Hablemos ahora sobre las posibilidades que abre una información escrita en el diario "Público" de hoy. Transcritos literalmente, el ladillo y el cuerpo de la noticia, dicen así:
Amputar con un serrucho
"Nos hemos visto obligados a comprar un serrucho en un supermercado para seguir amputando. Es una carrera contra el tiempo", señaló Loris de Filippi, coordinador de MSF (Médicos Sin Fronteras) en un hospital de Cité Soleil.
Primera reflexión: sobre los límites. Cuantas más limitaciones y obstáculos tienen los personajes de las historias que nos escriben nuestros periodistas, menos límites (de estilo, morales, deontológicos, etcétera) se ponen ellos mismos a la hora de hacer su trabajo.
Segunda reflexión: sobre la epidemia de la miopía amarilla. Al paso que vamos los occidentales nos quedaremos ciegos. El sensacionalismo galopante que nos afecta nos ha acostumbrado a mirarlo todo cada vez desde más cerca. Las cámaras y las plumas se acercan al detalle, y las imágenes y las palabras nos ofrecen un panorama siempre pequeño pero claro, cada vez con más sangre y vísceras; cada vez necesitaremos lentes de mayores aumentos.
Tercera reflexión: sobre las justas medidas. Toda exageración provocada para obtener un impacto rápido y eficaz de la recepción contiene partes donde se retrata lo que esconde dicha exageración. En este caso, es posible que la sierra nos haya despistado de ese supermercado donde se hace cola y se paga con dinero. Porque hasta ahora las informaciones que llegan desde Haití nos hablan de "destrucción total", "caos", "pillaje", incluso "Haití ya no existe" se pudo leer también en un titular de "El País". Gracias a esta noticia extraída de "Público" que anticipa un escena gore en un quirófano de Puerto Príncipe, un lector atento ha podido constatar que todavía queda algún edificio en pie.
Cuarta reflexión: sobre las elipsis que deja la información. A los amantes del gore les habrá parecido demasiado "light" la escena de un médico (que no se ha quitado en una semana su traje verde de cirujano) haciendo cola en la caja del supermercado con un quit de sierras debajo del brazo y la habrá continuado mentalmente hasta llegar a la sala de operaciones. Un paciente espera tumbado, con la pierna de muy mal color. Ve entrar al médico con siete sierras. Las deja ordenadas de mayor a menor en el suelo. El paciente, y el amante del cine gore también, saben que cuando un médico tiene que comprar sierras en un supermercado es que de ninguna manera puede haber anestésicos en el quirófano. Así que la escena puede y debe seguir por ahí, porque el cine gore tiene unos códigos que no pueden violarse...
Quinta reflexión: sobre las imprecisiones intencionadas. En todas las partes del mundo se amputa con sierra o serrucho. Así que el periodista que ha redactado la información en "Público" debería haber especificado si el serrucho era de carpintero, de fontanero, de forjador de metales, o de lo que fuera. Las diferencias pueden surgir en el grado de tecnología (manual o eléctrica) y en el tamaño del hueso que haya que seccionar.
Sexta reflexión: sobre la inviolabilidad de la propiedad privada aplicada a este caso. ¿Qué hubiera ocurrido si el médico sin fronteras se hubiera visto obligado a saquear las sierras de un supermercado? ¿Le hubieran aporreado las fuerzas de la ONU, la policía haitiana y los soldados de los Estados Unidos como han hecho con los que se han visto obligados a saquear las tiendas para comer?
Conclusión: los americanos embarcan en Haití con ánimo de acabar con estas situaciones embarazosas. Los comerciales de Black & Decker visitarán los hospitales haitianos con ánimo de vender las mejores sierras de bricolaje a los cirujanos sin fronteras. Otros mercenarios norteamericanos harán otros trabajos.
Última hora: Francia critica a Estados Unidos por monopolizar la ayuda en Haití. Porque los mercenarios gabachos también tienen su pequeño corazoncito. La multinacional gala Leroy Merlín llora por no poder ayudar a los pobres heridos haitianos susceptibles de ser amputados.
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