Hablemos de Egipto. O mejor dicho: hablemos de nosotros cuando hablamos de Egipto. Nosotros somos los occidentales, y aunque nos importe una mierda lo que pasa en Egipto, nos gustan las historias que nos hablan de Egipto.
Es curioso. Hasta hace dos semanas, Mubarak era uno de nuestros aliados. Casi se podría decir que era uno de los nuestros. Ningún medio de comunicación occidental de los grandes, los que nos atiborran de fast-news, le llamaba dictador. Ahora la veda está abierta: Mubarak lleva casi 30 años en el poder, es decir, es malo. Antes era nuestro amigo, pero ahora no, ahora hay que derrocarle, hay que ayudar a los egipcios a liberarse del tirano.
Entonces, nosotros los occidentales nos contamos a nosotros mismos, a través de nuestras máquinas expendedoras de fast-news, que queremos la democracia en Egipto. Nuestro gobiernos democráticos también lo quieren.
[FOTOGRAFÍA 1: Hosni Mubarak mira, enamorado, a Barak Obama]
Salto espacio-temporal hasta Argelia a finales de 1991 y principios de 1992. Los integristas del Frente Islámico de Salvación [FIS] ganan la primera vuelta de las elecciones [democráticas]. El Ejército argelino [de ideología laica y pro-occidental, gracias a la herencia de la potencia que la colonizó, Francia] obliga al presidente de entonces, Chadli Benyedid, a suspender la segunda vuelta. Acto seguido se declara ilegal al FIS y se decreta el estado de excepción. En resumen, un golpe de Estado. Suena feo, pero Occidente, cuando aquello, ni rechistó. ¿Por qué? Por que los integristas son malos, que así nos gusta decirlo.
En España llevamos casi 20 años sin hablar de Argelia, y es que el gas que consumimos los demócratas españoles viene de Argelia, y hay feeling comercial entre las grandes empresas del sector del gas de ambos países. Nuestros medios fast-news, perros guardianes de ese poder que ellos nunca retratan, quieren lo mejor para nosotros: por eso se mantienen callados y nosotros, contentos, porque nos reconforta estar en nuestras casitas sin pasar las penurias climatológicas propias de los inviernos, y que serían insoportables sin calefacción.
[FOTOGRAFÍA 2: Abdelaziz Buteflika y José Luis Rodríguez Zapatero juegan al piedra, papel y tijera]
Volvemos a Egipto. Nos preocupa Egipto, nos gusta decirnos. Como en toda historia hay buenos y hay malos. Los buenos son los que quieren parecerse a nosotros, tienen ansías de libertad, de libertad al estilo occidental. Los malos son los de Mubarak, los que pegan a los periodistas occidentales, los que disparan y atropellan a la multitud, los que quieren que el dictador siga en su puesto, etcétera. Nos preocupa Egipto, eso es, aunque no sepamos lo que está pasando.
Tenemos miedo, por ejemplo [he escuchado decir] a que los malos saqueen todo el arte que hay metido en sus fronteras. Me pregunto si cuando llegue la democracia a Egipto nosotros, los demás países demócratas, les devolveremos todo el arte que les hemos expoliado a lo largo de los siglos. Sería un acuerdo de tú a tú, de democracia a democracia, digo, en términos de igualdad, como nos gusta a nosotros contarnos a nosotros mismos.
[FOTOGRAFÍA 3: Hosni Mubarak mira a una Angela Merkel
que parece no querer saber nada de lo que le han preguntado]

Salto espacio-temporal hasta Túnez hace un mes. ¿Quién era Ben Alí antes de la revuelta del pueblo tunecino? Nadie. Desde entonces sabemos que es un dictador. ¿Sabían los turistas occidentales que acudían a sus hoteles y a sus playas que ese país estaba sometido a las fauces de un malvado señor que impedía la libertad de su pueblo? ¿Sabían que su dinero iba a parar a un administrador que le gustaba muy poco repartir? Claro que no; no era un detalle que importase mucho. Bueno, pues ahora sí que importa.
[FOTOGRAFÍA 4: No lo saben, pero Nicolas Sarkozy y Ben Alí
están contándose un secreto que Julian Assange está escuchando]
Efecto contagio, es otra cosa que nos estamos contando. Y si el virus democrático llegase a Marruecos... ¿nuestros fast-news se atreverían a llamar dictador al amigo de nuestro rey? Si así fuera, nosotros les seguiríamos entusiastas: ¡Mohamed VI dictador, Mohamed VI dictador, Mohamed VI dictador! ¡Abandona el poder y deja a tu pueblo en libertad!, gritaríamos también, que queda bien, solidarios con aquellos que quieren parecerse a nosotros los buenos.
¿Y si el virus occidentalizador llegase a Jordania? ¿Apoyaríamos al pueblo jordano a que desterrase a los tiranos Abdalá II y Rania? ¿Les harían un hueco en su palacio nuestro futuro Felipe VI y Letizia? ¿Cómo cubriría la noticia la revista "Hola"?
¿Y si la cosa reformista llegase a Libia? Con Muadar Gadafi hemos tenido problemas históricos de cómo perfilarlo como personaje: ahora sí es un dictador, ahora no, ahora sí y, por cierto, ahora estamos en que no. Pero al tiempo...
[FOTOGRAFÍA 5: Silvio Berlusconi, minutos antes de una fiesta farloputera, y Muadar Gadafi, minutos después]
¿Y aquí? ¿Aquí no hay riesgo de contagio? Por lo visto no. Nos cuentan, nos contamos, que la revolución aquí no puede tener lugar porque ya hemos alcanzado la democracia, que, como bien sabemos, es el estado máximo de libertad, un estado al que, de forma automática, le corresponde el mayor grado nunca conocido de quietud e inmovilismo social. Quizás por eso nos entretienen nuestros fast-news, y nos dejamos, gustosamente, entretener, con historias ajenas de países que desconocemos, cuyos ciudadanos todavía tienen algo por lo que luchar. Ellos tienen la suerte de tener un conflicto que resolver, tienen una historia que contarnos. Aunque estaría mejor dicho que ellos sí tienen el conflicto, pero no la historia. La historia es nuestra [como su arte], que nos contamos a nosotros mismos con su conflicto.
Es sorprendente [he leído también a alguno de nuestros sesudos opinadores de nuestros fast-news] cómo unas sociedades civiles, que parecían no existir en Túnez primero, y en Egipto después, han irrumpido con esa fuerza, reclamando sus derechos, y presionando con fuerza a sus gobiernos, en la calle, tal y como se hace en todos los procesos revolucionarios que no tienen por menos que desembocar en un sistema democrático. Fin del capítulo uno [o posible falso final].
Capítulo dos [o probable final verdadero]. Cuando en Egipto los islamistas ganen las elecciones democráticas [que hoy pide su pueblo y nosotros los occidentales], enseguida se dirá, nos diremos, que la sociedad egipcia todavía no está madura para la democracia, igual que ocurrió en Argelia en 1992 y en Palestina cuando Hamas ganó las elecciones de 2006. Entonces resurgirá la figura de cualquier otro dictador, vestido al estilo demócrata-occidental [no muy diferente a Mubarak] y al que nuestros fast-news no se atreverán a llamar dictador hasta nueva orden...
BONUS TRACK
UNA PREGUNTA
Si la sociedad civil egipcia, inexistente hasta ahora, está en la calle... ¿dónde está la nuestra, que si existe, si no está en la calle? ¿Dónde estamos nosotros? ¿Qué estamos haciendo?
UNA RESPUESTA
Estamos encerrados en nuestras casas, lapidando a David Bisbal por imbécil y a Nacho Vigalondo por ingenuo, a través de nuestros twiters.