Level Five es una película que aborda el universo virtual de los juegos de ordenador, las bases de datos e internet, como vehículo para combinar una minuciosa investigación documental sobre la batalla [de Okinawa] con un drama ficcional de un amor perdido.
(Catherine Lupton, en el libro "Recuerdos del futuro. Pasajes en la obra de Chris Marker")
En general me atraen las películas en las que el director me saca, me desencasilla, me arranca del lugar donde por inercia me ubico para asistir a cualquier historia como espectador. Es decir, que me ponen las historias en las que se pretende, además descaradamente, ubicar al espectador en lugar incómodo, y nada proclive a mantener la misma posición durante dos secuencias seguidas.
Porque aquí soy irreductible, especialmente egocéntrico y literalmente maniático: lo más importante de todo relato es el espectador-receptor-lector-escuchador, mucho más que la historia que se cuenta, y mucho más aún que los personajes que las pueblan.
Lo más importante es el espectador, o mejor dicho, en qué posición ubica el contador de la historia a su espectador. Hasta qué punto le valora o le desprecia. Si le va a meter apresuradamente toda la comida posible para que la engulla o si le va a preparar exquisitas degustaciones que necesitan ser repetidas para ser disfrutadas; es decir, si el contador va a ubicar al escuchador como objeto bulímico o como objeto respetable. Y también, cuánto ensancha la mirada del espectador la forma en que el contador extiende sus armas para desarmarle como espectador...
Por eso me gusta Chris Marker, porque sus películas me convierten en otro espectador, de mirada, digamos, cada vez reconstituída, regenerada, y lista para seguir mirando, pero cada vez con más cautela y con la capacidad de verme a mí mismo como sujeto que mira... Mirar el mundo y las imágenes del mundo cada vez con más cautela; eso es lo que me llevo de Marker cada vez que veo alguna de sus películas.
En "Level Five" (1996), Chris Marker aborda un tema olvidado: la batalla de Okinawa, archipiélago japones cuya resistencia provocó el lanzamiento posterior de las dos bombas atómicas sobre suelo nipón. En las islas que forman Okinawa murieron dos terceras partes de la población, una proporción de devastación humana jamás vista hasta la fecha.
Pero si esperas ver el documental-tipo histórico donde multitud de testigos terminan construyendo un mosaico de tesis sesuda, con rasgos más o menos pro-bélicos o anti-bélicos, o con pretensiones objetivas..., estás perdido de antemano. Marker construye su relato con 6 personajes individuales: una mujer (Laura) que está diseñando un juego informático sobre la batalla de Okinawa; un interlocutor que no aparece nunca y al que se dirige Laura constantemente, mirando a cámara (este interlocutor está muerto, según parece, y, al mismo tiempo, somos cada uno de los espectadores, porque Laura nos mira cada vez que habla); el propio Chris Marker, cuya voz teje el comentario junto al de Laura; y tres personajes japoneses, un testigo de Okinawa, un director de cine y otro.
¿Documental? ¿Ficción? "Level Five" responde a uno y a otro género y a ninguno de los dos al mismo tiempo. ¿Cómo? Es Chris Marker. Es "Level Five", ¡qué joya! ¡Y van...! ¿cuántas? De nuevo, Marker fue un colirio que limpió mi mirada y a mí mismo como sujeto que mira...
He aquí "Level Five" (1996):
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