, el ejército, es indudable que el vestido identifica a todo el cuerpo orgánico que lo viste, y, también, iguala a cada uno de sus miembros. El uniforme, aquí, consiste en una señal bidireccional: hacia afuera, que proyecta igualdad; y hacia adentro, que proyecta todo lo contrario, la jerarquía, la diferencia. ¿Esquizofrenia? No. ¿Contradicción? Tampoco. Solamente un doble sentido, cuyas direcciones contrapuestas hacen el trabajo pertinente en cada uno de los casos: hacia afuera se vende lo orgánico-colectivo y hacia adentro, lo individual.

Llevado este planteamiento castrense a las escuelas cuyos niños van uniformados, se podría afirmar que los niños uniformados no llevan galones que los jerarquicen, tal y como ocurre en el ejército, lo cual demostraría que la diferencia no tiene lugar. Pero, ¿qué signos de distinción de un grupo escolar uniformado pueden proyectarse hacia adentro? ¿Hay doble sentido aquí? En el caso de los niños y niñas, los peinados, los olores de las colonias y perfumes, la limpieza de las uñas, el material de las gafas, la marca de las mochilas, la calidad de los móviles y relojes, el coche de mamá cuando viene a recogerte, los trajes de papá, etcétera... ejercen como signos evidentes de la diferencia, equivalente a los galones, que terminan por barrer la pretendida igualdad que se proyecta hacia afuera.

Es precisamente en este contexto de igualdad formal en donde más se  disparan las desigualdades [materiales] de hecho. El ejército es un buen ejemplo de lo que estamos hablando: no hay mayor desigualdad individual intragrupal que la que se disfraza sobre la teórica igualdad exterior. Y es evidente que todo colectivo uniformado porta la esencia del fascismo, por muy pragmáticos que nos pongamos. He oído a padres [y sobre todo a madres] decir que el uniforme es más cómodo porque evita escoger la ropa diferente de cada día. Y que se pondrían menos lavadoras... en fin. Aquí, cuanto más sea el pragmatismo que se pone en el pretexto, más florecido está el fascismo, sobre todo por la carga aligerada de ideología que parece acompañar a la excusa que se argumenta.

La uniformización de la escuela pública no es la única embestida de los fasci-rumiantes: ahora ya se atreven incluso a hablar de segregación por sexos, segregación por competencias intelectuales, etcétera. El sueño de una sociedad clasificada y ordenada en estamentos fascistoides, en el punto de mira; y el mundo feliz, documental, sin necesidad de probetas ni de ciencias ficciones.

Los conservadores llevan años intentando desprestigiar el modelo público de enseñanza. Y no pararán hasta destrozarlo para poder hacer su paseillo militar sobre las ruinas de los últimos vestigios "comunistas": la sanidad y la escuela públicas. Si no pueden por las malas, lo harán por las "buenas", como es el caso de los uniformes.

Paradójicamente, los que defienden el fomento de la igualdad a través del vestido, abogando por la incorporación del uniforme escolar incluso en la escuela pública, refuerzan las diferencias del vestuario de género: pantalones para los hijos y faldas para las hijas. El discurso de la igualdad queda barrido en beneficio de la "natural" separación de sexos, en los que de forma también "natural" se terminan contruyendo los roles masculino y femenino. Fasci-embriagante rotación sobre el mismo eje sobre el que ya rotó la Sección Femenina.

La democracia [con falda] siempre ha fascinado al fascismo [con pantalones]. Y estas historias ya sabemos cómo terminan: él termina violándola [o no] porque viste como una puta. Y ese será su pretexto [fasci]pragmático [o no].


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viernes, 10 de junio de 2011

El silencio del Blog Abisal: una explicación

Esta entrada es un aviso a los/as lectores/as del Blog Abisal.

Llevo varios días sin posibilidad de publicar entradas: el ordenador de casa está roto. Desconozco cuánto tiempo va a pasar hasta que el problema en cuestión esté solucionado. Mil perdones por el silencio.

Esta entrada se autodestruirá en cuanto todos volvamos al fondo abisal.

Un saludo a todos y todas.

Kez,


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