El pasado 27 de diciembre La 2 de TVE emitió el documental "Can Gazá: la última estación", dentro del programa "Crónicas". Como casi siempre que veo los "Crónicas", el producto audiovisual en sí me pareció muy normal, muy de entrar en los parámetros televisivos del documental light o reportaje largo, con excesiva presencia de la voz en off y con demasiada (y también televisiva) dispersión de personajes, además de cierto "moralejismo" sonrojante..., pero aún así, el tema del documental, que yo creo que es la solidaridad, tuvo algún momento brillante en los que estuve a punto de llorar.
Can Gazá es un lugar donde varias personas procedentes de la marginación urbana, con historiales de abusos de drogas y con problemas graves de salud, se "autogestionan" durante los últimos días de su vida. Un sacerdote es el padre de la idea y cocinero de la casa.
Yo sostengo que la solidaridad es algo que debe producirse entre iguales, porque la transacción, interacción, intercambio, o se llame como se llame, que se produce entre dos posiciones desiguales, y en las que lo que circula lo hace de arriba abajo, eso tiene otro nombre: la mayor parte de las veces es limosna del rico al pobre. He llegado a oir que Bill Gates es un tipo solidario por donar parte de su riqueza a organismos sociales. Y no digamos ya como los ricos y famosos se llenan la boca de solidaridad cuando organizan eventos recaudatorios para fines "sociales". El uso del término solidaridad (cuando en realidad se está hablando de otra cosa) en la sociedad occidental tiene una doble función: de puertas para adentro, lava y, sobre todo, centrifuga conciencias; y de puertas para afuera, construye imagen, palabra de clase media, te rogamos oyenos.
Y hay en el documental de Can Gazá, sobre todos los demás, dos momentos en los que personajes y acciones hacen aflorar una solidaridad que me huele a auténtica, según los criterios expuestos más arriba. Uno de ellos es cuando el sacerdote que puso en práctica la idea dijo que había iniciado antes varios proyectos similares pero que, más pronto que tarde, esos proyectos acababan institucionalizándose, con lo que los "asistidos" dejaban de ser lo importante en beneficio de los trabajadores sociales y otras plazas necesarias para la nueva institución creada. Él se había tenido que ir de esas instituciones y quizás solamente (esto es una lectura personal) cuando él se vivió a sí mismo como un ser marginado (el sacerdote dice que él es uno más de los marginados que viven en Can Gazá) pudo levantar un edificio sin que las manos institucionales llenas a raudales de "solidaridad" hayan podido entrar hasta el momento.
Otro es cuando en un plano entero se ve a un hombre ayudando a otro hombre a levantarse de la cama. No voy a entrar en qué penalidades tenía cada uno de ellos. Pero sí en que ambos personajes habían entrado en ese sitio sin dignidad y en ese plano se pudo condensar una redención fulminante vía solidaridad entre dos hombres iguales.
Dos hombres que recuperan su dignidad justo antes de morir. ¡Estas cosas se ven tan pocas veces...! ¡Como para no emocionarse!
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