El primero se ubica en el nivel personal del trabajador inmigrante, procedente en la mayoría de los casos del que llamamos aquí tercer mundo, y que trabaja, en buena parte de los casos, en condiciones laborales precarias y lindantes con eso que aquí llamamos muy pocas veces explotación.
El segundo tiene una naturaleza más compleja y se ubica en el nivel estatal. Tiene lugar cuando un Estado ha dedicado su esfuerzo en proporcionar las herramientas necesarias para la formación básica, media o superior de uno de sus ciudadanos que termina emigrando al extranjero para dedicarse en el país receptor a otras labores de menor exigencia formativa. De esta manera, la "inversión" del país emisor cae en saco roto, al tiempo que se desangra en personal cualificado y en mano de obra. Muchas veces, cuando el inmigrante llega aquí, en lo que llamamos primer mundo, su currículum se convierte en una suerte de “tabula rasa” donde todo debe ser escrito de nuevo: pocos títulos se convalidan y el trabajador recién llegado no tiene por menos que hacerse un reset laboral si quiere seguir adelante.
De ambas explotaciones derivan varios usos y funciones que la economía receptora otorga a la población inmigrante. Entre otros, el mercado laboral apuesta a vencedor a que gran parte de los inmigrantes tiene fácil encaje como personal apto en trabajos ingratos: mujeres y hombres dedicados a labores de limpieza, hombres trabajando en el arreglo de carreteras, mujeres cuidando a ancianos, y un largo etcétera. Por otro lado, nuestra sociedad y sus brazos mediáticos (dependientes del poder económico) explotan el miedo hacia los inmigrantes con axiomas paralizantes del tipo "hay menos trabajo para los de aquí", "suben los niveles de inseguridad ciudadana", etcétera.
Esta esquizofrenia primermundista de los Estados occidentales y de sus economías capitalistas con respecto a la inmigración también tiene lugar en el nivel personal, cuando una misma persona puede albergar dentro de sí una compasión por los "pobrecitos" que vienen a buscarse la vida al tiempo que no puede esconder su temor al fenómeno que tantas veces han nombrado en nuestros libres e independientes medios de comunicación con el término "invasión".
Pero por si no tenían bastante con esas dos funciones básicas, la crisis económica instalada en nuestros bolsillos y en nuestras televisiones ahora les regala a los trabajadores inmigrantes una tercera función, la de escudo. Porque no podemos obviar que el primer impacto gordo de la crisis ha provocado víctimas mayoritariamente del lado inmigrante. Los inmigrantes son esos peones que van en primera línea, desprotegidos, casi desarmandos, haciendo bulto. Son los primeros peones que se sacrifican en una partida en los primeros y más sangrientos combates. Es cierto que también han caído bastantes soldados de la segunda línea, que serían los trabajadores no inmigrantes menos cualificados; y unos pocos de la tercera línea, la clase media trabajadora.
Entre las dos primeras líneas (soldados rasos y soldados de grado bajo) y la tercera (soldados de grado intermedio y militares de carrera), hay sonadas diferencias y entre ellas una fundamental. Los inmigrantes no forman un colectivo; conforman una suerte de masa desorganizada, desestructurada y desintegrada en multitud de nacionalidades, culturas y lenguas. Al contrario, la tercera línea es un colectivo organizado en torno a una idea central de clase media y media-baja, consumidora, con un común denominador identitario y cultural, y con varias plataformas de representación política y de protección social y familiar.
Esta diferencia explica por qué la crisis no ha devenido en revuelta social. El paro se ha cebado en esa masa desorganizada y el Gobierno les “ha enseñado” la puerta de salida. Incluso en algunos países-origen (Ecuador, por ejemplo) los gobiernos empiezan a desarrollar políticas de regreso en forma de créditos blandos para que los "hijos pródigos" puedan tener oportunidades de negocio una vez llegados al lugar del que partieron en su día. Muchos de estos inmigrantes, a diferencia de los soldados de la tercera línea afectados por la crisis, no tienen ni siquiera una familia, o una comunidad, o un círculo social que les proteja o que les avale económicamente una vez que la protección laboral del Estado ha terminado, y esto en el caso solamente de los inmigrantes de gran o medio recorrido laboral cuyo trabajo ha reportado derechos de desempleo, subvención, prestación o ayuda social.
Entre tanto, cada país del primer mundo ha materializado sus grandes proyectos. En España, sin ir más lejos, se han construido los túneles de la M-30 en Madrid, la Expo de Zaragoza, cientos de kilómetros de carreteras y de vías de tren de alta velocidad, con un número considerable de trabajadores inmigrantes con sus derechos mermados, alojados en ese limbo laboral resultante de una subcontratación elevada a la tercera, cuarta o quinta potencia. España también ha mantenido sus casas y los culos de sus viejos limpios gracias, en muchos casos, a la economía sumergida resultante de un vínculo laboral sin contrato y sin derechos de las mujeres inmigrantes que han hecho el trabajo "sucio" a precios y condiciones también lamentables.
Cabe preguntarse lo qué pasará si la crisis nos da una segunda hostia, una vez que estemos desarmados de nuestro escudo, y golpee en esa tercera línea de soldados de grado medio y militares de carrera. La tercera línea es la línea de flotación social, la clase media, la que consume, la que hace circular el dinero, la que se ha cagado de miedo con la primera hostia y se ha puesto sus barbas a remojar después de ver esquilar las barbas griegas. La tercera línea es la que ha pagado cuatro mierdas a las mujeres trabajadoras ecuatorianas y bolivianas, y la que ha subcontratado a los trabajadores rumanos y nigerianos.
Los soldados de grado medio (clase media-baja) y los militares de carrera (clase media-media) se han quedado sin escudo o, al menos, tienen un escudo debilitado. ¿Qué hacer? Por lo pronto sus "managers" (sobre todo representantes de los soldados de grado medio), y que son los sindicatos (llámense también soldados de grado superior) han reaccionado por si acaso, ahora que la reforma del mercado laboral parece afectar a esa tercera línea y en previsión de una segunda oleada de la crisis económica. ¿Y cómo han reaccionado los soldados de grado superior? Le han asegurado al Gobierno que habrá huelga general el día 29 de septiembre.
Esto parece ya una broma pesada. Cuando UGT y CC.OO. anunciaron la "huelguita" fue como ver a uno de los bandos contendientes anunciándole a su enemigo que le iba a atacar dentro de tres meses, dándole así bastante oxígeno y tiempo para que se armara y reaccionara. Que qué tipo de guerra es esta: pues la de los post-sindicatos, que plantean una post-huelga contra un post-gobierno con post-manifestaciones en la que plantearán post-cualquier-cosa.
Y ante todo esto... ¿qué pensará el Mercado? El Mercado no piensa, pero sus manos ciegas se frotarán igual que si fueran las patitas de las moscas, frota que te frota, antes de conquistar su siguiente mierda.
(NOTA: Se confirma que los militares de carrera verán el post-espectáculo y el mierda-banquete desde las diferentes máquinas expendedoras de imágenes, eficazmente inmovilizados contra sus sillas y sillones).
4 comentarios:
Entré a echar un vistazo y me he quedado un buen rato. Un blog muy interesante. Y lo de la "huelguita" y el anuncio de la batalla, me recuerda al grandísimo Gila llamando al enemigo para ver cuándo le iba bien que le atacaran.
Buena reflexión. Me llevó a otro punto sobre el que no había reflexionado. El tema del retorno voluntario como una forma de robo.
El estado del bienestar se basa en el concepto de pago diferido. La jubilación, las pagas extras, las vacaciones, todo son formas de pago diferido. Confías en el estado o en la empresa para que a posteriori te de una parte de los beneficios que te retiene.
Entonces, si marchan, ... no les están robando su parte proporcional de pago diferido en cuestión de jubilación, seguredad social, educación de sus hijos que no vinieron, ... ?
Las grandes obras de este país no sólo han sido construidas por ellos, si no además que han sido en parte sufragadas por ellos también. Con el aliciente de que adem´s el capital que se ha arriesgado para llegar a España también era suyo. La receta estoloarreglamosentretodos ya se aplicaba con creces en los migrantes.
Parece que tamién te ha hecho mella la frase de: "Del post-todo al pre-nada". Por eso reivindico el marxismo, si ya se, ya se, hay postmaterialismo también. Lo mejor es coger un poco de cada autor y hacerte tu propio pupurri. Cada cual necesita crear un poco su propia teoría.
@J y @4t2a: gracias por pasaros por aquí y por las buenas críticas.
4t2a, dos cosas más. La primera, que no había considerado esa tercera forma o tercer nivel de explotación a los trabajadores inmigrantes. Con tu aportación se completa la entrada. Y la segunda, una pregunta: ¿no serás un robot, verdad? No pasaría nada, solo que serías el primer robot marxista que conozco.
lo dices por lo de 4t2a?
es la reducción de cuarto segunda. El piso en el que vivía cuando empecé el blog.
Pero no pienso cambiar el nombre del blog cada vez que me muudo, sería más costoso que hacer entradas en el blog.
;)
hasta pronto
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