Manuel Delgado [antropólogo], en su blog, El cor de les aparences: "Este fue el texto que empleé como base de lo que expuse públicamente y de la discusión que se suscitó después sobre las perspectivas que debe enfrentar la protesta si no quiere desvanecerse a medida que su protagonismo mediático vaya decayendo".
El texto es el que sigue [el subrayado es mío]:
Todo el mundo parece interesado en esclarecer qué tipo de fenómeno se está produciendo estos días en las ciudades españolas, en plazas como estas, en las que personas como nosotros expresamos nuestro descontento ante la situación que padecemos. Me gustaría profundamente decir y creer que estamos ante un movimiento cuya característica principal, y la fuente de la inquietud que parece generar, tiene que ver con la dificultad a la hora de someterlo a una tipificación clara, resultado de su renuncia a los principios de identidad e identificación propios de un sistema que exige que sus interlocutores se presenten siempre como instancias orgánicas inconfundibles con las que se posible negociar. Un poco, si se me permite, a la manera de aquella canción de La Polla Records que seguro que muchos conocéis: “¡No somos nada! / ¡No somos nada! / Quieres identificarnos, tienes un problema”. Pero eso es lo que me gustaría pensar y decir, pero no estoy seguro de poder hacerlo sin sentir que estoy haciéndoos una concesión injusta, cuyo objetivo sería sólo el de obtener vuestro aplauso.
En realidad, lo que pienso –y temo– es que esta movilización se pueda homologar como un episodio más de lo que podríamos llamar el movimientismo ciudadanista. El ciudadanismo es la ideología que ha venido a administrar y atemperar los restos del izquierdismo de clase media, pero también de buena parte de lo que ha sobrevivido del movimiento obrero. El ciudadanismo se concreta en un conjunto de movimientos de reforma ética del capitalismo, que aspiran a aliviar sus efectos mediante una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible, entendiendo de algún modo que la explotación, la exclusión y el abuso no son factores estructurantes, sino meros accidentes o contingencias de un sistema de dominación al que se cree posible mejorar moralmente. El ciudadanismo no impugna el capitalismo, sino sus “excesos” y su carencia de escrúpulos.
El ciudadanismo suele concretarse en movilizaciones masivas destinadas a denunciar determinadas situaciones consideradas injustas, pero sobre todo inmorales, y lo hace proponiendo estructuras de acción y organización lábiles, basadas en sentimientos colectivos mucho más que en ideas, con un énfasis especial en la dimensión performativa y con frecuencia “artística” o festiva. Prescindiendo de cualquier referencia a la clase social como criterio clasificatorio, remite en todo momento a un difusa ecumene de individuos a los que unen no sus intereses, sino sus juicios morales de condena o aprobación.
Los movimientos sociales ciudadanistas no dejan de ser revitalizaciones del viejo humanismo subjetivista, pero aportan como relativa novedad su predilección un circunstancialismo militante, ejercido por individuos o colectivos que se reúnen y actúan al servicio de causas muy concretas, en momentos puntuales y en escenarios específicos, renunciando a toda organicidad o estructuración duraderas, a toda adscripción doctrinal clara y a cualquier cosa que se parezca a un proyecto de transformación o emancipación social que vaya más allá de un vitalismo más bien borroso, acuerdo de heterogeneidades inconmensurables que, no obstante, asumen articulaciones cooperativas momentáneas en aras a la consecución de objetivos compartidos.
Esas formas de movilización prefieren modalidades no convencionales y espontáneas de activismo, protagonizadas por individuos conscientes y motivados, pero desafiliados, que viven la ilusión de que han podido escapar por unos momentos de sus raíces estructurales, desvinculados de las instituciones, que renuncian o reniegan de cualquier cosa que se parezca a un encuadramiento organizativo o doctrinal, que proceden y regresan luego a una especie de nada aestructuda y que se prestan por unos días u horas como elementos primarios de uniones volátiles, pero potentes, basadas en una mezcla efervescente de emoción, impaciencia y convicción, sin banderas, sin himnos, sin líderes, sin centro, movilizaciones alternativas sin alternativas que se fundan en principios abstractos de índole esencialmente moral y para las que la conceptualización de lo colectivo es complicada, cuando no imposible.
No sé si será casual que una de las figuras predilectas para ese individualismo comunitarista o de ese comunitarismo individualista, basado en la sintonía sobrevenida entre sujetos, sea la de la red. Entonces uno piensa en las virtudes de internet y las formas de sociabilidad que propicia, paradigma de relación reticular, paraíso dónde se ha podido hacer palpable por fin la utopía de una sociedad de individuos desanclados y sin cuerpo, en un universo de instantaneidades, una solidaridad empática basada en el diálogo y el acuerdo sincrónico entre personas individuales con un alto nivel de exigencia ética consigo mismas y con el mundo. Un paraíso de comunicación pura.
Entre otros efectos, este tipo de concepciones de la acción política al margen de la política se traduce en la institucionalización de la asamblea como instrumento por antonomasia de y para los acuerdos entre individuos que no aceptan ser representados por nada ni por nadie. Esta forma radical de parlamentarismo se conforma como órgano inorgánico cuyos componentes se pasan el tiempo negociando y discutiendo entre sí, pero que tienen graves dificultades con negociar o discutir con cualquier instancia exterior, porque en realidad no tienen nada que ofrecer que no sea su autenticidad comunitaria y que es más intralocutora que interlocutora.
El activismo de este tipo de movimientos se expresa de modo análogo: generación de pequeñas o grandes burbujas de lucidez e impaciencia colectivas, que operan como espasmos en relación y contra determinadas circunstancias consideradas inaceptables, iniciativas de apropiación del espacio público que pueden ser especialmente espectaculares, que ponen el acento en la creatividad y que toman prestados elementos procedentes de la fiesta popular o de la performance artística. Se trata, por tanto, de movilizaciones derivadas de campañas específicas, para las que puede establecerse mecanismos e instancias de coordinación provisionales que se desactivan después..., hasta la próxima oportunidad en la que nuevas coordenadas y asuntos las vuelvan a generar poco menos que de la nada. Cada oportunidad movilizadora instaura así una verdad comunicacional intensamente vivida, una exaltación en la pesadilla de las relaciones de producción, las dependencias familiares o de los servilismos estructurales que conforman nuestra realidad se han desvanecido por unos momentos o incluso días.
Se genera así, durante el lapso en que la movilización se producem una especie de refugio en que vivir una emancipación en última instancia ilusoria de la gravitación de las clases y los enclasamientos, una victoria momentánea de la realidad como construcción interpersonal sobre lo real como experiencia objetiva del mundo.
Manuel Delgado añade en la entrada [sobre su intervención en la plaza de Tahir]:
Lo que intenté en mi intervención es advertir de que, en efecto, la gran movilización en marcha estos días devenga un ejemplo de este tipo de grandes convulsiones colectivas inspiradas y orientadas por lo que en la práctica puede ser una mera crítica ética del orden económico y político que padecemos, estructurado vagamente en torno a una no menos vaga denuncia de una entidad abstracta, casi metafísica, que es “el sistema”.
En Barcelona hemos conocido varios ejemplos de este tipo de movilización tan potente como efímera, que se ha desvanecido en la nada en cuanto los medios de comunicación la han dejado de atender el colorista espectáculo que deparaban. Desde luego el movimiento contra la guerra de Irak en el 2003 sería un paradigma de ello, pero también lo serían las movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia en marzo de 2009, que alcanzaron puntas importantes de dramatismo social, pero que, al cabo de unas semanas de su algidez en el desalojo del rectorado de la Universitat de Barcelona, se extinguieron sin dejar tras de sí otra cosa que un vació y una inanidad de la que todavía somos víctimas en las universidades catalanas.
En Barcelona hemos conocido varios ejemplos de este tipo de movilización tan potente como efímera, que se ha desvanecido en la nada en cuanto los medios de comunicación la han dejado de atender el colorista espectáculo que deparaban. Desde luego el movimiento contra la guerra de Irak en el 2003 sería un paradigma de ello, pero también lo serían las movilizaciones estudiantiles contra el plan Bolonia en marzo de 2009, que alcanzaron puntas importantes de dramatismo social, pero que, al cabo de unas semanas de su algidez en el desalojo del rectorado de la Universitat de Barcelona, se extinguieron sin dejar tras de sí otra cosa que un vació y una inanidad de la que todavía somos víctimas en las universidades catalanas.
Así pues se plantea como urgente la cuestión de qué hacer cuanto la intensidad de la emoción colectiva que nos reúne ahora y aquí se vaya amortiguando y cuando –y no quepa duda de que esto ocurrirá dentro de unos días– los medios de comunicación dejen de considerarnos “interesantes” y los políticos de expresar una vaga simpatía y comprensión ante el malestar que nos congrega esta mañana aquí. Es la discusión política y la imaginación colectiva a las que, estos días y en esta y otras plazas, les corresponde concebir y organizar un camino que convierta este escándalo ante lo real en energía histórica.
15 comentarios:
Mmmm...pues coincido en muchas cosas y en otras no tanto.
Es cierto que si "la fiesta" continúa así corre el peligro de desvanecerse. Hoy me fijé en el telediario de la 1 y presentaban esto como una macroactividad cultural. No había protesta ni indignación, solo un montón de gente feliz por participar de tan bellos momentos. Solo faltó que nos invitaran a todos.
Ya son varios los que dicen que con tanta "estética" no se va a parar a ningún lado, que hay que enseñar la otra cara de la belleza, la terrible.
No lo sé.
No estoy de acuerdo con la comparación con otras protestas (Bolonia, Irak) porque no encuentro el parecido por ningún sitio.
Hoy toca dudar, ja, ja, pero espero al lunes.
Musutxuak, Kez.
COJONUDO escrito. Se agradece que lo pases por aquí.
Mejor no digo nada más jejeje total, llevo igual desde el otro día... Bueno sí, una cosa que no entiendo, y es que hacer algo más tenga que ser hacer algo más de manera destructiva o radical, eso no lo entiendo... Blue, me refiero a lo de la cara terrible... No creo en caras terribles, quiero creer en que han de evolucionar, hemos de evolucionar, hacia algo... pero no veo por qué ha de ser un rostro terrible...
Atxutxones...
Hola, me atrevo a participar cuando hasta ahora he sido una especie de "vouyeur" de este blog (blog que se agradece muchisimo). Yo si veo una similitud con las protestas anti Bolonia. Porque estas ultimas apuntaban a combatir lo mismo, o un aspecto de lo mismo contra lo que se esta protestando en Sol: la imposicion mercantilista desde los que mueven verdaderamente los hilos (los duenhos de las trasnacionales, de los conglomerados de los medios de comunicacion, vamos, los que tienen el poder de dictar como vivimos), imposicion de lo que les interesa que se haga. En el caso de Bolonia, lo que se quiere hacer es producir tecnicos mileuristas en serie que piensen poco y que salgan pronto de la uni para producir lo antes posible. Y a nivel mas macro, lo que se quiere producir es una sociedad que no cuestione nada, que este tan alienada que los esfuerzos de unos pocos que quieran protestar no alcance a contagiar al resto, o que su protesta se difumine en el tiempo. Y en el caso de Bolonia lo han logrado. Y esa es la segunda similitud que, espero equivocarme, veo venir: que este movimiento de indignacion que empezo en Sol tambien se difumine. Y en eso estoy con el autor de ese post del ciudadanismo. Es urgente convertirlo en algo mas fuerte y mas duradero, porque de lo contrario sera un esfuerzo en vano. Uno mas. Y la sensacion de invencibilidad del sistema que nos rige aumentara un grado mas. Un saludo a todos los que participan de este blog. Edu
Blue, la otra cara de la belleza, la terrible, es monopolio del "sistema", que la ejerce a la fuerza, simbólicamente, en cada momento. A ver si así se queda más tranqui India... jeje. Musutxuak eta atxutxones,
Dani, estos son los textos que hacen reflexionar, escritos y verbalizados desde el corazón de la protesta. Manuel Delgado es experto en lucidez y aquí lo borda. Y me temo que el texto no cabe en el espacio que deja Twiter para expresarte en "libertad". Un saludo,
Edu, siempre es una alegría que alguien se descubra como lector "voyeur"; y también que salga del armario, para ser visto por los demás "voyeurs" que andan por ahí, jajaja.
Estoy de acuerdo con lo que dices sobre Bolonia. ¿Qué fue y en que se ha quedado? Me gusta especialmente la reflexión que apuntas al final del comentario, eso de "la sensacion de invencibilidad del sistema que nos rige aumentara un grado mas" de diluirse el movimiento.
Yo estoy muy escéptico: he visto en el movimiento muchas luces, pero otras tantas sombras. De momento he copiado dos textos al respecto: uno excesivamente crítico y feroz; y otro, extremadamente lúcido a mi entender. El tercero lo escribiré, a ver si puede salir publicada esta misma semana.
Bueno Edu, no vuelvas al armario a mirar desde el ojo de la cerradura... ;-). Un saludo...
El problema es que un movimiento "pacífico" hecho hoy en día tiende a convertirse en un brindis al sol, una queja a 10 dB.
Para una revolución, no hacen falta propuestas muy concretas, pero hay algo que es inapelable: la violencia y la consciencia de clase. Sin ellas, una revolución es prácticamente imposible. Y aquí no las hay.
Es una revolución posmoderna (vaga), y como tal, no llegará a nada, por mucho que nos pese, porque los poderosos saben como actuamos como masa, y los medios de comunicación tarde o temprano nos ignorarán, como ignoraron a Islandia.
Triste pero cierto. No le doy más de dos semanas de vida.
Textos imprescindibles. Hay que escarbar para ver si debejo de los adoquines está la playa o simplemente el metro.
Un abrazo de una dudadicta.
Nónimo, ¿conciencia de clase, dices? 9 de cada 10 dentistas no saben qué es eso, por eso aquí no se están enseñando los dientes. Para más información, véase la entrada siguiente.
Sobre la "revolución postmoderna", cada día que pasa estoy más de acuerdo en que tanta "ideología blanda" no llega a ningún lado. Todavía no sería capaz de escribir nada a modo de reflexión de lo que ha ocurrido estos días [reclamo también la posibilidad de no decir nada, huyendo de la necesidad impuesta de tener que tomar partido, aunque mentalmente haga el esfuerzo por parir alguna cosa], pero considero que los que mandan de verdad, no los peleles a los que los manifestantes exigen cambios, deben estar pensando, mientras les sobrevuelan apaciblemente, que "aguilas no cazan moscas".
Triste sí, aunque no puedo dejar de pensar que, como dice J. más arriba, hay gente en la calle, y eso..., eso..., se logren o no se logren cambios, es un hecho, independientemente de la espectacularización a la que los manifestanates han jugado, y al partido que están sacando del "juego" los medios de comunicación. Los medios no son aguilas, son buitres, y han carroñeado lo suyo, que para eso están.
Todos hemos comido lo nuestro estos días...
Un saludo, Nónimo. Y gracias por comentar,
Marcela, ¿la playa sería una ficción y el metro un documental? ¡Vaya panorama!
Abrazo de vuelta de otro dudadicto...
Me ha encantado por fin leer un post que reflexiones en profundidad sobre este asunto y que exprese con palabras lo que muchos sentimos.
Ahora toca lo más difícil de esta "revolución", que es darle continuidad en el tiempo al margen del morbo informativo del momento y, sobre todo, realizar PROPUESTAS claras, definidas y REALES.
Muy interesante la charla de Delgado.
Clum, sí, la reflexión de Manuel Delgado es lucidísima. Entrecomillas "revolución" y está bien entrecomillada. Hoy he escuchado una entrevista de tres "activistas" del 15-M de San Sebastián. Después de recalcar que lo que une a la gente es la indignación y la rabia, una de la personas ha subrayado que el movimiento se llama evolución, sin erre, ha añadido. Otra ha dicho después que en vez de denominar asambleas a las asambleas, las llaman ahora "foros". No entiendo [o sí] ese ímpetu de renombramiento de las acciones para parecer todavía más portadores de ideología blanda. Eso me tiene un tanto mosca.
No sé. Va a ser difícil canalizar propuestas y vehiculizarlas hacia su consecución con ese discurso. Ojalá, ojalá...
Un saludo, y gracias por comentar. Un placer reflexionar acompañado por gente entusiasta, jeje,
Parvulesco, ya vi que tú también copiaste el texto de Delgado en #Apunts sobre l'abisme. ¿Estuviste en la charla? Delgado es un experto en lo urbano, y este movimiento lo es de cabo a rabo... Un saludo,
Con democracia, yo entiendo una idea de transparencia. No podriamos votar una ley que obliga a la cadenas de tv a incluir 5 minutos de información en cada telediario sobre lo que pasa en el parlamento?
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