lunes, 12 de julio de 2010

El coaching en televisión

¿Qué puedo decir? Que somos perros que mueren. (Tierno Galván, en el funeral de un amigo)

Empecemos sin atajos. El Coaching, como terapia, bebe directamente de una fuente llamada conductismo (véase en este blog una vieja entrada titulada "Todos tranquilos, dios es conductista"), que es el método preferido por la mayoría de los psicólogos que forman esa (siempre dudosa) especialidad médica llamada Psicología Clínica. Para los no iniciados, el conductismo es esa terapia que ha logrado igualar a perros y humanos, y que se centra en las actuaciones sobre una conducta que puede ser cambiada a través de estímulos positivos o negativos. 

Sí, se está siendo deliberadamente simplista... pero es que se está hablando de una terapia que iguala a perros y humanos: imposible, de momento, profundizar más... Ilustración.

Cámbiese al canino por un homosapiens y se obtendrá la magia del conductismo

A ver ahora... La teoría básica del Coaching puede retratarse en dos frases: la primera es la que define al ser humano como un sujeto que es el dueño y el creador de su propio destino. Bonito, ¿verdad? ¡Qué lastima que a los que se mueren de hambre en África no les haya dado tiempo a empaparse, antes de morir y de coger las riendas de su vida, de estas sabias enseñanzas que sintetizan en pocas palabras la filosofía del Coaching.

La otra frase, también rebosante de sabiduría, es esta: "Cuando eres feliz, estás relajado, te lo pasas bien y haces lo que te gusta, atraes el éxito de un modo natural". Atraer el éxito de un modo natural, retengamos esta frase en la memoria... y sus tres palabras clave: felicidad, éxito y natural. Nos van a hacer falta porque entramos en el territorio natural del Coaching, que no es otro que el mundo empresarial. El Coaching triunfa en la empresa y de ahí, como muchas otras cosas, explota en todas las direcciones. ¡Qué difícil está siendo este comienzo!: ilustración.

Obreros de la empresa manos a la obra: que no decaiga el encaje de las piezas del sistema (el coach es el que dirige con su mano)

Desde la empresa, es decir, desde las aspiraciones empresariales de beneficios económicos y desde sus tácticas y estrategias para superar obstáculos que conduzcan al éxito, el Coaching se ha extendido a otros ámbitos, entre los que destacan el mundo individual y, también, el familiar. Ambos conceptos, el individual y el familiar tienen un contenedor natural: la televisión, esa máquina expendedora de imágenes y modelos, y de imágenes-modelo.

El Coaching coge su nombre de coach (entrenador) y que en este caso es lo mismo que tutor o guía espiritual. El ejercicio del Coaching precisa de un coach que, sin decirte en ningún momento lo que tienes que hacer, te reubica en tu vida para que tú mismo actúes sobre ella para alcanzar el éxito de forma natural; la conjunción mágica del éxito y de la naturalidad, claro que sí.

También, el coaching puede enmarcarse en esa otra categoría postmoderna del self-service llamada autoayuda (vale lo mismo decir Psicología del Bricolaje). Uno necesita un armario y le paga a una persona para que le proporcione el modo de instalarlo sin ayuda de nadie. Es decir, uno acude al delineante que le proporciona las instrucciones de uso, prescindiendo del carpintero, siempre tendente al molesto intervencionismo. La multinacional Ikea hace tiempo que lleva a la práctica la técnica del Coaching aplicada al bricolaje doméstico. Ilustración.

 Un ejemplo de coaching o de self-service tutorizado

A ver como se gira esto hacia la televisión... Si se introducen todas estas premisas, promesas y demás variables en un coctel formateador de contenidos televisivos, se obtiene el formato que se llama, también, Coaching. Programas como "Supernanny" (actuación sobre problemas de conducta infantil), "Es fácil" (actuación sobre problemas de tabaquismo), "Soy lo que como" (actuación sobre problemas de obesidad), "¡Qué desperdicio!" (actuación sobre problemas de ecología), "Sin miedo" (actuación sobre problemas de fobias), "Ajuste de cuentas" (actuación sobre problemas económicos)..., entre otros muchos, han sido y son ejemplos de este formato televisivo que cada vez tiene más presencia en las parrillas de televisión.

A pesar de la aparente dispersión temática de este tipo de programas, todos ellos están enganchados por una misma cadena-denominador común: la promesa continua de que se puede mejorar y de que todo es susceptible de ser cambiado a mejor. De esta manera, todos los programas de Coaching asumen una misma estructura narrativa: algo está desequilibrando el devenir cotidiano de unas personas y hay que actuar con urgencia para restablecer un orden, que, efectivamente, es la felicidad naturalmente obtenida.

La ezquizofrenia capitalista (pasada de rosca hasta el delirio) se embriaga aquí de tal manera que, al tiempo que es foco de todas las "enfermedades del exceso" (la obesidad, el despilfarro, etcétera) nos proporciona los medios (condustistas) para combatirlas, a través de eternas promesas de cambio que, por pura supervivencia del sistema, jamás llegan a su fin. Es como si el sistema fuera un supermercado del bricolaje que te vende unas maderas encarcomidas para que levantes una casa y que te vende al mismo tiempo un tratamiento eterno anti-carcoma, en cuyas advertencias puede leerse algo parecido a que "si usted no hace lo que tiene que hacer... asume el riesgo de que la casa se le caiga encima". Y claro, lo compramos. Falsas necesidades, dijeron los críticos de la Escuela de Frankfur.
 
Un cuento. Ocurre que el sistema-hormiga-reina no tolera el presente y por eso proyecta continuamente una promesa de futuro a sus obreros. El futuro nunca llega y la vida consumista termina siendo un interminable y estéril camino donde nada se consuma mientras todo se está consumiendo. Y en todo lo que se compra prevalece un valor (simbólico) que va más allá de la funcionalidad misma del objeto, y ese valor se convalida cien por cien con la promesa infinita de estar cada vez mejor gracias a las compras que satisfacen todas y cada una de las (falsas para los ingratos críticos) necesidades... Ilustración.

Sesión de "Coaching", en círculo (la sustancia blanca es una promesa)

Si nos centramos en las estrategias comunes de puesta en escena de los programas-coaching y que remiten de manera directa a los condicionantes conductistas encontramos, principalmente, tres:


1. La inyección de miedo por la ficción

La técnica del Morphing, aplicada a estos programas, tiene que ver con la ficcionalización-proyección negativizadora, o bien de una persona (morphing corporal, por ejemplo en "Soy lo que como", donde se ficcionaliza el proceso de envejecimiento de una persona a partir de la imagen actual, y que en el caso de la persona obesa protagonista, tiene como resultado un muy mal aspecto) o bien de una geografía (morphing geográfico, por ejemplo en "¡Qué desperdicio!", donde se ficcionaliza el proceso de degradación de un territorio por culpa de la escasa conciencia ecológica de la familia protagonista).



2. La cámara "oculta" como medida coercitiva disuasoria

Estas herramientas de ficción, recurrentes en gran parte de los programas de Coaching, además, dentro del relato asumen una función capital: el estímulo negativo conductista necesario para el cambio de conducta de los personajes protagonistas.

Un ejemplo de esto es el uso de cámaras "ocultas" (se entrecomilla porque funcionan como ocultas al servicio del espectador y de la historia que se cuenta, pero los actores son conscientes de que allí hay cámaras) puestas en escena como medidas coercitivas disuasorias, o como trampas, o como cepos que saltan al mínimo despiste.

En "Ajuste de cuentas", la cámara se ubica dentro de una caja fuerte donde el coach ha obligado a una familia a meter las tarjetas de crédito. Por su parte, en "Soy lo que como", la cámara vigilante se sitúa dentro del frigorífico, a la espera de que el protagonista sea cazado en un renuncio.

En el uso de este tipo de cámaras es donde mejor se percibe como el conductismo y el coaching conjugan un mismo verbo donde dos objetos, un perro por un lado, y un humano por otro, son ubicados en la misma categoría conductual.


3. La espectacularización del derroche

Quizás más agarrada a la necesidad de hacer espectacular una aventura con tendencia a aburrir (aunque también opera como estímulo conductista), estos programas también recurren a la exageración visual.

En "Soy lo que como", por ejemplo, la exageración espectacular consiste en hacer ver al protagonista todo el azúcar que consume en un mes, volcando todo su contenido sobre un recipiente que termina desbordándose. En uno de los programas de "¡Qué desperdicio!", la organización decidió llenar el salón de la casa de la familia protagonista con los casi mil pañales que consumían en seis meses. Y en un "Ajuste de cuentas" se llegó a tirar por la ventana todo el dinero que una familia había derrochado en un mes.

Estas acciones, presentadas a los protagonistas como "datos documentales" en realidad son recursos de ficción, sobre todo por el ejercicio brutal de descontextualización que realizan sobre la realidad, omitiendo el factor tiempo. Y de nuevo, la doble función del mecanismo: entretenimiento (basado en la ficción) para el espectador; estímulo negativo conductista sobre el objeto cuya conducta hay que cambiar.

El doctor energúmeno Estivill o el conductismo salvaje contra los niños

Al contrario que "Callejeros", en donde las historias que nos cuentan están protagonizadas por terceros (o bien las clases muy bajas o bien las clases muy altas; en ningún caso, contenido coincidente con el público masivo de la televisión), en los programas de Coaching los protagonistas son sujetos o familias pertenecientes a la gran clase media. Es decir, que los que sufren dentro de la televisión somos nosotros, los que vemos la televisión. Sus historias son similares a las nuestras; sus problemas, sus angustias, sus sueños; incluso sus salones, sus casas, sus vestidos, se parecen a los nuestras. Ellos somos nosotros: el grado de identificación personaje-espectador es directo.

Estos personajes en apuros, que somos nosotros, se presentan ante nosotros como un modelo vital en riesgo. Ellos, nosotros, debemos cambiar nuestra conducta. De esta manera el conductismo, salta de la televisión hasta nuestros salones y se posa sobre nosotros. Cada uno de estos programas de Coaching se convierte, para la audiencia clase m(i)edi(st)a, en un metaestímulo conductista. Descubrimos entonces que se nos trata como perros, pero nos aliviamos cuando descubrimos que los protagonistas no son esos "pobres" que vemos como putean en la televisión, sino nosotros mismos. Nos aliviamos cuando descubrimos que la televisión quiere "curarnos". Ilustración.

Todos tranquilos: Dios es conductista

Por último, de este tipo de programas resulta interesante comprobar el silencio que hay detrás (al final) de cada historia. Pongamos el ejemplo de "Supernany", donde la coach llega a un hogar donde los niños presentan problemas de conducta, y que abandona una vez, más que menos, se han solucionado dichos problemas...

¿Qué ocurre después? ¿Qué ocurre cuando en la casa no está la coach acompañada por dos cámaras y dos sonidistas? ¿Es el espectador consciente de todo lo que hay metido en una casa (recursos técnicos y humanos) para que esa historia sea contada? ¿Es consciente el espectador hasta qué punto el observador (y aquí hay cinco) modifica el hecho que está observando y grabando?

Pero en fin... ¿qué importa todo esto cuando se nos está tratando como perros?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial! hace rato estba buscando un termino ironico para el boom de los libros de auto ayuda que aun abundan en mi Colombia.PSICOLOGIA DE BRICOLAGE.

Gracias por hacernos reir de nosotros mismos cuando pretendemos solucionar los problemas de los demas tratandolos como perritos o peoncitos, mientras los endulzamos con filosoficas y espirituales mantras.

Muy bueno! te seguire leyendo pezironico.

K.

Kez dijo...

Otra vez gracias K. Me alegro mucho de que alguien del campo de la psicopedagogía como tú se pueda reir con estas cosas.

Agradezo que me digas que seguirás entrando en el Blog Abisal, porque eso siempre alegra [que alguien quiera repetir] y además me hace pensar en futuras entradas sobre temas psicológicos, para que entres al trapo, jeje.

Un saludo,

Publicar un comentario