lunes, 18 de noviembre de 2013

The bridge (Eric Steel, 2006)


El "Golden Gate" se construyó en 1937. Desde entonces hasta nuestros días ha sido el lugar elegido por casi 1.500 suicidas para quitarse la vida, lo que da una media de alrededor de 20 precipitaciones al año. Quienes deciden saltar vuelan 70 metros hasta estamparse contra el agua. Es un salto al vacío que dura entre 5 y 7 segundos; 70 metros de longitud que median entre la vida y una muerte casi segura. El impacto se produce a 120 kilómetros por hora. "The Bridge" documenta 19 de los 24 suicidios que se cometieron en el "Golden Gate" en un periodo de tiempo de un año, entre 2005 y 2006.

Eric Steel, productor y director del documental, colocó varias cámaras en sitios estratégicos del famoso puente de San Francisco. 12 meses, con todos sus días y buena parte de sus horas, observando el trasiego de las personas, yendo y viniendo, cruzando el "Golden Gate", hasta encontrar a las personas que caminaron hasta el precipicio para sobrepasarlo. Y detenerse ahí. Para obligarnos a los espectadores a estar ahí, de alguna forma presentes.

La poesía. La fuerza poética del documental reside precisamente ahí, en esos momentos en los que los suicidas se enfrentan al salto, a su salto, a su última acción en vida. Casi todos se toman un tiempo, su tiempo, miran fijamente abajo, hacia ese espacio y hacia esa superficie que marcan el límite físico anticipado de su vida. Algunos se santiguan y podría decirse que ese gesto religioso les da el empujón que necesitan. Los hay que se mueven de un lado al otro, no faltan los nervios en un momento de máxima trascendencia; algunos miran alrededor, quizás esperando la mirada-respuesta de alguien, pero la naturaleza (esas otras personas que deambulan a lo suyo, y los pájaros, que vuelan como si nada,y los barcos, que navegan ría a través) continua impasible su ritmo ciego y mecánico, dando la espalda a esa persona que está a punto de saltar, y de finiquitar su existencia por la vía rápida. Es la metáfora apabullante de la frialdad de un mundo que seguirá su rumbo, sin ellos y a pesar de ellos... Pero nosotros, los espectadores del documental, no podremos darle la espalda a esos personajes que sabemos lo que van a hacer desde el minuto uno. 

A pesar de ser una película coral, por la cantidad de personajes que vamos a ver saltar, hay que destacar sobre todo a dos, cuyo peso en la historia de "The bridge" los ubica en la categoría de protagonistas. El primero es el rockero que viste de negro, cuyo ritual antes de su salto queda registrado en todo su tiempo e intensidad; el vaivén de la acción, sus movimientos, y, finalmente, su forma de abordar el salto. Y el segundo es un superviviente que aporta a la narración (solamente, y no es poco) la subjetividad de uno de los suicidas.

Y la prosa. Porque luego están los testimonios de los familiares de los suicidas, que conforman sin lugar a dudas la parte más televisiva del documental, testimonios que pretenden inyectar cierta narratividad, cierta historia, quizás cierta psicología de los personajes, y que, desde mi punto de vista, no son más que las trampas del sentido, el ropaje de nuestro método racional de aprehensión de los acontecimientos. También aquí, solamente el salto de los personajes les sostiene en el universo discursivo de su acción sin palabras, más allá del perfil que les dibujan sus familiares y amigos, que son usados como la herramienta que satisface al espectador medio, que necesita escarbar en un cuerpo que ha decidido terminarse, en busca de las respuestas que validarán el cuerpo propio que todavía decide seguir vivo.

Poesía versus prosa. ¿Se debe inyectar coherencia a unos textos-acciones (los saltos) que solamente admiten poesía? Yo pienso que no, que "The bridge" se hubiera sostenido solamente sobre los cimientos de las acciones de sus personajes, con la imagen, cruda, desnuda y vital, acción pura... ¡Para qué tanta historia?

He aquí "The bridge", de Eric Steel. Play.

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