lunes, 10 de mayo de 2010

Canciones para después de una guerra y Queridísimos verdugos (Basilio Martín Patino, 1971 y 1973)

Todos de pie. Brazo en alto. Suena el "Cara al sol":

Así empieza "Canciones para después de una guerra" (1971)

“Aborrezco en general al llamado cine documental por su tendencia a convertirse en una manifestación de autoridad; lo contrario a la dialéctica del diálogo cómplice con el espectador, abierto y crítico”.

El que dispara se llama Basilio Martín Patino, un cineasta que tiene mucha obra estrenada en las últimas décadas, tanto en cine como en televisión. De Martín Patino vamos a detenernos en “Canciones para después de una guerra” (1971) y en “Queridísimos Verdugos” (1973). El otro largometraje que Martín Patino hace en la misma década es "Caudillo", de 1974. Los tres trabajos tienen en común que se realizaron en la clandestinidad franquista y que se estrenaron una vez muerto el dictador español.

Con respecto "Canciones..." CERDÁN (en "Muerte y resurrección. El documental en la España del tardocapitalismo") la equipara a “El desencanto”: ambos documentales abren nuevas puertas de exploración con el medio, que no dejarán de ser usadas por los cineastas que vinieron detrás:

Por un lado, tanto “Canciones para después de una guerra” – a través de sus elementos de la cultura popular redimensionados por la labor del montaje – como “El desencanto” – mediante la manera en que la película hace brotar el monstruo del Franquismo (el de padre vigilante y origen de todo tipo de taras, incluso las más lúcidas) -, arrojan una visión de una sociedad herida, mutilada, pero a la vez incapaz de deshacerse de ese pasado (...). (Los dos documentales) desarrollan formas de captar emocionalmente los cambios y el paso del tiempo sobre la realidad, el final de un sistema dictatorial-autoritario que da paso al capitalismo avanzado.

Por ejemplo, en “Canciones...”, Martín Patino hace uso de archivos oficiales del NO-DO, fragmentos de films de ficción, material rodado propiamente para la ocasión, fotografías, anuncios... todo ello manipulado técnicamente en postproducción. El director “coloca estos procesos de manipulación en primer término, los hace visibles para el espectador y rehúsa la posibilidad de ofrecer una lectura unificadora y concluyente de los mismos” (MARTÍN, en “La inocencia subversiva. Pistas falsas y alguna certeza sobra la producción audiovisual de Basilio Martín Patino”).

La coyuntura política y el estrangulamiento colectivo a los que se vio sometida la sociedad española durante los cuarenta años de la "victoria" necesitaba filtrarse en unas coordenadas creativas que acabaron derivando, en Basilio Martín Patino, en el falso documental. MARTÍN lo detalla así:

Parece claro que el renacer del cine documental durante el periodo de la transición tenía mucho que ver con la imperiosa necesidad de volverse, o más bien revolverse, hacia un pasado que lastraba cualquier posibilidad de hablar en tiempo presente.

Quizás ahí es donde hay que situar esta obra de Patino, contemporánea a los estertores de un régimen que había dejado un país irreconocible, con unas dosis de ese mal social que podemos llamar neurosis de la normalidad, una sociedad, en suma, muy difícil de retratar por lo que de ese régimen quedaba dentro de cada uno de los que lo vivieron.

CERDÁN, sobre la obra de Patino (sobre todo sobre su trilogía de los primeros años setenta) y sobre otros ejemplos de la época (la transición española a la democracia) opina que “se convertirán en modelos de indagación sobre las heridas históricas de una sociedad y las taras contemporáneas que dichas heridas ha generado”.

En el caso de Patino y de sus falsos documentales se puede hablar de una suerte de venganza contra esa autoridad que le había bombardeo con imágenes "neurotizantes" de normalidad (¿quién se atreve a rebatir que los noticiarios del NO-DO no eran falsos documentales?). En el momento en que se pueden coger esas imágenes y subvertir su significado por haberlas sacado de su contexto original, tiene lugar una especie de exorcismo a través de dicha apropiación y del nuevo discurso resultante de ese material montado y manipulado.

Patino aplica una sencilla y directa ecuación: contra la manipulación, manipulación; contra la realidad ficcionalizada, ficción de la "realidad" al cuadrado; en suma, contra el documental, el falso documental.

Dos años después de "Canciones después de una guerra", Basilio Martín Patino realiza "Queridísimos verdugos" (1973), una hostia muy bien dada contra el Poder que logra retratar cómo cada sistema construye peones a su medida. El discurso no disimula su foucaultianismo: el Poder no habita ahí afuera sino que lo llevamos dentro cada uno de nosotros.
Esta es, completa, "Queridísimos verdugos":


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