martes, 28 de septiembre de 2010

Parte 2 / Historias de un parque infantil (basadas en hechos reales)


NOTA 1: Esta entrada es la segunda parte de Historias de un parque infantil (basadas en hechos reales).

NOTA 2: Las historias resultantes están construidas con trazos documentales (d), coloreadas con pinceladas de ficción (f) y rematadas con algunas suposiciones (s).

NOTA 3: Los que siguen a continuación son algunos de los tipos más peculiares de padres, madres, abuelos y abuelas (cuidadores de sus hijos, hijas, nietos y nietas) con los que he coincidido en los diferentes parques infantiles en los que ha jugado mi hijo a lo largo de sus casi cuatro años de existencia.



Abuela cebadora de cerdos

Existe un buena parte de familias occidentales cuya felicidad es directamente proporcional a los kilos que van ganando sus retoños (d). Esa felicidad de muchos padres y madres adquiere un brillo en el rostro (d) cuando las opiniones que se vierten sobre el aspecto de sus hijos son: ¡Ay qué majo está!, o ¡qué lustre tiene!, o ¡mira que lorzas más graciosas le salen por debajo del pañal!, y un largo etcétera (s) que terminan reforzando positivamente el comportamiento de las familias que podemos llamar… “Las familias cebadoras”. El eslogan de las familias cebadoras bien pudiera ser: “Mierda que no se evacua: grasa lustrosa segura”.

Hoy en el parque hay una abuela (d) perteneciente a la inconfundible casta de las familias cebadoras (s). Esta señora, que está más cerca de los 70 que de los 60, viste chándal y deportivas blancas (d). Las familias cebadoras se caracterizan por el uso sistemático de tupper-wares (s). Nuestra abuela protagonista porta uno muy peculiar, que alberga dentro varios compartimentos en los que lucen varios alimentos, albóndigas, frutas variadas y una especie de pasta viscosa verde que parece un puré (d). El tupper-ware es grande, muy grande, pero en vista del tamaño de la nieta (una niña de 6 años cuya mirada y cara recuerdan enseguida a una muñeca chochona) (d), es fácil imaginarse que ese volumen calórico que tu propio hijo no consumiría en un día entero, vaya a caber en el mega-estómago de la niña (s), a la hora de la merienda (d).

También es muy característico del comportamiento de los miembros de las familias cebadoras una dinámica que brota de forma natural cuando llega la hora de comer: la persecución (d). Nuestra abuelita, tupper-ware en mano, con una implacable paciencia, persigue a su chochona allí donde va. No hay obstáculos en su camino. Si la niña se sube al columpio, la abuela sube hasta el columpio, y a continuación baja por el tobogán detrás de su nieta, presumiendo de un equilibrio inaudito para su edad (f). Es evidente que la naturaleza propia de las familias cebadoras es incompatible con el hecho de verter ni un solo gramo del contenido del tupper-ware. En este caso no hay cabida para el debate si se nace o se hace: uno nace cebador y punto, y la comida, toda la comida, tiene un solo recipiente-objetivo: la boca de los animales que se ceban (s).

La situación, sin embargo, arroja un balance triste. La niña abre la boca de manera automática (f). El empuje de la abuela es tal que bastantes veces se le ha acumulado en la boca el contenido de tres envestidas (d). Es evidente que la niña ya no sabe cuando tiene hambre y cuando no. No debe ser fácil vivir en cada momento al borde del atragantamiento, aunque en vista de lo que ocurre aquí, las crías de las familias cebadoras ponen en marcha un sexto sentido, un extraño mecanismo, que les hace sobrevivir en cada uno de estos episodios de ingesta masiva (s).

El seguimiento de la acción “animal cebador cebando al animalito cebado” (d), que solamente podría hacer gracia a cámara rápida y con la música característica de las escenas de acción del cine mudo (aunque también valdría la música que ponen a los malabaristas en el circo) (s), conduce la atención del narrador hacia otro hecho extraordinario que está ocurriendo en el parque: un señor se está comiéndose a sí mismo a pocos metros de donde está él*.

*En este punto el narrador apunta en su libreta, orgulloso de la peripecia narrativa, lo siguiente: “Raccord de deglución”.


Padre antropofágico con gafas para ver de lejos, dejémoslo ahí

Este padre, de 50 años aproximadamente (d), es productor de cine porno (f). Es preciso haber leído antes el artículo "Gran hilo rojo" de Foster Wallace (d) para llegar a la conclusión de su profesión a partir de la ropa que viste este señor (s). De abajo arriba viste así: zapatillas de marca Lacoste; calcetines de marca Adidas, pantalones cortos de camuflaje... Y hasta aquí, todo normal. En vista de cómo se comunica socialmente a través de su vestuario de cintura para abajo (como cualquier señor moderno que hace de la mezcla su forma de ser) este señor podría ser ingeniero, barrendero, concejal de urbanismo, liberado de la UGT, o cualquier cosa (s). Pero la incógnita se despeja cuando ves que este padre ha venido al parque vestido con la que tiene que ser la segunda camisa hawaiana de manga larga que existe en el mundo (f). La primera la vio Foster Wallace en una convención de cine porno, como escribe en el artículo arriba citado (d). Entonces, no hay lugar para las cavilaciones: esa camisa, junto con el resto de vestuario, conforman un acceso directo al mundo del porno (f). Porque si una cosa me ha enseñado Wallace es que solamente un productor de cine porno puede tener la osadía de salir a la calle con una camisa de manga larga hawaiana (s).

Pero de momento, este señor es solamente un señor que está sentado en un banco del parque, enfrente de la zona de juegos para niños intermedios, el destinado para niños de entre 4 y 12 años (d). Todavía no tiene asignado un niño o una niña que lo vincule ni en el parque ni en el relato (d). Eso sí, su voracidad consigo mismo a la hora de morderse los dedos (d) indica que hace tiempo que habrá tocado hueso (s).


Madre bostezadora (inserto dentro de la historia del padre antropofágico)

Una mujer cuyo rostro es tan azulado que parece extraída de un cuadro de Picasso de su época azul se sienta a mi lado. Me dice buenas tardes y yo le respondo educadamente (f). Abre un libro y se pone a leer (d). Debería estar penalizado la provocación que consiste en que alguien abra un libro al lado de otra persona sin enseñarle o informarle antes lo que está leyendo (s). Suele pasar mucho en autobuses y otros transportes (d). Mi necesidad de saber qué lee la mujer azul es tal que me saca de la historia del padre antropofágico (d).

Pero la madre azul es dura y creo que se ha dado cuenta de mi sucia naturaleza voyeur-intelectual (s). Pasados unos minutos empiezo a creer que no va a saciar mi deseo a propósito. Entonces llega el momento de tomar decisiones desesperadas. Le pregunto la hora (f). Ahí es cuando la portada del libro se gira hasta el punto en el que por fin consumo el orgasmo de mi intelecto: la mujer azul lee un libro de Punset que se titula “La ideología es la metástasis del cerebro” (f). La madre me dice bostezando que son las siete y veinte. Le miro agradecido a los ojos. Sin embargo, ella no me está mirando; tiene los ojos puestos en mi reloj. Acto seguido se levanta y se va, imbuida en otro largo bostezo (f). De primeras me siento un poco mal, pero me alivio pensando en que cuando uno está desesperado vale todo (s). Bostezo y de nuevo dirijo mi atención al señor padre productor porno (d).


Padre antropofágico (continuación)

Una breve descripción física del señor arroja que tiene unas gafas que descansan en el filo de su nariz; la cabeza, rapada al uno; y es calvo por la parte más elevada de su cabeza. En resumen, es un calvo rapado con gafas (d). Su físico, su vestimenta y su comportamiento empiezan a cooperar a favor de mi inquietud mientras lo observo detenidamente (d).

Este padre, todavía sin hijos reconocidos en el parque, repite sus movimientos con inusitada precisión (d), como si fuera un ente robotizado al que le han programado una secuencia dinámica que entra en bucle infinito (s). La secuencia es la siguiente: uno, entorna ligeramente la cabeza hacia abajo; dos, se muerde los dedos o las uñas (la distancia impide mayor precisión en la descripción); tres, observa el resultado de su trabajo buco-dental, bajando un poco más la cabeza, lo justo para proyectar su mirada por encima de los cristales de sus gafas; cuatro, levanta la cabeza y mira hacia donde juegan los niños, a través del cristal de sus gafas; cinco, vuelve al uno; seis, al dos; siete, al tres; ocho, al cuatro... y así en un sin parar (d).

En cada cuatro, ocho, doce, etcétera, intento seguir su mirada para ver en que niño o niña se posan los ojos del señor. La cosa es que en la dirección hacia donde mira el productor porno hawaiano hay un barullo considerable de niños y niñas (d)*.

*En ese momento, de repente, mi inquietud se convierte en miedo. Me pregunto que qué ocurriría si mi hijo se hace amigo del hijo o de la hija de un señor tan..., tan…, tan…, y el adjetivo que apunto en la libreta es, finalmente, “psicokiller”.

A los cinco minutos de observación mis tragadas de saliva ya se han sincronizado con la secuencia incesante del señor auto-caníbal (f). Cada vez que el señor mira a través de sus cristales hacia su mundo exterior, yo aprovecho para supervisar cómo va mi hijo (d), sobre todo si está jugando con algún niño o niña cuyo aspecto indique que es el hijo o la hija del psicokiller (f).

Y por fin la incógnita se despeja. Una niña de 10 años se sienta en el mismo banco del señor. El señor, sin interrumpir su banquete de dedos demencial le dice algo así como "¿ya te has cansado?". La niña responde que no; se levanta y se vuelve a la marabunta de niños y niñas. El psicokiller robotizado se pone a lo suyo y todo vuelve a empezar (d).

Yo respiro al comprobar que el niño con el que juega mi hijo no tiene la misma sangre que el productor porno psicokiller con camisa hawaiana de manga larga que se destroza las manos con los dientes a un ritmo infernal (d), pero acto seguido, el encuentro de padre e hija me arroja una evidencia no menos perturbadora. Porque la niña es la hija de la madre tipo "madre de la pianista", y la deducción es directa: la vendedora de velas religiosas está casada con un productor de cine porno (s,f).

Angustiado con las fantasías que proyecto sobre esta familia indigerible (f), y temeroso de no poder salir del bucle infinito al que me tiene sometido la acción del personaje, me levanto para despistarme (d). Pero es imposible, igual que la lengua va en contra de tu voluntad hasta el hueco de la muela recién extirpada, mi mirada vuelve a buscar a ese pseudo-humano (d) que sigue terroríficamente ahogándose en su espantoso mundo interior (s). Me pregunto si habrá que llamar a una ambulancia (f), porque al ritmo de auto-devastación que lleva (d) ya debe estar debatiéndose entre la vida y la muerte, como consecuencia de las múltiples hemorragias que se está provocando (s).


Familia desestructurada según la sociología oficial

De repente una pesadilla me saca del mal sueño (f): una niña de 5 años con los dientes carcomidos (d) irrumpe en mi campo de visión. Me pregunta que si le dejo la botella de agua (f). La niña presume de una sonrisa brillante en los ojos que no puede eclipsar la sonrisa devastada que se precipita al vacío desde su boca (d), mutilada por el abuso de azúcar (s). Me quedo paralizado ante la imagen de esa niña que espera mi respuesta (f). Me incorporo del asiento de ladrillo como escupido por un muelle (d). A la niña le respondo, a duras penas que no, no, y busco a mi hijo entre la muchedumbre (f). El pequeño juega ajeno a los peligros que le acechan (d).

Vuelvo a un lugar próximo a donde me senté al principio, un árbol, quizás dos, más lejos del banco donde el productor porno sigue comiéndose los dedos en su ritual caníbal (d). Ahora el señor de la camisa hawaiana de manga larga es un personaje secundario; ahí está para cuando lo precise el relato. Me enciendo un cigarrillo para calmar lo justo la ansiedad o, al menos, para despistarme de ella (d). La tarea, ahora, es localizar a los padres de la niña (d): tienen que ser buenos personajes... (s). Rastreo entre los muchos padres y madres, abuelos y abuelas que, sentados unos, de pie otros alrededor de los diferentes columpios, están en esa hora punta de la tarde haciendo de figurantes (d); y rastreo el lugar seguro de ser capaz de distinguir el grano de la paja, pensando que los padres de una niña destruida solamente pueden ser unos padres destruidos, y la destrucción se ve y se nota (s). Pero pasan tres, cinco minutos, y nada (d).

Me siento agotado, superado por los acontecimientos (f). Hoy es uno de esos días en los que mejor hubiera sido no salir de casa (s). Voy en busca de mi hijo para irnos ya para casa (d). Al principio se niega (d), y como uno hoy no está para explicaciones racionales (f), le chantajeo a la mayor: en casa podrá jugar con el juego de coches de la Play Station 3 (d).

De regreso, antes de salir del recinto de juegos, empieza a oler mal (d). Es el olor característico que se incrusta en un cuerpo cuando se suda sobre sudado (s). La incomodidad de olerlo se convierte pronto en el asco nauseabundo de sentirlo como se posa en ti (d). Es, sin duda, el hedor proveniente de un cuerpo que ha sudado sobre sudado una cantidad incalculable de veces (s). Conforme avanzamos el aire se hace más y más irrespirable. Hasta que alcanzamos la fuente emisora: una pareja sentada en un banco. Él, señor mayor de unos 50 años; y ella, chica joven de no más de 30. Están muy juntos, casi abrazados (d), en una posición quizás demasiado afectiva para lo que suele verse en un parque infantil (s). Mi hijo dice en voz alta que huele a chamusquina (f). Yo le cojo de la mano y aceleramos el paso. 

Un último vistazo hacia atrás me resuelve la última incógnita: la niña desdentada acaba de sentarse junto a la pareja. La madre la aparta de malas maneras y la niña corre hacia los columpios (d).

Y al salir, nos cruzamos con el hombre solitario que no es el padre de ninguno de los niños que juegan en el parque (f). 

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Créditos.

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Música: Killshot (Ben Frost).


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Funde a negro. Silencio. Fin.

8 comentarios:

Blue dijo...

Madre bostezadora se encuentra sentada en un banco. Un hombre se acerca y se sienta a su lado. Ella no sería capaz de precisar a que distancia se sienta, pero a pesar de que no ha levantado la cabeza porque está leyendo un libro, acaba de darse cuenta de que es lo suficientemente corta para traspasar su burbuja. Sabe que le quiere decir algo y en ese momento se acuerda de aquella vez que, en una situación parecida, y sentada en el vagón de un tren, un hombre le pregunta: ¿Crees que hoy lloverá?. Sigue mirando para el libro sin leerlo y la situación le crea tanta confusión que cuando él finalmente se decide a preguntarle el título del libro, ella le mira a los ojos y sin fijarse en su reloj le dice: “Las siete menos veinte”.


Saludos.

;-)

xabi dijo...

no sabía que tuvieras la play 3 en casa...

Kez dijo...

Pues sí, Señor Bang. Siento haberte decepcionado, jajaja. Fue un regalo al peque de su tío, hecho con nocturnidad y alevosía. La cosa lleva medio año en casa y le hemos sacado poco rendimiento: un juego que tiene dentro de coches, al que jugamos los dos de vez en cuando, y el visionado de Avatar en Blue-Ray. Si tienes alguna sugerencia de juego fácil, para niño digital de 4 años y papi analógico de 37, me dices... Jajaja.

Blue, dime... ¿dónde iba ese tren a las siete menos veinte?

Blue dijo...

A un lugar que no existe en los mapas, pero en el que siempre llueve.

:(


(Papi analógico tiene que esperar a que niño digital crezca para divertirse con la play. Aviso importante: pasa rápido)

Kez dijo...

Blue, déjame rematar tu frase (un tanto melancólica) en un chiste (un tanto político). Ese lugar que no existe en los mapas, pero en el que siempre llueve, podría ser Euskal Herria. Jeje.

(;])

xabi dijo...

jajajajaja no me has decepcionado Kez, es sólo que no me lo esperaba.
Y sobre juegos...me pillas en blanco, supuestamente un niño de 4 del siglo XXI debería ser equivalente a lo que era yo a los 10 en el siglo XX, pero encajar ahí a un papi de 37.. dificil ecuación. Pero estoy con Blue, dentro de nada te retará a cualquier aventura en pantalla ;-)

budoson dijo...

Oiga, el temica de Ben Frost es un joya, ¿eh?

Kez dijo...

Ya lo creo @budoson... ¿viste este retrato que le hice a Benedicto, con la misma canción?

http://www.youtube.com/watch?v=_ka3X1PZ7aw

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