lunes, 11 de noviembre de 2013

Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras [PRÓLOGO]


Hay en el inicio de la “Odisea” un principio de intenciones, y que sirve como aviso a navegantes, puesto en boca del dios de dioses y hombres, Zeus Olímpico, sobre la asunción de la responsabilidad propia de los humanos, y que dice así: “¡Cómo les echan las culpas los mortales a los dioses! ¡Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias cuando ellos mismos por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino”. Pero, ¿qué hacer a veces sino mirar arriba y exclamar al cielo? Aunque moleste a nuestros dioses…, ¿se les puede rendir cuentas a ellos, en sus alturas, de las cosas que nos ocurren a los hombres que nos arrastramos a pie de tierra?

¿Debería importarnos cómo reaccionan ellos ante nuestras peticiones? Porque parece que cuando los humanos rendimos cuentas a los dioses, éstos no tendrían por menos que pensar que los humanos somos unos seres impertinentes, o, cuando menos, unos ingenuos que todavía no nos hemos dado cuenta de cuál es la verdadera naturaleza del juego que nos traemos entre manos y que llamamos vida, con todas las complicaciones que de ella se derivan, todos sus conflictos y todas sus contradicciones. Que lo piensen, ¡más nos da!, porque todavía hay hombres que, por la vía de la impertinencia o por la vía de la ingenuidad, buscan que los dioses pongan en sus bocas las respuestas que, como hombres, necesitamos para entendernos. Entonces son la impertinencia y la ingenuidad, pero también la valentía,  sobre todo la valentía, lo que caracteriza a los hombres que todavía les rinden cuentas a los dioses. Y uno de esos hombres es Marcos Alonso, el autor de este libro.

El mismo título del libro, “Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras”, habla del desafío que se impone el autor a la hora de abordar el texto. En voz de su personaje protagonista, auténtico alter ego del propio autor, les dice a los dioses, a la cara, que ha llegado el momento de que se paren un momento en su frenética actividad para atender sus demandas, en calidad de un ser humano cualquiera, que busca respuestas, porque necesita un sentido, para desgranar, al menos, qué responsabilidad hay en uno mismo y qué responsabilidad hay en los dioses, cuánto hay en nosotros de destino y cuánto de azar, en definitiva, abrir un camino transitable, por sabido, en medio de esta jungla existencial por la que no movemos cada uno de nosotros, camino de nuestras singulares extinciones.

Pero el personaje protagonista de este relato no es un habitante de la Antigua Grecia, sino un hombre contemporáneo, que para encontrase con los dioses no precisa viajar hasta ningún Olimpo. Los encuentra en un peculiar edificio, que podría albergar cualquier actividad burocrática. Estrategia narrativa con la que el autor provoca el encuentro entre un humano y sus dioses en un lugar gigantesco, en una especie de castillo kafkiano donde solamente cuajan los encuentros con subalternos funcionarios. Justo ahí, en un centro de operaciones  administrativas, ubica el autor a sus dioses contemporáneos, donde ellos urden sus planes para cada uno de nosotros. Un lugar donde los dioses han devenido en hombres y mujeres, que se mueven de forma incesante por interminables pasillos y que trabajan ciegamente de sol a sol en desordenados despachos. Allí es donde acude nuestro personaje a ajustar cuentas, aunque ellos no quieran, imbuidos del mismo espíritu que Homero inyecta a los dioses griegos que no entienden cómo los humanos tienen la desfachatez de dirigirse a ellos exigiendo soluciones.

De la misma forma que los griegos personificaron a sus dioses, y en sintonía con la máxima de Nietzsche cuando afirmaba que solamente creería en un dios que supiera bailar, Marcos Alonso también personifica a los suyos, les dota de cuerpo y les facilita la palabra, en un ejercicio de figuración de lo abstracto necesario para que fluya el diálogo directo del personaje protagonista con sus dioses, dioses contemporáneos personificados, individualizados. En suma, los dioses a los que se enfrenta el personaje protagonista de “Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras” son idealizaciones de diferentes aspectos de nuestras vidas, materiales e inmateriales, que, sin llegar al estatuto de dioses, de alguna forma sí hemos puesto en pedestales, casi como si fueran auténticas divinidades.

Cada uno tendrá los suyos, pero… ¿cuáles son los dioses de Marcos Alonso? En orden de aparición, los siguientes: la Soledad, el Tiempo, el Espacio, la Timidez, la Suerte, la Naturaleza, el Arte, el Dinero, la Salud, la Ilusión, el Trabajo, la Pasión, el Sueño, el Sexo, el Silencio, la Comunicación, la Independencia, el Amor y la Muerte. Todos ellos, convertidos en personajes, se tendrán que enfrentar con el protagonista, un humano impertinente, ingenuo y valiente, a lo largo del edificio-libro, a los que irá desafiando, uno a uno, exigiéndoles responsabilidades en las materias que gobiernan. La pregunta matriz es: ¿por qué hacemos las cosas tan mal los humanos? De la que derivan otras como… ¿por qué habíamos pensado que las cosas tendrían que haber sido de otra manera? O… ¿es posible que alcancemos un mínimo de satisfacción en cada una de las experiencias vitales de las que disponemos? Las respuestas algunas veces brotarán de los abruptos encontronazos típicos entre hombres y divinidades, pero otras, asumiendo los dioses que solamente los hombres con fe son los que se atreven a enfrentarse a ellos, el protagonista obtendrá el silencio, y con él, la perpetuación de sus dudas y la salvaguarda de la fe misma.

La vía convencional para obtener respuestas es la ejecución de preguntas, algo que Marcos Alonso ha convertido en su estilo propio. En su libro anterior, “¿Con quién hablas cuando no hay nadie en casa?”, el monólogo se hace diálogo a través de esta misma fórmula pregunta-respuesta. En “Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras”, son preguntas que el autor ametralla a discreción a cada uno de sus dioses. Hay interrogatorios en pasillos, en salas de espera, en ascensores, en cuartos de baño, interrogatorios donde los dioses se someten a la insistencia del humano, ávido de respuestas. El toma y daca de argumentos y contra-argumentos se traduce, en cada capítulo, en la evaporación simbólica del propio dios, que deja solo al humano preguntándose y respondiéndose a sí mismo. Supongo que esa es la señal del trabajo bien hecho de los dioses, cuando logran desaparecer para que las preguntas que les hacen los humanos sean respondidas por sí mismos. De esta manera, si en el libro anterior de Marcos Alonso un texto que nace monólogo termina muriendo diálogo, en este, el diálogo termina siendo un monólogo. Porque los hombres hablan y los dioses callan. No hay otra. Y porque las respuestas están en uno mismo, lección de los dioses, es decir, en ese hombre que vemos cuando miramos el espejo.

Quiero destacar sobre todos los capítulos, dos, que en sí mismos, en su sucesión, conforman el relato soñado por todo escritor, y que no es otro que el viaje narrativo que transita desde el Silencio (capítulo 16) hasta la Comunicación (capítulo 17). En el primero, cuando Marcos Alonso se atreve a hablar con el Silencio (excelente cómo está resuelto este diálogo), pidiéndole, de la misma forma que ha hecho con los demás dioses, explicaciones, es quizás donde más se acentúe el juego que termina ubicando al hombre solo ante el espejo, por la mediación, precisamente, de los dioses. Y si el Silencio es el dios supremo del individuo, la Comunicación lo es de la sociedad. No es casualidad, entonces, que después del capítulo del Silencio, el autor prosiga con el capítulo de la Comunicación. Aviso a navegantes, la Comunicación querrá ajustar cuentas con el autor, quizás por el atrevimiento del humano a querer rendir cuentas con las divinidades, pero terminará vapuleada, después del feroz contraataque del hombre impertinente, ingenuo y valiente. En los demás diálogos, el humano correrá diversa suerte, pero ninguna, eso sí, será satisfactoria.

Más. Si estamos ante dioses de andar por casa, comunes a todos nosotros, su cotidianeidad exige un lenguaje humano, un lenguaje de la calle, para entendernos, coloquial, algo que el lector advertirá desde la primera página. He aquí donde reside otro de los méritos de “Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras”, porque el autor hace digeribles conceptos de por sí engorrosos. Temas muchas veces difíciles de acotar en pocas palabras, en manos de Marcos Alonso, se convierten en familiares. No está al alcance de cualquiera poner baldosas en terreno pantanoso para que podamos andarlo como quien pasea por su casa, o como quien habla con cualquier persona. Y el autor lo consigue. La familiaridad de los diálogos, además del lenguaje tan apropiado del autor, se consigue gracias a la caracterización humana de estos dioses (que son dioses que fuman, que sudan, que se cansan, en resumidas cuentas, que viven, igual que nosotros) y también por la puesta en escena donde transcurre el viaje narrativo del personaje protagonista, no más que un hombre que acude a un lugar público a preguntar por lo suyo, quizás temeroso de que su expediente se haya extraviado en alguna esquina del imponente edificio.

Antes de concluir, apuntaré dos cosas. La primera, sobre el dios ausente. Es un secreto a voces que lo que quiere el protagonista del libro es conocer al jefe de todo esto, a la suprema instancia que organiza todo el cotarro, pero, de la misma forma que los personajes kafkianos no llegan a su destino, por culpa del absurdo engranaje de un mecanismo frío, distante y complejo, visto por nosotros, los humanos, el protagonista de “Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras” tampoco lo consigue. Quizás, en ese deambular por las estancias de su Olimpo particular, el personaje protagonista no se encuentre ni con la Política, ni con la Economía, ni con el Capitalismo, la Santísima Trinidad que conforma el Mercado, dios de dioses y hombres, nuestro equivalente postmoderno de Zeus Olímpico. En algunos pasajes del libro, yo sí echo de menos la presencia del dios Mercado, pero, a decir verdad, está impregnado en todos los demás, sus subalternos. Además, como todos sabemos, teóricamente, el Mercado es el poder invisible. No obstante, las palabras de Zeus Olímpico no chirriarían puestas en su boca: “¡Cómo les echan las culpas los mortales a los dioses! ¡Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias cuando ellos mismos por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino”. ¿A que no?

Y la segunda, y última, sobre el autor, mi amigo Marcos. Hablo del mérito de escribir un libro así. Y de su originalidad. Y, ahora lejos de la impertinencia y de la ingenuidad que se había inyectado para ser el protagonista de su historia, hablo de su valentía, la de un hombre, que recibe frontalmente la dureza de existir, que asume la carga de la vida, una vida hacia la que, como este su segundo libro demuestra, sigue otorgando el beneplácito de la duda y de la esperanza.

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Lo que has leído es el prólogo de "Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras", que Marcos Alonso, su autor, me pidió para esta su segunda incursión literaria. El libro se puede comprar en la tienda on line www.lulu.com; pincha en "Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras" y lo tendrás entre tus manos en el plazo de una semana.

Más. Por si todavía no estás convencido de hacerte con el libro. Marcos tiene alojado su libro en "Entre Escritores", una plataforma virtual de autopublicación. He aquí alguno de los comentarios que ha suscitado, entre otros escritores, "Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras":

E.R.L.: “Metáfora de la vida misma con sus pros y sus contras, con sus virtudes y sus aciertos. El autor engancha con lenguaje cercano

M.N.F.: “Has manejado con mucha naturalidad los diálogos, y has usado un lenguaje muy cercano para tratar temas tan universales y profundos

L.M.: “Mordaz perversión del enfoque generalizado en que englobamos nuestras necesidades, vivencias, experiencias. Sainete tragicómico que recela de las heridas propias del personaje en diálogos de profunda elocuencia en un texto limpio, diligente y audaz, razonado en la lógica inexistente del sentido común

A.R.: “Para mi entender los ensayos literarios suelen ser complicados, siempre llenos de dudas, pero 'Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras' me ha gustado

D.S.: “Complejo ensayo literario con un buen trabajo

I.L.: “Buenas reflexiones

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Y termino. Marcos tiene talento literario. Y no lo digo porque sea mi amigo. Porque tengo muchos amigos de los que nunca he dicho en público que tengan talento literario. Al César lo que es del César. Un placer haber escrito el prólogo de "Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras".

2 comentarios:

maaldi dijo...

Si algo bueno tiene la época que nos ha tocado vivir es que podemos hacer más cosas que aquellas que nos dan un sueldo. Y no sólo eso, las podemos presentar de una manera digna, de calidad y más aún... tenemos la posibilidad de compartirlas. No se trata de ganar dinero sino de tener la posibilidad de conectar con muchos (ojalá) o con unos pocos (bienvenidos sean).

El libro ya ha sido un punto de encuentro de gente con ganas de hacer cosas, ahora en tu mano está unirte y echarle un ojo sin rascarte el bolsillo. Te animes o no, sigue buceando en las aguas abisales donde reina la oscuridad pero están llenas de movimiento. Gracias Kez.

India dijo...

Uno no se lo ve porque, bueno... no puede estar dentro y fuera, ... pero se sabe que existe, que pasa, porque se ha sido testigo en los ojos de otro... se ha visto que sucede cómo, en un lenguaje sin palabras, se nos coloca un brillito especial en esas dos bolas incrustadas en la cara. No se ve en uno mismo, pero pasa y se sabe que pasa porque lo ha visto en otros, y se visualiza cuando, ya sí, desde dentro, habla el resto del cuerpo. Se piensa mucho en las emociones, pero si solo se pensaran y no se sintieran, o no se fijara uno en esa parte física, reflejo.... Marcos hace así en el libro, igual pero distinto... un parar, un "Eh! un momento! oígame... tengo algo que decirle" a esas divinidades que son tan etéreas que nos sobrevuelan rutinarias y las aceptamos sin más... Pues no, no me sobrevuele sin antes dedicarme un tiempo... párese y explíqueme, que además de entender, sienta... que para mayor salto con tirabuzón...podría decirse a la inversa y ser, esto que siento y quiero entender... Con el libro en la mano, (antes también... solo la lectura de un mensaje que habla de que ya está listo el proyecto...) no me lo veo pero sé que me está pasando... el brillito en los ojos, lenguaje sin palabras, físico. Por si soy dura de mollera, se me repite al abrir y empezar por el prólogo. Por el qué, el cómo y el quién... Y por si no fuera dura de mollera pero sí impresionable, de regalo la reafirmación: "Marcos tiene talento literario. Y no lo digo porque sea mi amigo. Porque tengo muchos amigos de los que nunca he dicho en público que tengan talento literario. Al César lo que es del César. Un placer haber escrito el prólogo de "Hoy ajustamos cuentas aunque no quieras"." Creo que los césares llevaban rama de olivo en forma de corona... déjenme que les coloque una a ambos... por el talento y por todo lo demás... Sumamos los comentarios de la plataforma "Entre escritores" y la reafirmación es por definición, sí?... que no me ciega el cariño, que no me equivocaré tanto, que su opinión es así... siempre reafirmación...

Y una petición plebeya: ... Más! Un abrazo,

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