sábado, 23 de noviembre de 2013

El día que conocí a Robe Iniesta



Conocí a Robe Iniesta por casualidad. Calculo que sería muy a finales de los 90, cuando yo vivía en Zaragoza. La casualidad, el accidente, reside en que había invitado a un amigo de Madrid a pasar unos días en mi casa con la excusa de las fiestas del Pilar, y este amigo trabajaba entonces en Organización de Eventos para una empresa que, precisamente, era la que se encargaba de la seguridad del concierto que Extremoduro iba a dar en Zaragoza, incluido en el programa de Ocio y Cultura de las fiestas patronales de aquel año. En resumen, que mi amigo propuso ir al concierto porque entraríamos sin pagar un duro. Yo, al principio, que ni hablar, pero había más gente en el grupo que sí quiso, y allí fuimos, el día señalado. De no haberse dado esa circunstancia yo no habría conocido nunca a Robe Iniesta y, por descontado, hoy sería ese día en el que todavía podría decir que "nunca he ido a un concierto de Extremoduro, ¿qué pasa?". 

Recuerdo que primero tocaron Fito y los Fitipaldis, pero no a modo de teloneros, porque seguramente fuera un concierto a dos, con las dos bandas compartiendo protagonismo, digamos, pero la cosa es que primero fueron los otros, los que abrieron boca entre el público, antes de que subiera al escenario lo que la mayoría estaba esperando, a Extremoduro. Y salieron, todos menos Robe Iniesta. Y empezaron a tocar una canción durante un par de minuto, no sé cuál, porque no me sabía su repertorio, apenas habría escuchado el principio de alguna de sus canciones más representativas, y poco más. El público coreaba de forma insistente el nombre de Robe, instándole a que saliera, pero Robe se hizo esperar, y solamente salió cuando entre los asistentes que coreaban su nombre empezó a oírse algún silbido. Fue entonces cuando yo conocí a Robe Iniesta.

Robe Iniesta salió al escenario con los brazos extendidos, completamente abiertos, a pecho descubierto. El público empezó a gritar, de repente, desde que lo vio aparecer hasta que llegó hasta la posición central, donde le esperaba el micrófono. Recuerdo que los gritos fueron ensordecedores, con un punto de histeria considerable entre algunos jóvenes que teníamos cerca; los litros de cerveza y calimocho volaban entre los saltos de alegría. Cuando Robe Iniesta empezó a cantar, todavía tuvieron que pasar unos segundos, o quizás un minuto o más, para que el ruido que había provocado su irrupción en el escenario menguara, dejando, finalmente, asomar su voz por encima de tanto bullicio.

Podría asegurar que justamente este momento, el principio del concierto de Extremoduro, cuando conocí a Robe Iniesta, es el único que conservo en la memoria de aquel día; ese preciso momento y, también, algunos detalles relacionados con mi vivencia del acontecimiento, algunas observaciones y pensamientos, sobre todo...

Por un lado, la aclamada salida al escenario de Robe Iniesta me constató que para el público había un solo protagonista, Robe, y unos personajes secundarios, el resto de la banda. Recuerdo que pensé que Extremoduro tocaba para Robe Iniesta y que era Roberto Iniesta el que se entregaba al público, en una entrega similar a la que podría ejercitar cualquier líder político, en plena campaña electoral. Pero había en el ambiente algo más que el estúpido ambiente colectivo de mitin que puede darse en cualquier evento político, había algo que se acercaba a un espíritu religioso, en virtud de la respuesta de ese público, fanático (de fan), que parecía embriagarse al vislumbrar en cuerpo presente el cuerpo sobre el que se había volcado una fe y una esperanza inmensas. Sí, hubo en la salida de Robe Iniesta al escenario una actitud mesiánica, no solamente por su postura corporal, en rima absoluta simbólica con el redentor cristiano, sino por el juego y el diálogo que esa puesta en escena provocó con los allí asistentes. Comprobé que Robe Iniesta era el líder, el líder que necesitaba una manada, esa manada de jóvenes que, paradójicamente, a su vez, también lo necesitaba a él, en la figura de líder incuestionable.

Y como no hay pastor sin rebaño, recuerdo que estuve escrutando al público, un entretenimiento justificado, en parte, por mi desinterés en la música de Extremoduro y en el concierto en sí. Eran jóvenes que rondaban los 20 (hay que apuntar que yo en esa fecha rondaba los 30), bastante equilibrada la proporción entre hombres y mujeres, con camisetas negras, unas con motivos de Extremoduro y otras con eslóganes y símbolos anarquistas y comunistas, borrachos casi todos. Imaginé que serían jóvenes de los que critican a esos otros jóvenes que escuchan otra música, de los que tachan de pijos a los que escuchan "Los 40 Principales", y de los que desprecian a esos otros grupos musicales donde el mensaje es más blando y, por decirlo así, más condescendiente con el Poder, con letras más burguesas, de historias de amor enfermo, con celos y posesividad, etcétera. Imaginé también que quizás era un público que mantenía la ilusión de que un grupo de rock como Extremoduro permanecía en la periferia del Sistema, resistiendo al empuje maquiavélico del Capitalismo. Pero..., ¿acaso el modelo de liderazgo de Robe Iniesta no sigue el camino del liderazgo marcado por el Sistema? ¿O acaso son diferentes los gritos de histeria que provoca cualquier fenómeno fan fagocitado por las radio fórmulas a los gritos de histeria que yo vi que provocó la salida de Robe Iniesta al escenario? A poco que se rasque, todos esos jóvenes son iguales, y albergan miedos semejantes, y soportan idénticas represiones. También, a poco que se rasque, todos los adultos somos iguales.

Entre tanta imaginería ácrata pensé en la frase de Bakunin "el pueblo sólo tiene tres caminos para librarse de su triste suerte: los dos primeros son los de la taberna y la iglesia; el tercero es el de la revolución social". Y huelga decir que aquel concierto de Extremoduro no estaba inserto en ningún camino de revolución social, porque los jóvenes se habían perdido en las dos primeras, la taberna (las borracheras) y la iglesia (la fe en un líder). ¡Qué contradicciones las de estos jóvenes!, recuerdo que pensé. ¡Y qué contradicciones las mías propias!, también, que allí estaba, con mi  paquete de tabaco americano en el bolsillo y con mi bebida fabricada por una multinacional, hablando y pensando desde la izquierda, con una tarjeta de crédito en la cartera, el coche en el garaje y la revolución social, solamente, en lo libros que leía. El día que conocí a Roberto Iniesta.

La contradicción quizás sea la característica que más nos perfile como humanos donde la dialéctica entre la acción y el pensamiento, su choque, su rozamiento, la contradicción misma, sea la que nos conforma en lo que somos. Se suele decir que es la izquierda la que vive con mayores contradicciones, y se nos suele atacar con eso, pero es una trampa de la derecha. La única diferencia es que las nuestras se airean más, quizás porque hay más honestidad. No es el momento de hablar de la pederastia en la iglesia ni de la doble moral de muchos conservadores, o la homofobia de tantos gays derechistas, pero sí es el momento de citarlos como ejemplos que ilustran que las contradicciones nos definen a todos, construyendo eso que llamamos identidad, pero sobre un suelo muy resbaladizo.

Años más tarde del día en el que conocí a Robe Iniesta escuché una entrevista radiofónica a Evaristo, el cantante de La Polla Records, otro grupo emblema de eso que se llama rock radical, y cuando, en un momento dado de la entrevista, admitió que alguna vez se le había escapado alguna hostia a sus hijos, pensé en la legitimidad que puede tener un padre delante de sus hijos cuando critique la violencia del Estado contra el Pueblo cuando él en su casa es el Estado contra el Pueblo que forman sus hijos. Esta es otra contradicción que apunto, no para señalar ni acusar a Evaristo de nada, sino para ubicarnos a cada uno de nosotros en nuestras propias contradicciones, en las que incurrimos sin descanso.

Termino. Me ha venido a la cabeza el día que conocí a Robe Iniesta estos días que ha sido noticia la detención de una persona por filtrar el contenido del nuevo disco de Extremoduro. Y he vuelto a pensar en las contradicciones de todos cuando a Robe Iniesta se le ha acusado de contradicción, incoherencia y mentira, al permitir que, siendo lo que él es y lo que Extremoduro implica para una parte del gran público, se meta en la cárcel a una persona por facilitar que su disco llegue a miles de hogares sin pasar por caja. Se le acusa de algo que somos todos. Es otra de nuestras contradicciones, sin duda, apedreando al personaje público por habernos fallado, cuando uno mismo es el que más se falla así mismo y a los suyos. La neoinquisición es nuestra música. 

Eso, solamente. Termino con un proverbio anónimo que dice que siempre tenemos que recordar que, antes de acusar a nadie de nada, cuando señalas a alguien con un dedo, tres te señalan a ti.

6 comentarios:

Blue dijo...

He saboreado esta entrada del principio al final.

Tuviste mucha suerte de no ser fan y poder estar dentro y ver desde fuera. Ese ejercicio, que los demás no pudieron hacer, es muy sano.

Todos podemos caer en contradicciones como humanos, pero en los ejemplos que pones lo que falla es el discurso (me refiero a los personajes, no a ti) , es el discurso el que no se adapta a la realidad. El padre da un bofetón a su hijo y Robe quiere ganar dinero con su disco. Hoy como siempre, aquí y en la China.

Y respecto a la izquierda...mmm, me ronda mucho la cabeza últimamente el manifiesto de Unabomber.

Musutxuak, Kez.

Kez dijo...

¿Has dicho Unabomber? Juas! Toma nota, espía de la CIA.

Por cierto, os digo a los dos, Blue y espía de la CIA, que yo nunca he pegado a mi hijo. De lo que ocurre en China no tengo constancia. Ni siquiera de lo que ocurre en Galicia.

Últimamente he dicho varias veces ya que en las ficciones es la acción lo que define al personaje, y no su discurso. Las buenas películas son las que retratan a personajes con contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen, una característica que los "cuentistas" solamente han podido extraer de la "realidad". En resumen, somos contradicciones.

Lo que no entiendo, o sí [modo gallego ON] es la necesidad imperante de apedreamiento en plaza pública. ¿Es ese el verdadero hambre del pueblo? No sé, o sí, ya me entiendes.

Musutxuak!

Blue dijo...

Aprovechando que el espía está entretenido con otras cosas...jajaja.

Claro que estamos sujetos a contradicciones porque, entre otras cosas, somos seres complejos. Muchas veces también entra en contradicción lo que hacemos como individuos con lo que hacemos como parte de una sociedad de la que no podemos prescindir.
Pero yendo al tema. Parece ser que el tipo fue advertido de que retirara el disco de la web (por el que además, cobraba) y no hizo caso. Mal hecho, claro. Una cosa es que compartas de manera gratuita y otra que hagas solito el negocio que les corresponde a otros, en este caso a quién creó.

Lo del apedreamiento vamos a dejarlo para otros, que hay gente muuuuy necesitada que lo está pidiendo a gritos, jaja.

;-)

Anónimo dijo...

Y te has quedado tan tranquilo eh ???

El amor a un dios: Por TEMOR a pecar, infierno....
El amor a un político: Por INTERÉS, beneficio .....
El amor a Robe: Por ADMIRACIÓN, por su canto a la libertad al amor

No compares cosas incomparables no se que clase de persona eres y no te voy a catalogar, pero seas lo que seas eres muy despreciable, solo una cosa otro día quedate en tu casa campeón.

Dani dijo...

¿Podrías decir en que entrevista y en que contexto, Evaristo Páramos dijo que les habia dado alguna ostia a sus hijos? Si es la misma que yo sé, dijo que: "si ves que se le acerca un coche igual le das una hostia para que no les pille". En cualquier caso, comparas la violencia del estado con una bofetada bien intencionada de un padre a un hijo? Como dice el comentario anterior, hay exaltaciones y fanatismos de diversa índole. Y los ideales de rebeldia de Robe no creo que estén reñidos con querer cobrar por crear y publicar tu obra. Distorsionas amigo.

Anónimo dijo...

Dios, que filósofo. Escuchando a Bad Bunny no tengo ese dilema

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