jueves, 15 de julio de 2010

¡Atención, peligro extremo! Se habla de España y de Euskal Herria

Hay un texto de Jean-Paul Sartre, titulado "El proceso de Burgos" (publicado incialmente como prólogo a "Le procès de Burgos", de Gisèle Halimi, en 1971), incluído en el tomo 2 de sus "Escritos políticos" (Alianza Editorial, 1987), en el que el filósofo francés ahonda en la idea de una España colonialista y colonizadora, y en cuya estrategia expansionista entra de lleno la pretensión de anulación del pueblo vasco.

Lo más interesante de la reflexión de Sartre (hoy sería impensable que un intelectual tomara partido de semejante manera) es como establece dos categorías pares que entran en conflicto irremediablemente. La primera es el par que forman Estado con Abstracto; y la segunda, Pueblo con Concreto. Es decir, para Sartre, ser francés, o español, o alemán, no deja de ser una abstracción. Un ciudadano de un Estado no tiene identidad porque el Estado se ha encargado de anulársela. El Estado despoja la identidad, arrojándote a la categoría de ciudadano, donde la característica primera es el anonimato. Entonces, cuando uno dice "yo soy español" (estos días se ha escuchado mucho esta frase) está formulando una idea abstracta, una ilusión, una ficción. (Murmullos en la sala).

De manera contrapuesta, los pueblos sí existen, son tangibles, concretos, y proporcionan a su sociedad herramientas (documentales) que les arraigan a un territorio y les cohesionan internemante como colectivo. La primera y principal herramienta de los pueblos es su lengua. Y aquí Sartre es donde explica el porqué del empeño de la España franquista en atacar al pueblo vasco en su línea de flotación, el euskera. Quitándole a un pueblo su lengua le desarmas como pueblo y su tránsito hacia la asimilación se hace más fácil para las fuerzas centrípetas de la abstracción, verdaderas armas de los Estados. 

Este enfoque histórico donde las fuerzas de la abstracción operan como auténticos agujeros negros o sumideros donde terminan siendo tragadas todas las fuerzas concretas que pululan por ahí, da lugar a una lectura enrevesada. Si un Estado tiende a anular a los pueblos que lo forman, la creación de un Estado vasco lograría justo lo contrario por lo que luchan las fuerzas independentistas: la anulación del pueblo vasco o, en su defecto, su definitiva abstracción. 

Otra paradoja que arroja este enfoque es la que podemos llamar "estrategia de los que apagan fuego con gasolina". Porque todas las fuerzas centrípetas que insisten en negar la existencia del pueblo vasco, negándolo lo confirman, lo reafirman y lo reconstituyen.

Paradojas aparte, lo cierto es que todo Estado es, por naturaleza, centralista y centralizador. Y aquí radica la peculiaridad de España como Estado. España es un Estado fallido, en tanto que no ha sido capaz a lo largo del tiempo de homogeneizar a todos los pueblos en una sola idea abstracta llamada España. Esa falla, sin embargo, podría usarla como vector vanguardista y ejemplarizante hacia otros Estados que albergan dentro distintas naciones. Estoy hablando, claro, del Federalismo.

España será República Federal de Pueblos o no será, o lo que sea seguirá siendo esta fricción permanente entre el centro y las periferias. Un federalismo de libre adhesión, sin imposiciones. Que pertenezcan a la República Federal los pueblos que así lo quieran. De esta manera podría extenderse el ejemplo, sin ir más lejos a Europa, donde se podría empezar a cambiar el modelo y pasar así de una unión de Estados a una comunión de Pueblos.

4 comentarios:

egoitzmoreno.com dijo...

Interesante.

Te lo robo.

http://www.roncandoenelnostromo.com/2010/07/republica-federal-de-pueblos.html

Kez dijo...

Gracias por el comentario Egoitz, y por la difusión. Un saludo.

Anónimo dijo...

Es curioso como Sartre no hablaba de los vasco-franceses... Eusladi no es un pueblo, Euskal Herria, lo que pretende ser es un estado no hagas cacaos mentales de simplezas como la letra A en cada jardín de infancia. Por ahí jamás se irá más allá de un duelo improductivo de carneros. Comparando con el resto de Europa, España jamás impuso un lenguaje ni interfirió en la cultura de los habitantes de cada PUEBLO al nivel de otros estados, es más se direron fueros, derechos y leyes especiales para según qué pueblos y zonas. De haber sido lo suficientemente cruel y asfixiante la opresión, no quedarían ni las cenizas de los pueblos/culturas que no interesaran, como en tantas ocasiones en tantos lugares ha ocurrido. Permiteme una carcajada a cerca de la idea de las tres provincias hablando euskera allá por el siglo XV... Un cordial saludo

Kez dijo...

Anónimo, si me dices y afirmas que el energúmeno de Franco y su régimen fascista no persiguió al euskera, prohibiéndolo, y castigando a sus hablantes de varias formas, directas e indirectas, eso si (me) produce una sonora carcajada.

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