miércoles, 16 de mayo de 2012

Una generación, 31 años

Un día uno de mis tíos mayores, mientras comíamos, me contó esta historia sobre mi padre. Veo que comes la comida casi hirviendo, me dijo, igual que hacía tu padre. ¿Sabes por qué tu padre era capaz de comer tan caliente? No. ¿Nunca te lo contó? No. Comíamos todos de la misma cazuela, cuando la cazuela todavía estaba encima del fuego. Tu padre era de los pequeños y aprendió muy pronto que si no se andaba listo se quedada sin comer.

Mi padre se murió sin haberme contado apenas su vida. Recuerdo que las pocas veces que se detuvo a hacerlo usaba casi siempre la primera persona del plural, en un discurso que, intencionadamente o no, le arrancaba a él mismo de su protagonismo para dejar en primer término el contexto colectivo con el que lo explicaba todo: de pequeños pasamos mucho hambre...; el abuelo nos dio muy mala vida...; tuvimos que salir del pueblo para trabajar...; etcétera.

Con esto..., ¡cómo olvidar una de las pocas historias que mi padre me narró en primera persona...! Más o menos así... En casa no había dinero. A los 6 años mi padre me metió a pastor. Mi madre decía que era todavía muy pequeño para pasar las noches cuidando ganado. Pero mi padre no pensaba igual. Así que a los 6 años dejé el colegio y me puse a cuidar cabras. Todavía recuerdo el aullido de los lobos por las noches y cómo me dormía al raso temblando de miedo pensando que vendría un lobo y se me comería vivo.

Sí, los contextos que construyeron a mi padre fueron la postguerra, el político, y el hambre, el vital; y la angustia, una de sus pocas primeras personas del singular.

Y más, un contexto social. Mi padre fue niño criado de muchos amos. Creció criado y, cuando terminó el servicio militar [en donde le enseñaron a leer, a escribir y hacer operaciones aritméticas básicas] dejó el pequeño pueblo donde nació para buscarse la vida en una gran ciudad para convertirse en obrero asalariado. A decir verdad nunca dejó de ser criado de varios trabajos...; de una fundición, de varias obras de construcción, de varias fábricas industriales... También tuvo largos periodos de paro.

En una frase, la casa de mi infancia fue una casa alquilada sin bañera. En temporadas largas se quedaba sin agua caliente, y en verano, se metía todo el agua de las tormentas a través de las ventanas... Ese es mi recuerdo de niño..., una infravivienda, según baremos actuales. Es la casa cuyo alquiler podía pagar sin asfixiarse una familia obrera recién instalada en la vida urbana.

Vuelvo a la historia. Cabe decir que entre mi padre y yo únicamente media una generación, cuya diferencia temporal se sitúa en los 31 años. Recuerdo esta cifra, y recuerdo estos fragmentos de la biografía de mi padre cada vez que alguien me dice que nunca habíamos estado tan mal como estamos ahora.

Es falso que en la actualidad estemos peor que nunca. Se suele abusar de esta exageración para ilustrar en pocas palabras el descontento social que se vive en esta crisis económica que estamos sufriendo. Ese "estamos peor que nunca", o "no hemos conocido crisis igual", y un largo etcétera, forman parte de la retahíla de eslóganes que circulan primero, desde los medios a sus audiencias [nosotros], segundo, de nosotros a nosotros, y, tercero [ahora de actualidad] desde los grupos de indignados hacia los medios... La proliferación de eslóganes es tal que la palabra parece haber muerto. Y de todos es sabido que esos despojos literarios que son los eslóganes, sirven a la perfección, claro, para vender humo, como tan bien saben las agencias publicitarias y las grandes marcas...

La devaluación del pensamiento por la escasez de un lenguaje articulado más allá del trazo grueso es una más de las consecuencias de la crisis [de la intelectual, anterior a la económica], y de la que muy pocos hablan. A diferencia de la económica, la crisis intelectual nos afecta a casi todos. Unos pocos [todavía] han perdido sus salarios y sus casas; pero unos muchos ya han perdido su capacidad de comprensión y crítica, se han dejado robar el lenguaje bajo la promesa de ganar la libertad de expresión. Se me dirá que es peor perder la casa que la palabra. Discrepo. Pero ese no es el tema...

Hablamos de Twitter, en cuya comunicación fugaz manda la pretensión de impactar sobre el receptor. Comunicación muchas veces a trompicones, atropellada, castrante, con palabras que se hilvanan con la urgencia y la sorpresa de una cornada. Lenguaje hemorrágico: pierdes palabras que se vierten a ningún sitio. Estamos en ese punto en el que solamente el sensacionalismo logra conmover al otro a través de atajos amarillistas y, casi siempre, tramposos.

El contexto está tan saturado de exageración, de drama y de fingimiento..., la puesta de escena es tan barroca..., que es imposible distinguir la forma del fondo. El contexto, sin palabras, con eslóganes, es ruido, ruido bruto. La anti-comunicación. La imposibilidad misma de asimilar, escribir y reescribir aquello que entre el ruido asoma denominado como "crisis". El resultado de la distorsión no tiene por menos que ser la historia ninguneada, todas las historias de la Historia, ninguneadas. Tan ninguneadas de historia, antecedentes y contexto que, alegremente, se dice que estamos peor que nunca, como si la historia empezara en los 90.

Mi caso particular no es ejemplo de nada, pero de forma individual me sirve para convencerme de que no estamos peor que nunca. Me sirve, también, para luchar, sobre todo, contra mi mismo, contra la inercia impuesta del pesimismo, la desgana y la desesperación, y también contra mi continua tentación de aniquilar la comunicación, de dejarme morir en la crisis, de abandonarme a la corriente sensacionalista, de alcanzar el esl-o(r)ga(s)mo a precio de saldo. Es más, ese "estar peor que nunca" esconde en su reverso otras cosas que sí están, si no peor que nunca, sí en evidente declive con respecto a épocas no muy pasadas.

Ese "estar peor que nunca" esconde, a poco que se escarbe, nuestros brazos caídos. Y nuestro atontamiento sistemático. Y la radical domesticación de nuestro estilo de vida. Y el entretenimiento al que nos someten, sin descanso, las industrias de la diversión masiva. Y esta narcotización profunda en la que ni soñamos ni deseamos. E, incluso, esa indignación sin rabia de última hora, diseñada en los despachos del poder,  cosmetizada para dar buenos planos a las televisiones, donde la moneda de cambio es el marketing puro y duro [el mundo de los eslóganes] y, también, la tecnología que nos hace creer que somos libres de contarlo a través de nuestros aparatos a la última.

Asumo que mi discurso cojea de "defectos" que se han criticado más arriba, pero es un discurso. Hago trampa, pero es un comienzo... Y de comienzos estamos faltos...

No estamos peor que antes. Sí, es un [contra]eslogan, pero escapa lo suficiente de la desesperanza... Porque yo a los 6 años estaba en primero de EGB: ya había empezado a leer y a escribir. Y a los 18 fui objetor de conciencia porque, además de ser izquierdista, sabía que el servicio militar no iba a aportarme nada. Y a la edad que mi padre emigró del pueblo a una ciudad yo emigré de esa ciudad a una ciudad más pequeña. No estamos peor que antes... No lo estamos.


BONUS TRACK

9 comentarios:

India dijo...

Alcanzo a expresar mi total acuerdo... ya si eso, regresaré con más que decir (aunque de miedo porque suene a amenaza viniendo de mí je)
Atxutones... apretaos.

ardiluzu dijo...

Amén!

Blue dijo...

Para llegar a decir que estamos peor que antes tendríamos que ponernos de acuerdo en qué vamos a medir.
Si le pregunto a mi padre me dirá que él está mucho mejor ahora de lo que estuvieron los suyos a su edad. Si me pregunto a mí misma y me comparo con él a mi edad también puedo decir que estoy mejor de lo que estuvo él.
¿En qué estamos peor?, en que mientras ellos tenían por delante un futuro abierto, nosotros tenemos una escalera de esas que afloran en nuestras peores pesadillas, las que juntan los pasamanos, y nuestra única esperanza para salvarnos es subir las escaleras hacia atrás, de espalda, y volver al punto de partida.
El vídeo...impresionante.
;-)
Musutxiak, Kez.

Blue dijo...

Musutxuak!!!...a saber qué significa eso que puse, ja, ja.

India dijo...

Mejor no cumplo mi amenaza jejeje bonita visión, Blue...

Kez dijo...

Blue, el vídeo es el cierre inquietante de lo que yo he escrito, que, como pongo antes de terminar, tiene trampa. La cosa depende, claro, de qué variables compares...

Pero añadiré algo más, como continuación de mi tesis... Sí, estamos en crisis, una crisis gorda, de consecuencias imprevisibles, pero un repaso a la historia nos dibuja crisis similares y peores, mucho peores. ¿Qué diferencia a aquellas crisis de esta? Que los que las sufrieron entonces, digamos, estaban preparados para una vida con dificultades, y los que la estamos sufriendo ahora, no estamos preparados... Somos, digamos, más blandos; la democracia nos ha hecho así. Esa forma de ser democrática, blanda, sobreprotectora, es lo que nos proyecta esta crisis de una forma tan monstruosa, y pesimista.

La vida es conflicto. Siempre lo ha sido. Se nos había olvidado. Que vuelva la vida. La recibiremos de frente. Ya tendremos tiempo de llorar... (creo que es un buen momento para darle al Play del vídeo...)

Musutxuak Blue,

Blue dijo...

Bueno, nada que decir a eso porque es muy cierto.
Y si nosotros ya estamos blandos, no digamos los niños...y ahí no podemos echar tanta culpa a la democracia, ahí ya somos nosotros su representación.
Conste que excepto el trabajo, que eso sí que lo debemos tener todos, del resto me sobran muchas cosas y no voy a llorar si las pierdo.
;-)

Dr.Gameboy dijo...

HUm, yo por lo menos en relación a la generación de mis padres estoy peor en cuanto a expectativas de futuro, no a la situación actual sino a que sé que no voy a tener la estabilidad laboral que tuvieron, ni voy a tener una casa, ni voy a viajar como viajaron ellos, no tendré su capacidad económica, si cometo la imprudencia de traer niños a este mundo no podré darles la educación que me dieron mis padres...
No estamos peor que NUNCA, esa frase además está vacía, pero en términos generales ¿porqué no decir que estamos peor que nuestros padres?
Por algo habrá que empezar, aunque sea simplemente por decirlo. Me parece sano denunciar ¿no? es lo mínimo digo yo.
Luego ya si alguien pretende cambiar algo eso ya es otra cosa.
Pero nuze, si me dejáis decir una tontería.... ¿qué mas da? quiero decir que nada va a cambiar en el mundo porque me quiten todo lo que tengo, porque la diñe... no me pueden quitar lo que sé, y si en último término acabasen con mi vida ¿qué mas da? ya se que es una chorrada adolescente pero ¿alguno teníais grandes planes en esta vida?

Kez dijo...

Gracias por comentar, Dr.Gameboy. Mi respuesta a tu pregunta final es no, ni siquiera cuando fui adolescente. Pero en fin, puedes tener razón en que en cuanto expectativas de futuro la cosa está más jodida. Una primera solución es, entonces, dejar de tener expectativas... Seamos budistas, matemos al deseo, jeje.

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